jueves, febrero 6

Los siete días más importantes de los últimos 25 años

Por Gustavo Bolívar

Hoy hace una semana 11.3 millones de colombianos elegimos a Gustavo Petro y a Francia Márquez para que nos gobernaran por cuatro años.

A las ocho de la mañana, hora en que se abrieron las urnas, todo era incertidumbre. Las distintas encuestadoras dieron resultados tan disímiles en los últimos días, que ninguno de los candidatos estaba seguro del triunfo. Quien esto escribe era un manojo de nervios, sin uñas, con los sentidos alterados, los sueños en suspenso.

En Bogotá se respiraba una falsa calma que asustaba. La gente salía callada de las urnas, mirando al piso, tratando que nadie descifrara su voto. Solo las pintas alternativas de algunos y algunas votantes jóvenes con tatuajes o pearcings develaban su voto secretosky.

En los territorios más olvidados de Colombia se vivían escenas épicas, diametralmente opuestas. Decenas de miles de indígenas y campesinos, en un desfile interminable de esperanza y fe en el futuro, bajaban de las montañas, atravesaban ríos, cabalgaban kilómetros a lomo de mula o caballo. Dentro de los buses escalera, más conocidos como “chivas” la fiesta se anticipaba al vaivén de las destruidas carreteras rurales.

En la Colombia profunda todo era alegría. Un pueblo decidido avanzando hacia las urnas, un pueblo incontenible avanzando hacia el cambio.

Esa larga procesión no parecía otra cosa que el despertar de un pueblo por dos siglos resignado a su suerte. Hacía tanto no creían en algo, que verlos marchar hacia las urnas con esa decisión, mereció las lágrimas de muchos tuiteros, entre ellos yo.

A las cuatro de la tarde se cerraron las urnas. Quince minutos más tarde los primeros boletines. En el exterior ganó Rodolfo. Ese candidato exótico, malhablado, de pasado turbio pero contundente al comunicar, que por poco estuvo a punto de dañar el sueño de millones de colombianos.

Media hora más tarde, después del boletín seis, el anuncio más esperado de la historia. Gustavo Petro era el nuevo presidente de Colombia. Enseguida se prendió la fiesta en toda Colombia. Millones de personas en estado de alegría profundo se lanzaron a las calles, a las plazas, a los parques, a las redes sociales a proclamar, en medio de lágrimas, abrazos y gritos que había llegado el cambio, que Petro ya era presidente, por fin era presidente.

Las avenidas de las grandes ciudades colapsaron. Las bocinas de autos y motos nos recordaron los triunfos de la selección de Pékerman y James Rodríguez en Brasil. Todos gritaban, unos se abrazaban, otros corrían por los separadores con banderas de Colombia o del pacto histórico. El Movistar Arena, con lleno a reventar, esperaba al nuevo presidente y a la nueva vicepresidenta.

Cuando aparecieron, junto a sus familias, inmersas en una sonrisa inapagable, el estadio estalló en júbilo. Luego vinieron los primero anuncios: “No se expropiará nada ni a nadie”. “Respetaremos la propiedad privada” “desarrollaremos el capitalismo” “Pasaremos de un sistema premoderno y feudal a una sociedad del conocimiento”.

Los que pronosticaron que Petro llegaría con una horda de malhechores con boinas rojas a tomarse el palacio para convertir a Colombia en una sociedad fallida, se quedaron con los crespos hechos. Los primeros anuncios empezaron a despejar el panorama. El dólar no se trepó a $5.000 como pronosticaban muchos, las empresas no anunciaron su cierre o su traslado a otro país. Los aeropuertos no colapsaron por pasajeros huyendo de la llegada de “los guerrilleros comunistas al poder”.

Petro y Francia fueron portada de los principales diarios del mundo. El New York Times destacó el primera página el primer triunfo de un presidente de la izquierda en Colombia.

Han transcurrido apenas siete días desde su elección y, sin gobernar un solo día, ya Petro le ha devuelto el alma y la esperanza a toda una nación. Ha hecho tanto en tan pocos días que pareciera que el presidente en funciones fuera él. Comenzó pidiendo al Presidente Duque que desautorizara la compra de aviones ejecutivos por 200.000 millones para la Policía. Luego le pidió a alcaldes y gobernadores que alistaran lotes en sus localidades para construir allí las universidades para construir la sociedad del conocimiento.

Y no habían transcurrido 48 horas cuando a su teléfono entró una llamada que disipó todas las dudas: era el Presidente Biden. Estados Unidos seguirá siendo nuestro principal aliado y se buscará una relación bilateral más igualitaria. Habló el más poderoso del mundo. Los militares tuvieron que enfundar los sables con los que quisieron generar zozobra. Los empresarios se tranquilizaron. Y no solo se tranquilizaron, la mayoría de gremios se pusieron a la orden del nuevo presidente y sus equipos para buscar acuerdos. Fenalco le pidió no acabar con los días sin IVA y el gremio de la infraestructura le expresó su apoyo y disposición al nuevo mandatario.

Los anuncios brotaban como el petróleo de Cusiana en los años 80: se reestablecerán las relaciones bilaterales con Venezuela, se abrirá la frontera, El Partido Verde se declara bandada de gobierno, se conformará la red nacional de orquestas filarmónicas, César Gaviria, después de su aventura fallida por las toldas uribistas, se rinde por fin a la avalancha roja que apoyó a Petro y anuncia que su partido se suma al Acuerdo Nacional. Las mayorías están garantizadas. Pero faltaba más. Los cristianos del MIRA están cerca, los conservadores discuten la conveniencia de irse a la oposición o entrar a la coalición ganadora.

Entretanto se da la primera visita de Petro al Palacio de Nariño que habita Iván Duque y la de Francia a la casa adjunta de la vicepresidenta Martha Lucía Ramírez. Los memes de los funcionarios de Palacio observando a Petro con admiración no se hacen esperar. El video de Francia saludando a las empleadas del servicio marca un antes y un después en las relaciones humanas en los grandes palacios.

Pero faltaba la noticia más grande de este siglo. Durante su discurso en la RegistraduríaNacional, que a propósito disipó con creces el fantasma del fraude, luego de recibir su credencial como Presidente de la República, Gustavo Petro invitó a un diálogo al expresidente Uribe. No pasaron doce horas y ya el expresidente Uribe estaba respondiendo al llamado: “Agradezco la invitación del presidente Gustavo Petro. Acudiré a la reunión en representación del Centro Democrático. Son visiones diferentes sobre la misma patria. El tuit más importante en 25 años. Los dos políticos más importantes de este siglo, cabezas de la polarización en Colombia, anunciaban su disposición a reunirse. Como lo dije en un tuit, esto marca el inicio del fin de las encarnadas disputas entre amigos y familiares por proteger a uno o a otro líder. En adelante, de nada valdrán los insultos. Las escenas repetidas de gentes energúmenas gritándonos “guerrilleros” por el solo hecho de no creer o no pensar como Uribe, serán cosa del pasado. O eso espero. Cuando esas personas vivan sabroso, como se lo dije a Marbelle, sabrán que todos los relatos que construyeron desde la prensa del establecimiento eran falsos.

Faltaban anuncios. Primero, el nombramiento de Álvaro Leyva Durán como Canciller. Nada más merecido. Un luchador por la paz, un político pulcro, de origen conservador, de la casa Gómez. Protagonista de todos los diálogos de paz que Colombia ha emprendido con sus guerrillas. Horas después, la exministra de Comercio, Industria y Turismo, María Claudia Lacouture anunció en un tuit que “los 35 gremios y asociaciones empresariales, parte de Aliadas Alianza, contribuiremos en el Dialogo Nacional que promueve el presidente electo Gustavo Petro para seguir fortaleciendo la economía y mejorar las condiciones sociales”. Entretanto Portafolio, uno de los periódicos económicos de mayor credibilidad, titulaba: “Gobierno electo reduce dudas sobre transición energética”. Fenalcarbón se sumó a la oleada de gremios dispuestos a construir políticas públicas para sus sectores de la mano del nuevo gobierno. En resumen, los sectores empresarial, industrial y comercial se declaraban tranquilos y dispuestos a trabajar por un bienestar común al lado del nuevo presidente.

Las noticias no acabaron allí. En una semana tan frenética, tan intensa, se corre el riesgo de recibir más anuncios hasta último momento. Acabo de leer un tuit en el que Gustavo Petroanuncia la llegada del Partido Conservador a la Coalición de Gobierno. Sí. Los conservadores. Así como lo leen. Los mayores opositores de las fuerzas alternativas durante el gobierno Duque están aquí. Y no solo los conservadores. Rodolfo Hernández y Marelen Castillo, ahora Senador y Representante a la cámara, respectivamente, en virtud del Estatuto de la Oposición, anunciaron que no harán oposición al presidente electo.

¡Por favor, necesitamos opositores!

Petro es un crack, dijo alguien en las redes. En campaña estábamos angustiados por conformar mayorías y ahora, salvo algunos miembros del Centro Democrático, no tiene contrapesos en el Congreso. A este paso usted será el único opositor, me dijo un amigo en chiste. Claro que no lo seré, salvo que algún funcionario se desvíe del camino de la honestidad y me toque cumplir el deber de denunciarlo y ponerlo en la picota pública.

Pero tienen razón quienes así lo tildan. En solo siete días, Petro calmó los mercados, hizo anuncios importantes, hizo reversar el contrato de los aviones, se citó con Uribe y llenó de tranquilidad a miles de empresarios y a millones de colombianos.

Ha llegado el cambio. El cambio no es un letrero que dice “cambio” en una pancarta o una valla. El cambio es Francia saludando a sus excompañeras, el cambio es Petro pidiendo al Fiscal que deje libres a los chicos que fueron capturados durante o después del estallido social. El cambio es el páramo de Sumapaz saludando con una tormenta de nieve a quien más se ha esmerado por hacerle entender al país que debemos adaptarnos al cambio climático.

El cambio es Rebecca, la memorable mujer de origen Alemán regresando a Colombia a visitar la tumba de su amado Jhoan Sebastián Bonilla cuando Petro cumpla su palabra de levantarle la sanción injusta que le impuso Inmigración Colombia.

El cambio será el traslado de los uniformes y las armas de los miembros del ESMAD al museo de la infamia llamado Dylan Cruz. El cambio será la aprobación de la regulación de la marihuana recreativa. El cambio será ver a Francia hablando con Kamala Harris.

El cambio será reformar la justicia para que el Congreso deje de elegir al procurador, al contralor y a los magistrados de la Corte Constitucional, reformar la política para que en adelante todas las listas sean cerradas y paritarias, reformar el sistema electoral para que nunca más el voto de ningún colombiano se pierda en la maraña de corrupción.

El cambio será reactivar el campo para que nuestros campesinos sean ricos. El cambio será entregarles la sociedad del conocimiento y las oportunidades a nuestros jóvenes. Que en vez de bala les demos cupos universitarios. El Cambio será reforestar la Macarena para que no se interrumpan los siete ciclos de lluvia que sostienen la biodiversidad de la Amazonía. El Cambio será devolverles los derechos a los más vulnerables, poner los tres platos de comida en sus mesas. El Cambio será enseñarles Derechos Humanos a policías y soldados y darles cupos en las universidades.

Queda todo por hacer. Si en 7 días Petro y Francia lograron cambiar el ánimo y la fe de toda una nación, tranquilizar a los empresarios y armar inmensas mayorías en el Congreso, en cuatro años intensos, ellos y quienes los acompañarán desde el Congreso y las distintas esferas del gobierno, lograrán transformarla. Dios los oiga y les de la sabiduría necesaria para que así sea. Colombia lo merece.

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