lunes, septiembre 16

POT INCONCLUSO

Por: David Racero Mayorca, Representante a la Cámara por Bogotá. Coalición Decentes y Estefanía Montoya Domínguez, Magíster en Medio Ambiente y Desarrollo

Bogotá cuenta con un millón de árboles y arbustos en los espacios públicos de la ciudad, sin embargo, hay 0,16 árboles por habitante, lo que indica que a cada 6 personas les corresponde un árbol. ¿El POT de Peñalosa está inconcluso?

El Plan de Ordenamiento Territorial es el instrumento que durante los próximos 12 años orientará objetivos, principios, acciones y disposiciones normativas que organizarán el espacio de Bogotá y con ello, la forma en la que habitamos la ciudad, suplimos nuestras necesidades básicas y propendemos por nuestro bienestar.

El POT vigente para Bogotá fue aprobado en el año 2000, pero ajustado a través de modificaciones parciales en 2003, 2004 y 2007. En 2013 se propuso una reforma excepcional a este Acuerdo, la cual no logró consenso en el Concejo y fue sancionada mediante Decreto por el Alcalde Mayor. No obstante, sus ajustes no fueron implementados, primero, por una medida cautelar del Consejo de Estado (2014) y, en segundo lugar, por decisiones judiciales.

Hoy Bogotá se encuentra en la formulación de un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial. En este contexto, conviene hacer un balance alrededor del cumplimiento de las estrategias que en el primer Plan de Ordenamiento Territorial fueron esbozadas. Para ello, es de utilidad la evaluación realizada por la Secretaría Distrital de Planeación sobre este asunto en la que concluyó que, a 2017, solo el 35% de las obras habían sido finalizadas. Por ejemplo, se definieron 20 troncales para TransMilenio, y en 15 años solo se construyeron 9; se proyectaron 431,45 kilómetros de ciclorruta, y solo se llegó a 187.

Otras estrategias de las contempladas a partir del año 2000 y que tuvieron escaso desarrollo, no permitieron dar respuesta a los cada vez más numerosos requerimientos de los habitantes. Esto ocurrió con la oferta de vivienda; la provisión de nuevas vías para un parque automotor que creció un 70%, con 2 millones de carros; la reducción de la pobreza y la segregación espacial, pues cerca del 10% de quienes residen en Bogotá se encuentran en esta situación y viven en zonas con escasos bienes y servicios públicos. De igual manera, las soluciones en términos de movilidad e infraestructura para el funcionamiento de la misma no fueron las acertadas.

En lo relativo a las medidas a implementar para la protección de la base ecosistémica de la ciudad también son evidentes los rezagos. Por la ubicación de Bogotá en una de las zonas de mayor vulnerabilidad ambiental en el país, área en la que también se localizan otros grandes centros poblados, las tres vertientes de la cordillera de los Andes y las cuencas altas y medias de los ríos Cauca y Magdalena, ha debido avanzarse en la formulación de medidas eficaces para la gestión del recurso hídrico, la conservación y recuperación de los ecosistemas estratégicos y la relación sustentable de la capital con otros municipios.

Por otra parte, las zonas verdes de la ciudad y el arbolado urbano son asuntos que desde hace más de dos décadas Bogotá ha atendido precariamente. Al revisar los datos del Observatorio Ambiental de la ciudad puede constatarse esta alarmante realidad:

“En la ciudad se cuenta actualmente con 1.114.765 árboles y arbustos en espacio público de uso público. Bogotá presenta tan solo 0,16 árboles por habitante, lo que implica que a cada 6 personas le corresponde un árbol, a diferencia de ciudades como San francisco y Filadelfia que alcanzan a superar un árbol por habitante, denotando el déficit de cobertura y espacios arborizados en la ciudad, propinando la contaminación del aire sobre la salud, la baja captura de CO2 y la productividad de las personas[2].

A los retos propios de esta metrópolis de más de siete millones de habitantes, se suman los que condicionan a las grandes ciudades del mundo: migraciones, crecimiento sin planificación, deterioro de los ecosistemas, fundamentalmente en las áreas rurales aledañas, deterioro de la calidad del aire, inadecuada gestión de residuos, movilidad insostenible y generación de un volumen apreciable de gases efecto invernadero.

Frente a los anteriores interrogantes el próximo Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá debe brindar respuestas. Adicionalmente, materializar el mandato emanado de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y las orientaciones de política internacional que sugieren que la adaptación y la mitigación de los efectos del cambio climático han de transformarse en la prioridad de la gestión pública urbana.

Si bien es cierto que Bogotá ha venido transitando por una senda que imposibilita un modo de vida que respeta los límites del entorno natural y por el contrario, genera mayores presiones sobre los mismos, hasta el punto de degradarlos; también se han llevado a cabo esfuerzos por ir a la vanguardia en el país incorporando, como preocupaciones de ciudad, la protección de los cuerpos de agua; la propuesta de creación de la Reserva Thomas Van Der Hammen, que sería el bosque urbano más grande América Latina; las preguntas por una nueva gestión de los residuos sólidos, la renaturalización de espacios de la ciudad y entre otros, la defensa de los derechos de los animales y el posicionamiento, por primera vez en el país, de la adaptación del territorio al cambio climático y de su ordenamiento en torno al agua.

Igualmente, deben ser recogidas los aprendizajes de cómo fue aplicado el primer POT en Bogotá, pues la ciudad se ha distinguido por el saber y las experiencias incorporada alrededor de la aplicación de las normas de ordenamiento del espacio y del aprovechamiento del suelo.

En este camino ya transitado hay que seguir progresando, incorporando también avances como los que cristalizó la administración Bogotá Humana. De su propuesta de modificación del Plan de Ordenamiento Territorial deben retomarse las ideas de compactar el crecimiento de la ciudad, respetar las áreas rurales de Bogotá y su estructura ecológica principal y proveer equipamientos públicos que garanticen los derechos de los habitantes, una movilidad digna con el metro subterráneo y vehículos con bajas emisiones de dióxido de carbono.

¿Avanzará Bogotá en la senda de adaptarse a las condiciones de esta era y del cambio climático como elemento determinante de la vida en los próximos años? En nuestra próxima entrega presentaremos brevemente lo que Peñalosa quiere plantearle a Bogotá en los años venideros.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *