viernes, enero 24

Un Nuevo Pacto Verde, ¡A la Colombiana! (I)

Por: Daniel Rojas Medellín 

El panel intergubernamental sobre cambio climático de la ONU hizo un llamado urgente en 2018: El mundo debe reducir las emisiones de gases a nivel global a la mitad en los próximos 12 años y alcanzar cero emisiones netas de carbono en 2050, según Jason Hickel: “Los próximos años son probablemente los más importantes en nuestra historia, después de décadas de retraso esta es nuestra última oportunidad de hacerlo bien”

El llamado tiene un carácter perentorio, significa que para que la humanidad sobreviva debemos -como dicen los New Dealers prafraseando a Keynes-, permitirnos hacer todo aquello que podamos hacer.  No es tiempo para demeritar propuestas que hacen un llamado a la acción climática por el simple hecho de no encajar en el pensamiento dominante, pues nos enfrentamos nada menos que a la extinción. Sólo falta que uno de tantos sistemas de soporte vital falle, para que todo se acabe.

Para proteger los ecosistemas y lograr una transformación tan radical como lo exige el momento es necesario que el mundo escape del capitalismo globalizado, aunque en esencia se trata de una lucha global, es imperante que a nivel local las naciones inicien una serie de reformas estructurales, esencialmente de los sistemas financieros articulados a un sistema global productor de carbono que, como lo expresé en una columna en este mismo medio, está diseñado y proyectado para emitir ingentes cantidades de moneda mediante créditos no regulados que financian consumos  ilimitados y que a su vez emanan desaforadamente, emisiones tóxicas. La dependencia a este sistema -racista y sexista-, ha ligado a toda la sociedad humana a una forma de esclavitud de la deuda, al tiempo que una minoría -El 1%-, ha acumulado ganancias del capital sin precedentes haciendo del sistema monetario público, un sistema monetario que solo responde a su interés privado.

El pensamiento progresista de Estados Unidos encabezado por Alexandria Ocasio-Cortez y el británico agrupado en la campaña de Jeremi Corbyn han coincidido con diferencias de forma, en la necesidad de pactar un programa global para salvar la vida tal y como la conocemos en el planeta, reconociendo la existencia de una  triple crisis: La crediticia, la climática y la energética. A ese programa lo han llamado Green New Deal, combina la estabilización a corto plazo con la reestructuración a largo plazo de los sistemas financiero, productivo y energético. El Green New Deal tiene una perspectiva internacional, pero requiere acciones a nivel local, regional y global.

Colombia y América Latina no son ajenas a la triple crisis, mucho menos al tratarse de una región productora de carbón y petróleo; sus finanzas dependen en buena parte de los ingresos por la exportación de estas materias primas, por lo tanto, el propósito de salvar la vida requiere reformas del orden fiscal y monetario en la vía de transformar el sistema económico nacional integrado al global, al que estamos subordinados. Por supuesto esto debe articularse a un cambio en el aparato productivo.

Para pensarse un pacto verde a la colombiana es necesario hacer un diagnóstico de nuestra realidad, en una magistral columna, Gustavo Petro planteó con cifras oficiales emitidas por el DANE una lúcida caracterización del modelo económico colombiano; durante 2019 el país experimentó un crecimiento inusitado de la pobreza y pobreza extrema, en ambas categorías se cuentan más de 1300 personas que ingresaron a esa situación; paradójicamente el crecimiento del PIB en el mismo periodo expuso uno de los mayores registros de la región (3,3%), al desagregar el incremento del PIB por ramas de la actividad económica se evidencia que aquellas que lo jalonaron fueron los servicios  financieros en un 8,2% y el gasto público en defensa con un 4,2%; actividades de naturaleza rentista, mientras que las actividades productivas asociadas al agro y la industria han estado paralizadas e incluso han llegado a decrecer en la historia más reciente.

Lo anterior conduce a concluir que hemos constituido un modelo que en lugar de crear riqueza la transfiere, principalmente del erario al bolsillo de banqueros y trasnacionales extractivistas, el trabajo de Espitia y Garay sobre las dinámicas de la desigualdad en Colombia  demuestra que además, el sistema tributario se ha diseñado de tal manera que las poderosas personas jurídicas dedicadas al rentismo financiero y minero energético no pagan los impuestos que debieran, simultáneamente son quienes mayor patrimonio e ingreso han acumulado. La deducción lógica es que en Colombia no se produce sino que se traspasan recursos de la parte baja de la pirámide a la parte alta, eso explica que también haya crecido la desigualdad y ocupemos un lugar deshonroso en esta medición.

Piketty ha denominado a este tipo de modelos que tienen más rasgos de feudalismo pero que se insertan tangencialmente en las lógicas del capitalismo, como un capitalismo patrimonial, cuya característica principal es que los patrimonios tienden a acumularse en una velocidad mayor al crecimiento de la producción. Para transitar hacia un modelo productivo que establezca relaciones de producción y de propiedad colectivas y democráticas, con enfoque climático, de género y regionales, se requieren profundos cambios estructurales que pretendo atreverme a proponer en las siguientes publicaciones.

Anticipo: En un pacto verde es ineludible recuperar el carácter público del sistema monetario nacional, darle un carácter soberano y no neutral a la moneda, quitarle el poder a instituciones financieras que han parasitado de grandes cantidades de recursos públicos en desmedro de la inversión social; la política monetaria debe articularse a la fiscal de tal manera que el Estado se ponga al servicio de las medianas y pequeñas empresas, y  de los hogares, para que el déficit público provoque superávit privado y pleno empleo. La banca debe desligarse de las finanzas corporativas pues altos riesgos pueden desencadenar en fracasos que afecten al resto de la población, por lo tanto la creación de un banco verde y el impulso de cooperativas que reemplacen a instituciones demasiado grandes que obligan a serrescatadas, es urgente. Se deben estimular a muchas entidades pequeñas que minimicen el riesgo de colapso protegiendo a los usuarios, dueños de los recursos.

Un pacto verde en Colombia resulta imposible sin la regulación del sistema financiero para que tome un rol de sirviente y no de amo, responsable con los ahorros de las personas y que dote de financiación a actividades productivas y sostenibles, para esto es vital que el estado tome el control de las tasas de interés.

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