Por: Daniel Rojas Medellín
Conversando con amigos del cono sur pude comprobar que nada puede ser más increíble que nuestra propia realidad, me enfrenté a la enorme dificultad de contar nuestra historia y lograr que mis amigos la creyeran, sucedió cuando les comuniqué que el gobierno de mi país había decretado una medida para incentivar la compra masiva de electrodomésticos en días en los que el sentido común ordena el distanciamiento físico para preservar la vida.
Lo que relato a continuación pareciera producto de la fantasía. Esta ingrata semana el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana publicó un informe sobre la transparencia en el uso de los recursos públicos que el gobierno ha destinado para atender la pandemia, después de revisar los decretos, resoluciones y declaraciones oficiales, el informe concluyó que era imposible determinar la magnitud de los mismos.
Días antes de ser publicado el informe, en alocución presidencial emitida por la televisión Nacional el viceministro de Hacienda había afirmado que el presupuesto para atender la crisis sumaba la grandiosa cifra de 117,2 billones de pesos, aunque, anteriormente el Ministro Carrasquilla hubiese hablado de 30 billones; el profesor Jorge Espitia hizo el ejercicio y sumando recursos obtenidos por deuda pública obtuvo una cifra de 53,2 billones y el más reciente informe de ejecución presupuestal emitido por el Ministerio de Hacienda denota una apropiación de 29 billones, las cifras no cuadraban.
Un tecnócrata de las filas de Carrasquilla resolvió el dilema que inquietó a los curiosos de la política fiscal determinando que la cifra real corresponde a los 117,2 billones de pesos anunciados por el viceministro en televisión. El dilema parece resuelto cuando un tecnócrata habla con la fuerza excluyente de la verdad absoluta que a sus palabras le imprime, aquel remoquete que le causa tanto orgullo a la representante Goebertus.
Para jactancia de la tecnocracia, con sus cifras oficiales e irrefutables, Colombia estaría entonces destinando el 11% de su PIB a la emergencia y eso lo ubicaría en la honrosa posición de ser el país latinoamericano que más recursos designa para conjurar la crisis.
Me concedo una pausa en el relato para redundar en jurarle a quien me lee que lo que escribo no es ficción, es el relato de una historia que, aunque parece fantasiosa sólo describe una realidad constatable.
La explicación para obtener la asombrosa cifra consiste en sumarle al presupuesto, 80 billones de pesos y un poco más que el gobierno ha destinado para financiar dos grandes rubros que constituyen la magnitud de la ayuda oficial y sus prioridades: 60 billones para garantizar la ganancia bancaria y más de 20 billones que cuestan las múltiples exenciones, deducciones y demás beneficios tributarios otorgados principalmente a las personas jurídicas y naturales más ricas de este país.
Cuando todos nos preguntábamos ¿cuánto es? La respuesta oficial fue asombrosa, el gobierno no se sonrojó en aceptar que es una cifra escandalosa de plata destinada a salvar a los más ricos.
Los 80 billones adicionales son un verdadero enigma, pues en el “Marco Fiscal de Mediano Plazo” que define el horizonte de ingresos y gastos, emitido el propio Ministerio de Hacienda, se dice que el presupuesto adicional para atender la crisis durante este año pesa 2,7 puntos del PIB (unos $27 billones). Vuelve y se embolata la cifra.
La cuestión no se detiene ahí, el Ministerio acaba de publicar un informe de ejecución y la realidad se torna más pavorosa, resulta que en tres meses y medio de pandemia el gobierno sólo ha ejecutado $3,6 billones de los cuales unos 2,3 se han intermediado con los bancos, mientras la gente en las calles reclama ayudas y las únicas respuestas que obtiene son balas y gases.
La pregunta de hoy es obvia ¿dónde está la plata?, cualquiera estaría preocupado por una cifra de tal magnitud en manos de un tecnócrata capacitado de muy buena reputación cuya honradez no pudo ser ahogada con los bonos agua, pero que hace grandiosos malabares con las cifras, “marrullerías contables” tituló un prestigioso medio financiero.
Para responderla hace falta imaginación, no para inventar historias sino para narrar increíbles realidades, cuando cambiaron la custodia de Badillo, Rafael Escalona, que era un extraordinario relator, resolvió la duda diciendo que se la había llevado un ratero honrado.
Si a mi me preguntan respondería que Colombia, como el pueblo de Badillo, se ha puesto de malas, el inspector tiene miedo para proceder ¿y la plata? se la llevaron, ya se perdió.