Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Cuando nos enteramos de que nuestros imaginativos, o más bien, imaginarios gobernantes toman alguna iniciativa, comenzamos a temblar cual gelatina de pata. Ahora se les ocurrió ni más ni menos acabar con los capuchinos, perdón, con los capirotes, disculpen, con las capuchas.
La capucha ha sido empleada desde tiempo inmemorial para muchas funciones, se la ponía el verdugo para que no lo viera la víctima, los del Ku Klux Klan -algo así como los uribistas racistas- la usaban para asustar a los negros. También es usada por los descendientes de los franciscanos: los capuchinos, quienes terminaron haciendo famosa la bebida de capuchino, nombre otorgado porque combinaba el color de la leche con el café de los hábitos.
A principios de esta semana se conoció por los medios de comunicación un borrador del “protocolo” sobre las manifestaciones que el Gobierno Nacional redactó por orden del Tribunal Superior de Cundinamarca. Días después, se publicó el documento completo. En ambos se lee una prohibición a los manifestantes de portar capuchas, a lo cual nosotros queremos manifestar nuestra oposición. Al ver la noticia cambiamos el pedido: señora, ahora no queremos capuchino, denos dos tintos. Quien atendía nos inquirió por el cambio, a lo cual respondimos: “cambiamos, porque el capuchino quedó prohibido”.
Usar o no usar capucha para salir a marchar es una cuestión de autodeterminación, de seguridad y de libertad -pero también de legítima defensa-. De autodeterminación, en tanto es una decisión que abarca la manera en la cual se desea ser percibido e identificado (o des-identificado). De seguridad, por cuanto Colombia es uno de los países más violentos con los liderazgos sociales y las expresiones de oposición; de hecho, fue el país más inseguro en el mundo para ser activista por el medio ambiente en 2019. Y de libertad, porque se escoge en pleno ejercicio de la conciencia y sobre un sujeto propio: el cuerpo. Quienes creemos en las libertades civiles, en el disenso y en el ejercicio pleno del derecho a la protesta debemos manifestar nuestra enérgica protesta con este intento de restringir las expresiones de los ciudadanos y, por ende, de limitar el derecho a la reunión. ¿Quién es tan tonto de salir a una marcha de protesta -por pacifica que sea- sin taparse la cara, cuando los cámaras de la Gestapo colombiana le están tomando toda clase de fotografías para llevarlas a los perfiles donde archivan a los sospechosos de bostezar o protestar por hambre? Tonto aquel que cree que en Colombia se respeta el derecho a la protesta. Si quiere tener una buena fotografía suya gratis, vaya a una manifestación y pídales que le manden su archivo. Quienes conocieron la policía secreta de Stalin, al mando de Beria -no confundir con Iberia-, este simpático personaje seguía a todo aquel que mirara mal a Stalin, como algunos del Centro Democrático miran a quien se atreva a hacer crítica de su Dux Iván.
Al leer la definición de capucha -prenda de vestir que cubre la cabeza y en algunas ocasiones parte del rostro- y mientras escribíamos esta columna, nos preguntábamos: ¿si una monja asiste a una protesta, le van a ordenar quitarse el hábito? ¿si una mujer musulmana con niqab o burka ejerce su derecho, la van a detener si se niega a quitarse el velo? Y recordemos el triste caso de Óscar Yesid Galindo, un joven que se encontraba manifestándose el 21 de septiembre cuando fue injustamente detenido por la Policía y horas después acusado sin fundamento de vándalo por la alcaldesa Claudia López, quien días después se disculpó con él en un acto público. Óscar es un asistente recurrente a las protestas y le gusta portar una máscara intervenida artísticamente, si cuando no estaba prohibido usarla fue detenido sin justificación por una horda de policías -que también atacaron física y verbalmente a Inti Asprilla y a Katherine Miranda- y permaneció por horas retenido, con este nuevo “protocolo” ¿qué le harían? De haber estado gobernando el que dice mandarnos en la época de los cruzados, todos estos acorazados combatientes habrían terminado en la mazmorra, porque según la manera de pensar de nuestra Gestapo, estarían disfrazados para que no los reconociera el enemigo, el enemigo era el sarraceno.
Claro eso sí, que muchos engaños conyugales pudiesen haberse evitado si se hubiese prohibido el uso de la capucha a partir del Génesis. O sino veamos por qué Jacob tuvo que casarse con la fea para que su tío Labán le entregara la bonita. Recordarán ustedes que estas mujeres solo dejaban verse la cara hasta después de la ceremonia de matrimonio, de tal forma que Jacob tuvo que esperar siete años casado con Lía -la fea- hasta que pudiera estar con la bonita Raquel. En esa época, el uso de la capucha o velo permitió meter gato por liebre. (Como chisme, entre Lía y Raquel dicen que Jacob tuvo 12 hijos.)
La justificación que da el Gobierno sobre esta nueva prohibición es que los encapuchados son quienes cometen desmanes en las manifestaciones, lo cual encontramos razonable, a fin de cuentas, el ESMAD va encapuchado. ¿Por qué a abuelo y nieto no les van a dejar ir encapuchados, mientras el ESMAD sí puede hacerlo?
¿Con qué cara le ordenan a la ciudadanía no portar capuchas cuando sin capucha estigmatizan, acosan, violentan y asesinan a manifestantes? Este “nuevo protocolo”, que en realidad no trae mucho de nuevo, es la confirmación de que el Gobierno no está dispuesto a reconocer los excesos de la Policía Nacional, a tal punto que aprovechan una orden judicial que les pedía garantizar el derecho a la protesta para socavar ese mismo derecho. El “protocolo” también crea una obligación a cargo de los organizadores de la manifestación, que consiste en la adquisición de un seguro de responsabilidad civil extracontractual previo a la autorización -ojo con esta palabra- de la movilización. Se ve que Fasecolda metió mano en la redacción de este artículo, pues ellos serán los que harán el negocio teniendo en cuenta que todos los días hay protestas en el país. Desde ya abriremos una agencia de seguros propia, con la aclaración de que no cubriremos las lágrimas de los gases lacrimógenos.
Este requisito haría imposible en la práctica que sectores desposeídos -como los reclamantes de tierras, los desplazados y las trabajadoras sexuales- ejerzan su derecho a la protesta, pero además desconoce el precedente constitucional que en varias sentencias ha aclarado que las movilizaciones no requieren de aprobación o autorización previa por parte de las autoridades locales o nacionales. Sabemos que esta propuesta ha sido presentada dos veces por un senador godo y dos veces ha sido derrotado.
Si de capuchas se trata, desocupados gobernadores y gobernantes, tendrán ustedes que prohibir el condón, capucha que se usa ahí, en ese sitio que ustedes ya saben, para evitar que el espermatozoide salga a la carrera a perseguir un ovulo. Entonces, ustedes podrán fornicar, pero sin capucha, porque la capucha impide conocer quiénes son. Quítenle la capucha a sus robocops y a los fantasmas de chaqueta negra que montan en las motos de robocop para disparar balas al aire, que siempre dan al cuerpo del ocasional transeúnte. Sherlock Trujillo, trate de poner orden en su casa antes de criminalizar la protesta.
Durante la Inquisición, a los penitentes se les exhibía encapuchados ante la multitud, sin embargo, algunos se levantaban la careta de la capucha, algo que solo un tonto haría, por eso se les apodó tontos de capirote y eran rey de burlas en las marchas. Podríamos decir que muchos de quienes ejercen el poder en Colombia deberían llamarse tontos de capirote.
El anonimato es un derecho. La intimidad es un derecho. A nadie pueden obligarle a identificarse para poder ejercer sus derechos. Nos oponemos a esta nueva limitación y la desafiaremos en donde corresponda.
Ñapa uno: sobre encapuchados, les invitamos a ver las investigaciones elaboradas por Cerosetenta y La Silla Vacía, la primera sobre el encapuchado del barrio Galán que disparó contra los manifestantes con la protección de la Policía, y la segunda, sobre el desafuero de los policías del CAI Verbenal que resultó en la muerte de tres civiles desarmados. Que se sepa toda la verdad sobre la masacre de Bogotá.
*Acá, los enlaces respectivos:
- https://cerosetenta.uniandes.edu.co/la-oscura-noche-9s-primer-capitulo/
- https://m.lasillavacia.com/silla-reconstruye-como-policias-mataron-los-tres-jovenes-verbenal-78570
Ñapa dos: la última condena al Estado por violación en un CAI nos permite definir CAI como: lugar de tortura que se empleaba en la Inquisición y amoblado barato para uniformados en el día de hoy.