Hace unos días llegó a mi despacho un “requerimiento” de la Contraloría General de la República en el que “amablemente” me pedían enviarles una tabla de Excel con los nombres de los influencers contratados por Prosperidad Social en 2024, el objeto de cada contrato y el valor de los mismos.
Debo admitir que me sorprendí y hasta me indigné. Tanto que le pedí a mi secretaria que respondiera de esta misma escueta manera: Señores Contraloría General de la República, hasta el momento no he contratado a ningún influencer pero en las próximas semanas sí lo haré.
Mi indignación se debe a que nunca me han preguntado cuantos abogados, cuántos economistas o psicólogos he contratado. ¿Por qué la pregunta exclusiva y sesgada para los influencers? ¿Por qué la discriminación?
Yo tengo una teoría y es la siguiente: Con la llegada de las redes sociales, en la primera década de este siglo, muchas personas empezaron a descubrir que podían influenciar con sus opiniones, con sus chistes, con sus investigaciones, con sus dibujos o sus modas, etc, sobre las masas consumidoras de noticias y contenidos. Esta influencia la ejercían antes y en exclusiva, los medios masivos de comunicación. A medida que fueron apareciendo diferentes redes sociales como Facebook, YouTube, Twitter, Instagram, WhatsApp y Tik Tok, por citar las más populares, también fueron emergiendo figuras que empezaron a ser reconocidas y seguidas por los internautas. Gente que lleva más de una década haciendo crecer sus cuentas y a las que ahora pretenden desconocer y hasta estigmatizar sin una razón válida. Mi teoría es que estos personajes a los que se les llaman influencers, están ejerciendo una fuerte competencia contra los medios de comunicación, especialmente aquellos que han permitido que sus noticieros se politicen.
Por décadas los medios de comunicación han moldeado la forma de pensar de la gente. La gente llegó a pensar como los propietarios y directores de esos medios quisieron que pensaran. No creo que lo hicieran con premeditación, era una simple consecuencia de poseer el monopolio de la información. Pero fue cuando estos medios cayeron en manos de las cinco familias más ricas de Colombia, cuando la manipulación se hizo evidente porque en la agenda de estos grandes medios ya no estaba simplemente un interés económico, sino también un interés político. Decidir quién gobierna, decidir quién ejerce el control, decidir quién juzga, quién legisla. Hablar bien de quien representa mis intereses económicos y políticos y atacar a quien ataca o no es funcional a esos intereses. La perversidad en toda su expresión.
Sin embargo, alguien se atravesó en el camino: Las redes sociales. Y dentro de ellas sus máximos protagonistas. Aquellas personas que dedican horas y horas escribiendo desde otro ángulo, grabando videos con otros relatos, personas que postean otra versión de los hechos: Los influencers.
La Real Academia de la Lengua, para el caso de contenido en español, ha tenido que adoptar rápidamente el nuevo lenguaje o la nueva jerga que de esta nueva realidad se ha desprendido. Aceptó la palabra tuiter y tuitero. También se habla de youtubers, instagrameros y tiktokeros. Lo cierto es que ninguna de estas profesiones existían hace pocos años y digo profesiones porque son profesiones. Ser profesional en algo implica una dedicación, una experticia, una experiencia, que los influencers ya tienen como fruto de un esfuerzo de años y de miles de horas entendiendo la psicología de las masas, inventando estrategias para alcanzar más engagement e innovando. De hecho, muchos de ellos, la mayoría, viven de su profesión y son contratados en todo el mundo, tanto por empresas privadas como por entidades públicas dada su alta efectividad para comunicar con una relación costo beneficio bastante eficaz.
Por eso mi sorpresa por el requerimiento de la contraloría. ¿Dónde dice que sea prohibido contratar influencer como para que esa información sea relevante?
¿Qué hace más importante a un abogado, un periodista o un economista que a un influencer? ¿El título?
¿Qué culpa tienen los influencers si son los pioneros en esta profesión y en el momento en que la iniciaron no había academias especializadas en el tema?
¿De hecho si hoy las hubiera no serían ellos los profesores?
Cuando enuncié en un tuit que iba a contratar influencers, se abrió un debate interesante en los medios. Algún periodista los quiso minimizar diciendo que ellos manejan un nichito. Es decir que le llegan a muy pocas personas. Lo que en el fondo se nota es que los medios están preocupados porque el control social que ejercen los influencers y sus investigaciones u opiniones independientes, están equilibrando nuestro derecho a informar y ser informados.
Se trata, nada más ni nada menos que de la estigmatización de unas personas dedicadas a crear contenido, que surgió a raíz de una noticia menor en la que un medio daba cuenta de una “gran investigación” según la cual el gobierno había destinado la suma de 650 millones de pesos para contratar influencers.
¿Qué hay de malo en ello me pregunté?
Todas las entidades públicas tienen un rubro para publicidad y comunicaciones que los titulares de esas entidades con sus juntas directivas decidimos cómo gastar.
Si el debate es por lo que ganan los influencers, no se preocupen y ya les digo porqué. En el sector privado, que se atiene más a los resultados que a los títulos, pueden ganar lo que quieran. De hecho, hay en el mundo influencers multimillonarios a los que les pagan gruesas sumas por aparecer consumiendo algún producto o como en el caso reciente de una actriz muy famosa en Colombia que debió recibir una buena cantidad de millones por fingir estar llorando por alguna situación, cuando lo que estaba haciendo era promocionar una marca de pestañina, si no estoy mal. En el sector público es distinto. Aquí ganan de acuerdo a unas tablas salariales que tienen que ver con sus títulos y su experiencia. Si no es profesional van a ganar menos de tres millones mensuales. Si es profesional hasta 5 millones. Si es profesional especializado hasta 8 y si tienen maestrías pueden ganar más de 10 millones mensuales.
Por ejemplo, para el caso de los influencers de que se ocupa esta columna, hay algunos de ellos como Lalis, que es comunicadora social o como María Niny Echeverry que además de comunicadora es abogada. Otro que se hace llamar Duda, que tiene su área de influencia en la Costa Atlántica es psicólogo y Celso Tete, a quien quise contratar hace poco pero me lo ganaron en la SIC, es Comunicador Social, especializado. Otros no han completado sus estudios, por citar algunos casos, y no por eso son menos importantes. Solo ganarán menos en caso de ser contratados.
Sin embargo, los mentirosos de siempre ya han salido a decir que nos gastamos la plata del presupuesto nacional en influencers. En ningún caso la inversión en ellos sobrepasará los límites permitidos por la ley. En mi caso particular, contratar tres o cuatro significan el 0, 001% del personal que trabaja en la entidad.
Nunca criticaron a Claudia López por los cientos de miles de millones que gastó durante su paso por la Alcaldía de Bogotá en ese rubro. Tampoco a Duque por las escandalosas sumas de dinero que gastó no solo en comunicaciones sino en bodegas para perfilar, precisamente a los influencers que no fueran de la derecha. Pero como es el gobierno Petro y como Petro no es funcional a sus intereses, como lo describí en párrafos anteriores, hay que atacar que la presidencia contrate influencers por menos del 1% de lo que han invertido sus antecesores en gastos de publicidad, para defenderse de la calumnia diaria, de la tergiversación diaria, de la mentira diaria o para contarle a los colombianos sobre las obras de gobierno que son muchas y que pasan desapercibidas en los medios interesados en solo resaltar los errores, las metidas de pata o los escándalos que los ha habido, algo inocultable.
Por eso pienso que la guerra que se le está haciendo a los influencers desde la derecha y los medios politizados tiene un trasfondo: Los medios ya no son el cuarto poder. El cuarto poder ahora son las redes sociales y los reyes de las redes sociales son los influencers. Ellos captan la atención de millones de seguidores, la mayoría gozan de credibilidad, y sus opiniones e investigaciones contrarrestan la asquerosa manipulación del sector politizado de la prensa.
En la política también ejercen un gran poder. Para la muestra varios botones: JP Hernández hoy es senador, Julián Triana y Aquinoticias son Concejales, entre otros, y esto ha motivado a que varios de ellos estén alistando sus campañas para el congreso en 2026. El mismo Gustavo Petro es un influencer en los temas de la economía y el cambio climático de los más prestigiosos del mundo. Su cuenta en sí, es un medio de comunicación como la de muchos influencers en Colombia.
Si sumáramos los millones de seguidores, los millones de likes y las vistas que tienen los post y las noticias o comentarios que tienen algunos periodistas y/o tuiteros como Gonzalo Guillén, Julián Martínez, Daniel Mendoza, Antonio Morales, Laura Camila Vargas, Levy Rincón, Beto Coral, Wallys, Alejo Vergel, Gener Úsuga, Euquico, Felipe Pineda, Uldarico, Físico Impuro, Marce Te Quiero Mucho, Urias Velasquez, Jessica Julieth Chávez, Don Izquierdo, Jojare, kronos, Miss Poirot, Gio Enciso, René Jiménez, Epicuro de Samos, Anny Ruiz, Pineda Ruiz, Wilson Suaza, Diana Marcela Otavo, Juan Poe, Jocker, Mamertos 2.0, El Pensador, Eko Aneko, Mr. Carvajalino, Elizabeth Criztina Ortíz, Juan David Pedraza, Daniel Monroy, Mauricio Jaramillo, Hernán Muriel, Esperancita Uribe, Pedro Coral Tavera, Amparo Castro, Hector Fabio Cardona, Daniel Bejarano, Alexander Klein, Rebeca Linda Marlene, Rosa Moreno, Marce Portilla, Abraham Katime, Marce Portilla, Lore Mezza, Gelver, y ni qué hablar de la cuenta de la filósofa Margarita Rosa, la fotógrafa Alexa Rochi, los caricaturistas Matador, Alexro, Xtian, Diegocaricatura, Jorge Gómez Pinilla, entre otras muchas que se me escapan y a quienes ofrezco disculpas por la omisión, entenderíamos que para el caso del nicho político, los medios de comunicación tienen en ellos una fuerte competencia con la que deben coexistir en lo sucesivo.
No solo porque denuncian la corrupción y tienen valentía, conocimiento y disciplina, sino también porque hoy son el referente de una sociedad que necesita alternativas a las verdades a medias que tratan de imponer quienes antes tenían el monopolio de las noticias.