Por Gustavo Petro.
Debo confesar que una de las cosas que más me ha sorprendido en estos tiempos de pandemia ha sido observar la manera como la sociedad ha actuado con tanta pasividad frente a un sistema de salud que está fallado estruendosamente.
El sistema de salud que impera actualmente en de Colombia nace en 1993 de una ley de autoría del entonces presidente Cesar Gaviria, con ponencia principal de Álvaro Uribe en el senado. No trabajaron en realidad mucho, una serie de asesores tecnocráticos, que después se hicieron a los puestos de mando del sistema, como Jaime Arias, el ponente en Cámara, realmente lo que hicieron fue calcar el sistema chileno de autoría de Pinochet que reflejaba en mucho el sistema de aseguramiento privado de los EEUU.
Este sistema de salud es, para la mayoría de los colombianos, incluido el personal de salud, el único que han vivido; solo los más viejos de la sociedad y los médicos decanos, vivieron otros sistemas. En general los médicos de más de 60 años, educados fundamentalmente en la U Nacional y con experiencia en el San Juan de Dios, defienden hoy, los sistemas de salud pública, la mayoría de los médicos y de la población, más jóvenes, consideran que lo que tenemos es lo mejor posible y no han tenido la experiencia de otros sistemas de salud.
Por eso es tan difícil, entender que tenemos uno de los peores sistemas de salud de mundo.
En grandes lineamientos, en el mundo, los países tienen dos grandes sistemas de salud, el preventivo, impulsado por la OMS, con fuerte asiento en Costa Rica, Cuba, Europa, Asia, y los de aseguramiento privado con fuerte asiento en EEUU, Chile, Colombia, Perú y Brasil.
Sistema de salud preventivo no es igual a comunismo, ni sistema de aseguramiento privado es igual a capitalismo.
En varios países profundamente capitalistas, las luchas sociales no dejaron privatizar los sistemas de salud, y lograron excluir la salud del mercado, es decir, de esa lógica perversa de acumular ganancias a costa de la enfermedad. Allí imperan sistemas públicos.
En otros países, también capitalistas y peor, donde las ideologías neoliberales fueron más fuertes, se decidió convertir la salud en un negocio regido por las reglas del libre mercado, pensando que así se llegaba a la eficiencia y al máximo de cobertura.
Neoliberalismo tampoco es igual a capitalismo. El neoliberalismo, ideología que irrumpió
con fuerza desde 1980, precisamente en los gobiernos de Augusto Pinochet, Margaret Thatcher y Ronald Reagan inspirado en el pensamiento económico de Milton Friedman y su escuela de Chicago, considera que el máximo bienestar humano se alcanza con la máxima libertad de los mercados y con la máxima extensión de los mercados a toda la existencia humana y no solamente, como era hasta entonces, en la producción de bienes.
Colombia decidió el sistema de aseguramiento privado, porque los gobiernos aquí desde 1990 fueron neoliberales pero a diferencia del de Pinochet, quien se instaló en el Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1.973 con un golpe militar, los de aquí han sido elegidos por voto popular.
En Colombia la salud, como la educación, los servicios públicos y otros ámbitos del existir humano pasaron a ser mercados construidos artificialmente desde el Estado. La lógica del mercado, que no es otra cosa que el afán de ganancia, se ha instalado en casi la totalidad del sistema de salud colombiano. Es por ello que las entidades privadas sin ánimo de lucro fracasaron apenas se ejecutó la ley 100. El san Juan de Dios, el materno infantil, el Lorencita Villegas de Santos, y luego, prácticamente toda la red de prestadores hospitalarios de carácter público, quebraron.
El personal de salud dejó de ser contratado a término indefinido, y pasó a ser contratado por organismos tercerizados, cooperativas de trabajo o por OPS, contratos de prestación de servicios de bajo ingreso y a término definido y breve. Era imprescindible reducir el costo laboral de los servicios médicos para dejar espacio a las ganancias particulares.
En ese sistema mercantil, un grupo pequeño de personas dueñas de EPS, importadores de medicamentos y a través de las EPS de clínicas privadas, ha hecho enormes ganancias, con dineros que son en realidad públicos, tanto de las cotizaciones del salario, como del presupuesto directamente.
En este tipo de sistemas de aseguramiento, la ganancia sale de la enorme cantidad de dinero que llevan debajo del brazo las millones de personas que se afilian, casi siempre obligatoriamente y de la minimización de los gastos en salud que se hace en estas personas. El tratamiento de la enfermedad también genera enormes oportunidades de ganancia, a través del pago de medicamentos a enormes compañías multinacionales que hacen ganancias a partir de apropiarse de la investigación y de los derechos de propiedad y marca registrada.
El otro sistema, no mercantil, trata de minimizar los costos de salud por la vía de prevenir la enfermedad a través de la atención primaria que pertenece al Estado. Al evitar al máximo la enfermedad, al impedir que una persona se agrave, se disminuye el volumen de enfermedad en la sociedad y sus costos, que son asumidos por el presupuesto y la contribución salarial. La disminución de la enfermedad a través de su prevención, es el ejercicio de una salud vista como derecho del paciente.
Prevenir la enfermedad y hacer negocios sobre el riesgo de enfermedad son dos criterios mutuamente excluyentes. Por eso los países escogen uno u otro sistema, lo cual no significa que no haya prestación privada en los sistemas universales de prevención de salud pública.
Colombia no conoce el sistema preventivo. No sabe que si por ejemplo, el agua potable llega de verdad, el aire deja de estar contaminado, se consolida la paz, y no se estimula la velocidad, la mayor parte de las muertes serian evitables, comenzando por la muerte de niños y mujeres en embarazo.
Solo en Bogotá, se expandió desde el 2003 hasta el 2015 un modelo preventivo que introdujo al mismo tiempo las tesis de la medicina familiar y comunitaria, como lo proponía la OMS.
Para 2015, este sistema preventivo tenia más de 6.000 profesionales de la salud pagados por el presupuesto, con ingresos tres veces superiores a los del sistema de aseguramiento.
Esta fuerza humana de la salud se distribuía de manera organizada en equipos de 5 personas en micro territorios de 800 familias cada uno. Así se garantizaba que los equipos médicos conocieran a las familias y su entorno, y se garantizaba que se pudieran visitar rutinariamente, descubriendo la enfermedad y sobretodo, previniéndola. Los Camad, exclusivos para problemas de adicción a las drogas lograron hacer 65.000 consultas. Los jóvenes, hombres y mujeres adictos nunca habían tenido un dialogo con el Estado a partir de una consulta con profesionales. Para ellos solo estaba la clandestinidad peligrosa, el maltrato y el calabozo. El programa territorio saludable, que antes se llamaba salud a su hogar, al final y solo para el año 2015 hizo cerca de siete millones de consultas a 800.000 familias del estrato 1 y 2 de la ciudad.
Las estadísticas de enfermedad mejoraron formidablemente. La mortalidad infantil descendió a niveles comparables con los países desarrollados y cumplimos la meta del milenio en reducir la mortalidad materna.
Territorios saludables fue el responsable de haber hecho descender la pobreza multidimensional del 12% del total de la población en 2011, al 4.7% en 2015
Tuvimos problemas concretos. Necesitábamos 1,000 médicos y médicas para los mil equipos, y a pesar que pagábamos seis millones mensuales, no llegamos a tenerlos. O no había, o no estaban preparados para ir a los barrios populares de la ciudad. Descubrimos lo que las estadísticas gritan, que somos uno de los países con más bajo número de médicos y enfermeras por cada cien mil habitantes del mundo.
También sufrimos la presión política. Al personal de salud le daba miedo formular. Porque al formular a personas que ya estaban afiliadas a una EPS los hacía blanco del procurador o del contralor, y porque la EPS no aceptaban las fórmulas.
Aquí descubrimos como los dos sistemas son incompatibles a menos que la ley cambie y priorice el sistema preventivo.
Ni más ni menos aquí y en la práctica, descubrimos hasta qué punto se había vulnerado en Colombia el acto médico.
El acto médico es el contrato básico de la medicina y nace con Hipócrates.
Establece primero que el paciente tiene derechos, que su enfermedad y tratamiento no es del dominio público, que puede acceder a una segunda opinión médica, y que la relación médico y paciente goza de plena autonomía, donde un tercero, llámese Estado, asegurador, farmacéutica, no debe intervenir, sino cumplir sus mandatos.
Hace poco hable de la autonomía del acto médico frente a la pandemia para hacer retroceder el imperio mortal de las EPS, y casi soy triturado en los medios de comunicación.
Al impedirles formular a nuestros médicos de territorios saludables, así se llamaba el programa en la Bogotá Humana, se interfería por completo la autonomía del acto médico.
De hecho, lo que hacen las EPS todos los días, al imponer la lógica mercantil del sistema de aseguramiento es presionar el acto médico para que no se formule al paciente con tratamientos costosos, así estos salven la vida del paciente. Si se puede paliar un cáncer o una pancreatitis con un acetaminofén, mejor, más ganancia para la EPS. Y si el paciente demanda, mejor invertir en abogados que en tratamientos.
Los sistemas de aseguramiento privado y los preventivos de salud pública se probaron en todo el mundo con la pandemia covid 19.
El resultado salta a la vista.
Los países que más padecen la epidemia en todo el mundo son los que se basaron en el aseguramiento privado, en primer lugar, EEUU, Brasil, Perú, Colombia y Chile, los casos de India y Rusia entran en este top más por la cantidad de su población que por la incidencia de la enfermedad. En América latina los países con fuertes sistemas preventivos: Costa Rica y Cuba, los países anglófonos del Caribe, Uruguay y Venezuela, han logrados muy buenos resultados. En Europa contrasta el caso de Italia. En el norte, con aseguramiento privado, la enfermedad arrasó. En el sur, con salud preventiva a través del médico de la comunidad, no se expandió. En China, Singapur y Nueva Zelanda el éxito estribo en su modelo de salud preventivo.
Es decir que, de acuerdo a la experiencia mundial, Bogotá solo si hubiera mantenido el programa territorios saludables, con sus siete millones de consultas como las hicimos en el año 2015, y con las pruebas suficientes, hubiera podido controlar con mucha eficacia la enfermedad y no tendría los resultados actuales.
En todo el país, un sistema preventivo de salud pública, hubiera garantizado salvar la vida de decenas de miles de personas.
Tanto Duque como Claudia se decidieron por el sistema de aseguramiento y condenaron el país. Dejaron que las EPS tomaran el mando y la rectoría del control de la enfermedad. Incluso en Bogotá, se atrevieron a privatizar aún más hospitales y a demoler la cuna de la salud pública de Colombia: el hospital san Juan de Dios. Como para recordarnos que significa hacer de la salud un mercado, la firma que demolerá el San Juan y lo reemplazará por un nuevo hospital administrado privadamente, el Santa Clara, es Copasa, la misma que entregó sobornos al Partido Popular en Madrid, y la misma que entregó sobornos al Rey Juan Carlos por conseguir el contrato del tren de alta Velocidad en Arabia Saudita, como lo denunció recientemente, su amante Corina Larsen. Por estos sobornos depositados en cuantía de 70 millones de euros en cuentas de Suiza, el Rey ha huido de España a fin de esquivar la investigación.
Cuando pedí que se construyera el sistema de salud preventivo en manos del Estado para la enfermedad del covid, en el mes de marzo, voces incluso médicas y de economistas como Alejandro Gaviria, se levantaron para decir que en medio de la crisis no se podía cambiar el sistema. Yo creo que precisamente el decretar una emergencia era para eso, no tenía otro sentido decretar una emergencia sino fuera para controlar la enfermedad con un sistema diferente al de la ley 100, y de acuerdo con la experiencia mundial. Garantizar un sistema de salud que fuera capaz de controlar la enfermedad con el mínimo posible de muertos.
Las EPS fueron absolutamente incapaces del control de la enfermedad. Eso sí, se quedaron con billonarias sumas de dinero público.
Un sistema de aseguramiento privado no sirve para controlar pandemias, de hecho, la epidemiología es una profesión de salud preventiva.
Las cifras de la pandemia en Colombia son dantescas: 377.000 contagiados oficiales y 12.500 muertos, cifras con las que ya superamos a Chile, convirtiéndonos en el octavo país del mundo en contagio. De Chile, precisamente, calcamos su modelo de salud. Y no ha sido posible que se corra el velo ideológico del neoliberalismo en la mente de quienes dirigen el país y sus gremios privados y no han querido reconocer la inviabilidad de muchas de sus políticas.
Desde el punto de vista de un sistema de salud preventiva, que Colombia Humana propone y defiende, necesitaríamos que hubiera agua potable en todos los rincones habitados del país, lo cual significa abandonar la privatización de los acueductos. Necesitamos aires respirables en las grandes ciudades lo cual significa transportes eléctricos y que los transmilenios pierdan el monopolio. Necesitaríamos una industria movida por energías limpias, lo cual significa que los hogares generen energía solar para romper así el oligopolio de la generación de la energía. Necesitamos rodear las ciudades de bosques, lo cual significa poner en cintura la especulación inmobiliaria en la expansión urbana. Necesitamos la creación de 18.000 quipos médicos para 15 millones de familias con capacidades y compromiso con la población en micro territorios que cubran cada palmo de la geografía nacional, es decir, 18.000 médicos y médicas y 72.000 enfermeras y auxiliares de enfermería. ¿Los tenemos? Si no los tenemos hay que prepararlos en nuevas facultades públicas de medicina y enfermería.
Necesitamos indudablemente reconstruir la red hospitalaria con alta tecnología y necesitamos mucha pero mucha investigación médica y de salud.
Se puede hacer esto con los actuales recursos presupuestales pero redirigidos, no enviándolos a las EPS, sino directamente hacia el sistema de salud pública preventiva y la red hospitalaria. Este es nuestro objetivo en salud. Cuando lo hagamos sabrán que prevenir, es muchísimo más barato que curar.