viernes, febrero 7

¡Victoria popular!

Por: Victoria Sandino Simanca Herrera

El domingo ganamos. Sí, digo que ganamos porque este triunfo electoral es fundamentalmente un triunfo popular de las amplias mayorías excluidas de nuestro país. Es un triunfo que representa la ilusión de un pueblo que ha sufrido por más de 200 años la deshonra y explotación por parte de una oligarquía conservadora, violenta y ruin que ha sido incapaz de hacer las más mínimas reformas modernizadoras e incluyentes, dentro del liberalismo político y económico que tanto pregonan.

El domingo este país venció a los mismos de siempre en un terreno que dominan bastante bien: las elecciones. Es sabido que el sistema electoral colombiano no goza de gran credibilidad debido a las conocidas prácticas corruptas, los indicios de fraude y la politización de las autoridades, empezando por el presidente. Un sistema electoral que ha servido para sostener, sobre el mito de las elecciones periódicas, el discurso de la democracia en un país que condena a millones a la violencia, al odio y a la miseria.

La enorme movilización a lo largo y ancho del territorio nacional en lanchas, a lomo de mula, caminando, haciendo vaca para la gasolina y a pesar de la lluvia, puso freno al fraude. Este movimiento no sería posible sin las históricas rebeldías y luchas del campesinado y la ruralidad, sin la resistencia de los pueblos étnicos, de los trabajadores y trabajadoras, de las mujeres que gritan emancipación, del creciente estallido social que desde 2019 venía pidiendo cambios en las calles. Podemos decir, sin temor a equivocarnos que la juventud, el campesinado, los pueblos étnicos, las mujeres, llevaron esta victoria de la calle a las urnas.

También ganó América Latina. Nuestro continente tan sufrido y tan rebelde, buscando siempre su libertad, ganó un gobierno progresista en el Estado que hasta hoy ha sido el principal alfil de la política imperial estadounidense en la región. Con el futuro triunfo de Lula en Brasil, la región se fortalece para estrechar lazos de hermandad, de solidaridad, de antiimperialismo y de buen vivir para nuestros pueblos.

Nos quedan enormes retos. Hay un pueblo que tiene su esperanza depositada en el cambio prometido, cumplirle es el deber del nuevo gobierno. En cuatro años no se puede lograr todo lo que ambiciona y necesita Colombia, pero es clave comenzar bien, sentar las bases de la transformación política, económica, social y cultural a nivel nacional y regional.

La paz está en el centro de esta transformación. Comencemos desde ya a trabajar por la paz completa. He propuesto cuatro puntos: implementación integral y efectiva de lo pactado en La Habana, paz dialogada con todas las insurgencias, desmonte de las estructuras paramilitares y hermandad con nuestros vecinos latinoamericanos. Pongo a disposición toda mi capacidad, mi experiencia y mi entusiasmo para lograr con éxito ese proceso.

No puedo negarlo: la felicidad me invade, me conmueve la victoria popular. Sin embargo, sé que no será fácil. La extrema derecha no escatimará esfuerzos ni recursos de todo tipo (políticos, culturales, violentos, económicos, etc) para afectar y hasta tumbar el gobierno. Por eso he dicho que la clave del éxito en estos cuatro años y en las disputas por venir es la misma que nos ha dado este triunfo: la calle. El pueblo en la calle defendiendo lo ganado, impulsando las reformas y fortaleciendo el carácter popular del gobierno. Y por supuesto, la unidad popular de todos los sectores que hoy caminamos por el cambio.

Felicito a nuestro presidente electo, Gustavo Petro. Confío en que su liderazgo abra el camino para el bienestar de las mayorías. Felicito a Francia Márquez, nuestra vicepresidenta, ha demostrado que las mujeres populares somos el rostro de la transformación. Pero mi abrazo más grande va para el pueblo humilde y trabajador, el triunfo y el futuro es de ustedes.

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