Por: Jorge Aguilera PhD
Como lo señala Palma Florián en “La desaparición forzada: una verdad caleidoscópica” (2016), existe un derecho de las víctimas de delitos atroces a conocer lo sucedido con sus familiares desaparecidos, pero no solo eso, es el derecho amplio a conocer y establecer la verdad sobre los crímenes en su contra.
Este es un derecho amparado en el Derecho Internacional Humanitario a través de los artículos 32 y 33 del protocolo adicional 1 a los Convenios de Ginebra de 1949, decretados en 1977, según lo narrado por Palma (2016), dicho derecho plantea como responsabilidad de los Estados garantizar la verdad sobre los hechos asociados a las desapariciones forzadas para las familias de las víctimas directas y donde lo cita (Uprimny y Saffon 2007, p 151) como el derecho individual de las víctimas a conocer las condiciones de tiempo, modo y lugar en que acaecieron los crímenes atroces, así como un derecho colectivo de la sociedad a acceder a un relato histórico sobre las razones por las cuales sucedieron estos crímenes atroces.
El derecho a la verdad
En el caso del uribismo la desaparición de palabras y el cambio de unas por otras para ocultar la comisión de delitos o evadir el juicio social, tiene un antecedente, los desaparecidos del conflicto.
En este punto hay que tener algo muy claro y es que la verdad depende del deseo de su búsqueda, del deseo de ser reconocida.
De allí la importancia de los archivos de las comisiones de la verdad y el respeto sacro por construir, mantener y preservar los testimonios de los sobrevivientes, sin editar palabras, sin eliminar participantes y sin alterar los sujetos que cometieron o incidieron en la comisión de delitos.
Borrar o alterar los archivos de las víctimas no solo desaparece su realidad presente sino pretende borrar o alterar la verdad histórica en favor de alguien y en el perjuicio de todos.
Por ello la verdad se encuentra en una puja entre quien desea descubrirla y conservarla y quien desea ocultarla para garantizar su impunidad.
Los desaparecidos, una forma de borrar la historia
Dentro de los elementos que se pretende borrar al buscar cambiar el pasado y la historia están entre otros: Los sucesos, los testimonios, los testigos, los cuerpos como testigos del hecho, los lugares, los documentos y el lenguaje como último recurso para alterar la memoria.
Si no hay quien testimonie la existencia de un desaparecido lo elimina de la realidad a partir de la eliminación del testimonio que reconoce su existencia. El testimonio dignifica a la víctima, le devuelve su valor como persona por que la re-conoce.
Sin embargo, al borrar los archivos de la memoria se pretende desaparecer la realidad a partir de la desaparición de quien testifica, de quien la reconoce, ello también buscando que al alterar el testimonio la realidad pierda credibilidad.
De allí la importancia del lenguaje como mediador entre la realidad y nuestro reconocimiento de la verdad, alterar el lenguaje es contaminar la percepción de la realidad, en donde desaparece el fin más alto de la verdad y se suplanta por el interés más ruin de la mentira.
Por ello borrar o alterar los archivos y la recolección de la memoria es bloquear el acceso a la verdad.
¿Por qué borrar la historia y la memoria?
Otra de las formas de mentir hallada en el análisis de 7 mil publicaciones de Twitter tiene que ver con la posverdad, entendiendo como posverdad la reinterpretación de sucesos históricos a partir de narrativas falsas.
Este hecho lo podemos observar en los trinos de María Fernanda Cabal de los casos sobre la masacre de las bananeras y sobre el caso de los falsos positivos, sobre los cuales señaló que eran “mitos”.
Borrar la historia, ocultarla para que se olvide y se desconozca, también es una forma de falsear, de engañar a la ciudadanía, sumado a ello, toman el hecho y le brindan una interpretación errónea o lo dan como inexistente o ficticio.
Ejemplo de 3 de las ocasiones donde el uribismo ha pretendido alterar la percepción histórica
Fuente: Pantallazo de Twitter
La memoria es un elemento subjetivo, es lo que la persona recuerda de algo, mientras que la historia es el proceso objetivado de ese recuerdo, es decir, cuando ha sido comparado con varias personas para poder identificar con suficientes elementos de la realidad el hecho que se está estudiando.
Borrar la memoria de las personas, es eliminar la memoria de una sociedad y con ello desaparecer la historia.
Al borrar la historia lo que se busca es eliminar la objetivación de muchísimas memorias y lo que se pretende con estas acciones es, entre otras cosas, evadir la justicia o la responsabilidad sobre el hecho, dando paso a la posibilidad de la reincidencia impune.
De otro lado, si vemos el porqué de borrarle la memoria a una persona, encontraremos que tiene relación con desorientar para poder someter.
Técnicas para borrar la historia
En el caso del conflicto colombiano y a partir de los casos observados se puede establecer que el sector del narcotráfico patrocinador del paramilitarismo ha llevado a cabo las siguientes acciones para borrar la historia de Colombia, o para evitar que los colombianos tengan acceso a ella:
- Negacionismo: Negar la realidad, negar los elementos obtenidos de la memoria de la realidad.
- Desaparición: Obtener los archivos históricos y desaparecerlos. En este sentido se encuentran casos como la destrucción de los archivos sobre víctimas y desapariciones obtenidos del departamento administrativo de seguridad DAS en el Archivo General de la Nación.
- Alteración: Alterar los elementos probatorios que se están reuniendo para objetivar la memoria y construir la historia. Entonces se dejan allí, pero alterados, para poder generar otro rumbo e interpretación de la realidad.
Este acto de “ensuciar” los archivos judiciales además de buscar entorpecer acciones legales busca confundir alguna revisión posterior ocultando hechos y nombres relacionados con lo sucedido o acontecido realmente.
En este aspecto se cambian imágenes, se cambia el lenguaje, se alteran o se sustraen nombres hasta lograr incluso la absoluta inutilidad de las pruebas.
De lo observado hasta el momento han pretendido narrar la historia del conflicto desde los victimarios para salvar sus culpas y responsabilidades, a manera de asegurarse una dosis de impunidad.
Desde esa perspectiva, es que se intenta eliminar la memoria, se elimina la interpretación y la visión de las víctimas para generar una visión que favorezca al victimario. Por supuesto, borrar la historia será otra forma de mentir en el sentido de alejar la historia de la realidad para que favorezca la postura del criminal.
Se presenta entonces el “memoricidio”, que es pretender hacer olvidar los hechos acaecidos contra las víctimas, e incluso hacer olvidar las víctimas, hacer que no existan, de allí la negación como parte de este mecanismo, si no hay delito, no hay víctimas.
Para llegar al memoricidio generalmente hay unas fases previas. La primera es la calumnia, la segunda es la persecución, la tercera el genocidio, la cuarta, el magnicidio, y por último, el memoricidio, al generar una interpretación falsa de la realidad histórica o simplemente eliminar cualquier vestigio del crimen y sus víctimas.
En este sentido es muy importante el trino del Colectivo de Abogados José Alvear del 8 de abril de 2020, en donde indica que el memoricidio se da cuando el Estado pretende instalar una verdad oficial que desconoce su responsabilidad en crímenes de lesa humanidad y prácticas de genocidio, donde concluyen que por ello que este tipo de práctica es un crimen contra la humanidad.
Caso: Los archivos de la Defensoría del Pueblo.
Otro de los mecanismos para borrar la historia es la destrucción de archivos como el que se presentó en el Archivo General de la Nación sobre los archivos de la Defensoría del Pueblo.
Según el trino de la Liga Contra del Silencio del 17 de marzo de 2020. Carolina Cuadros Guzmán, historiadora y experta en temas de valoración documental, presentó una alerta ante el Archivo General de la Nación por cuanto expedientes con documentos sobre violaciones de derechos humanos que construyó la Defensoría del Pueblo en sus primeros ocho años, estarían hoy incompletos y perdidos en esa institución, tras un proceso de organización que costó más de 5000 millones de pesos.
Cuadros decidió instaurar una denuncia penal por la destrucción, supresión u ocultamiento de documento público en el archivo central de esta institución, sin embargo la denuncia fue archivada sin la respectiva notificación a la denunciante ni la explicación de la Fiscalía General de la Nación tomar esta decisión.
Caso: Alteración de archivos en el Centro de Memoria Histórica.
En nota del 10 de marzo del 2020 Sergio Saavedra señala una solicitud de la Fundación Paz y Reconciliación para retirar los archivos del conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica CNMH, a manera de prevención dadas las anomalías que frente a la reserva histórica ha demostrado tener el director del mismo, Darío Acevedo.
Las anomalías en la administración y cuidados del CNMH comienzan con la declaratoria de su director como “negacionista”, es decir, negar contra la evidente realidad que en Colombia haya existido un conflicto armado, hecho que provocó el retiro de archivos de su cuidado por parte de la organizaciones de víctimas.
Entretanto, Rubén Darío Acevedo Carmona director del nuevo gobierno para el CNMH ha señalado que el desarrollo de los contenidos bajo protección de la entidad han sido fruto del interés político de las guerrillas por imponer una explicación justificadora de sus aventuras y crímenes en ropaje académico, desvirtuando los archivos de las víctimas.
Caso: la alteración de palabras y la adición de términos en la presentación del Centro de Memoria Histórica en Cali.
Parte de la estrategia para borrar la historia por parte de Darío Acevedo en el Centro de Memoria Histórica se hizo evidente en el caso del Museo de la Memoria de Cali, donde se eliminaron palabras como “construcción de la memoria colectiva” “ Esperanza”, “Víctimas” y “Unión Patriótica” que simplemente fueron suprimidas.
De acuerdo con artículos circulados por twitter del medio “Pacifista”, el director del CNMH altera la información obtenida de los ejercicios para recuperación de las memorias hechos por las víctimas.
Darío Acevedo hizo eliminar sus imágenes de las descripciones así como términos sobre el fenómeno histórico alterando la interpretación del suceso a través del cambio del lenguaje.
Hay que recalcar aquí el trabajo por destruir la memoria recogida del conflicto por parte de Acevedo, al punto que hizo que retiraran a Colombia de la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia, que es un organismo que agrupa entidades que trabajan por la tarea de no olvidar violaciones de derechos humanos, es decir, se apartó de la organización internacional que reúne a las organizaciones que tiene como tarea evitar que crímenes de lesa humanidad pasen al olvido.
Hemos visto varias formas de borrar la historia, sin embargo en el caso del CNMH la estrategia es diferente, la estrategia consiste en alterar palabras, quitarlas o simplemente evitando el uso de determinados términos para que, no quede registro de su existencia.
Así, de acuerdo con lo encontrado en las publicaciones principalmente de Twitter, la entrada de Darío Acevedo como Director del CNMH lo que ha hecho es que la historia la narren los victimarios, no las víctimas.
Muestra de ello son las publicaciones asociadas al evento de la primera piedra del Museo Nacional de la Memoria, en donde los invitados fueron la cúpula militar y dejaron las víctimas afuera, en la calle.
Para Acevedo, el Centro de Memoria Histórica es una institución que debe reflejar una agenda política muy clara, lo cual elimina la objetividad mínima que debe tener quien obtiene datos históricos y los aporta a una narrativa de la realidad.
Si bien la idea del Proceso de Paz al establecer un Museo de la Memoria era que los colombianos a futuro conocieran su historia de forma transparente, para Acevedo esto es un proceso político y hay una parte de la historia que no quiere sea conocida en el futuro.
Otra de las acciones de esta dirección y que parecieran hacer parte de una misma estrategia para borrar la historia, tiene que ver con que Acevedo aisló al CNMH de todos los elementos comunes que tienen que ver con el Proceso de Paz, siendo el Centro Nacional de Memoria Histórica una de las líneas de la Ley de Víctimas del Proceso, con sus decisiones generó una ruptura institucional con la Comisión de la Verdad, con la Justicia Especial para la Paz (JEP), y con la Unidad de Víctimas.
De lo visto la estrategia de cambio de lenguaje, de alteración de descripciones de las víctimas y la ruptura institucional no tendría otro objetivo diferente a evitar que los colombianos conozcan el conflicto armado, sus vejaciones, protagonistas, participantes y culpables.
Al rechazar la existencia de un conflicto en Colombia, de paso Acevedo también rechaza la existencia de las víctimas de allí que parte de su trabajo fue retirar, la versión de las víctimas de las exposiciones que ha realizado el CNMH.
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Documentos de referencia:
Palma Florián, Cristian Jesús. “La desaparición forzada: una verdad caleidoscópica”. Desde el Jardín de Freud 16 (2016): 187-212, doi: 10.15446/djf.n16.58163
Uprimny Rodrigo, Saffon María Paula. “Verdad Judicial y verdades extrajudiciales: la búsqueda de una complementariedad dinámica”, en Las víctimas frente a la búsqueda de la verdad y la reparación en Colombia (Bogotá: Instituto Goethe & Instituto de estudios sociales y culturales pensar, editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2007.