Por: David Racero, representante a la Cámara por la Coalición Decentes, Colombia Humana y MAIS
El país está atravesando uno de los momentos históricos más relevantes de los últimos años. El descontento ciudadano es generalizado y la respuesta del gobierno parece no tener un horizonte claro. El Presidente Duque ha decidido llamar a una “conversación nacional”. Sin embargo, no es la primera vez que lo hace. Ha realizado cerca de 60 “Talleres Construyendo País” en diferentes municipios de Colombia; promovió un espacio de concertación con los promotores de la Consulta Anticorrupción, iniciativa ciudadana que él mismo se había comprometido en sacarla adelante. En el año 2018 se sentó a conversar con los estudiantes. Durante la minga indígena de 2019, los Ministros de su Gobierno elaboraron agendas conjuntas con este sector, pese a Duque no quiso ir al Cauca para escucharlos; a su Plan de Desarrollo decidió llamarlo de manera rimbombante “Pacto por Colombia”. El resultado de todos estas “conversaciones” ha sido el mismo: aparentemente se recogen las demandas de la gente pero no existen acciones concretas que brinden soluciones. Se promete cambios sin que se materialicen. Es decir: incumplimiento. Es por eso que por toda Colombia se escucha: ¡No le creemos!
En este sentido, la solución no es conversar sino tener acciones concretas que cumplan lo conversado. La gente ya no quiere solo ser escuchada, quiere soluciones conforme lo que exige. No quiere solo hablar, o expresarse, quiere tener la certeza que lo que opina y requiere sea asumido por el gobierno. No quiere solo opinar sino sentirse partícipe real del cambio. Quiere creer (y lo cree) que es posible tener el destino del país en sus manos y no confiar en lo que haga el presidente o el Congreso (que le ha fallado un sin número de veces).
En definitiva se ha generado una conciencia colectiva de la necesidad de decidir de manera real, no solo de opinar.
En este sentido, le propongo al Gobierno, a las fuerzas sociales y sectores políticos, que es momento de convocarnos de nuevo a las urnas para que sea mediante el voto directo que se decida el rumbo del país. El mejor mecanismo es, sin lugar a dudas, un REFERENDO NACIONAL, que es un instrumento vinculante y no consultivo para que lo definido sea apropiado de manera obligatoria por el gobierno y el Congreso. Dicho Referendo debe recoger las demandas de los diferentes grupos sociales expresados en la gran movilización de esta semana.
Ahora bien, el llamado que hago es de carácter nacional. Una participación amplia y contundente será la fuerza que permita decidir acerca de la educación y el sistema de salud que queremos, las relaciones con el entorno natural de las que precisamos, la eliminación de los privilegios a los políticos de siempre y las reformas laboral y pensional que generen equidad.
Formulo esta propuesta porque debe ser la ciudadanía la que decida qué y cómo poner en marcha las soluciones a su problemáticas. No debe ser la clase política tan criticada, en cabeza del presidente o de los congresistas, el que decida convocar a una Asamblea Constituyente para reformar una carta magna que ni siquiera ha podido aplicarse.
En el país de las leyes, lo que requerimos es de su respeto y por eso invitamos a la ciudadanía a apelar a uno de los mecanismos de participación ciudadana que contempla la normatividad. Con el Referendo nos formularemos las preguntas sobre las reformas que queremos y la gente tendrá, con su voto, la decisión final.