Por: Urías Velásquez /twitter:@uriasv
Hoy en Estados Unidos 15 estados (Alabama, American Samoa, Arkansas, California, Colorado, Maine, Massachusetts, Minnesota, North Carolina, Oklahoma, Tennessee, Texas, Utah, Vermont y Virginia) acudirán a las urnas para escoger al candidado que por el partido Demócrata enfrente a Donald Trump en la siguiente elección presidencial. No obstante, la contienda es importante y definitiva también para los colombianos. En esta breve nota le cuento porqué.
Colombia siempre fue un apéndice político de los Estados Unidos; durante años, la clase dominante, a través de los medios de comunicación prepago, nos obligó a creer que lo que se rumorara en la potencia del norte se debía convertir en ley aquí. Lo anterior se puede ilustrar muy bien citando la sempiterna pregunta a los candidatos presidenciales: ¿habla usted inglés? Si la respuesta es: “yes, I do” el marrano está listo –como dirían los que fabricantes de lechona-. Si la respuesta es No, el juicio del periodista es implacable: ¡este candidato no sirve!
Y se procede así porque el criollismo delirante que campea por estos lares está convencido que Estados Unidos siempre va a ser el defensor de las ideas que a ellos les rentan: Patria, Familia y Propiedad: La primera, en el sentido que en este territorio se hace lo que ellos mandan, este o no ese mandato de acuerdo a la ley. El segundo, en el sentido que lo único importante es “el clan mafioso que ellos encabezaban”, los Gerlein y Char en la costa, el Vargas-Llerismo y el Santismo en el centro, el Uribismo en Antioquia, etc. y, la tercera: la propiedad, en el sentido que todos los recursos nacionales les pertenecen a ellos y por ese camino se han robado hasta lo que no está escrito: Reficar, Odebrecht, HidroItuango y tantos otros miles de tumbados en los que seguramente, en el futuro cercano, se cuente el nuevo alimentador de trasmilenio o metro elevado como lo bautizó el nefasto pero, además, impopular Enrique Peñalosa.
Lo que nadie se imagino es que el gran jefe del norte –para parafrasear la carta del indio Seatlle-, algún día, podría identificarse más con la visión de la oposición, es decir, con la visión y aspiración de aquellos que por 500 años han sido excluidos en esta tierras colombianas: los petristas modernos que no son más que la continuación del pueblo Yalcón de la Waqtapay, de Galán el comunero, de Carbonell –ese si el verdadero tribuno del pueblo y no el Zea aquel del balcón, conspirador y cobarde-, de Antonio Nariño –el perseguido por el uribe de su tiempo: el general Santander-, del general Rafael Uribe, de Gaitán y de otros tantos que lejos de conformarse con la situación de opresión han levantado su voz para decir: basta ya, no más!
Pero el día llegó y es ahora. Hoy en Estados Unidos se juega el 30% de la elección que definirá el candidato demócrata que luchará el siguiente noviembre por la presidencia y entre los candidatos hay un petrista, si señores, ¡un petrista!: Bernie Sanders, el líder del progresismo norteamericano y uno de los gurús mundiales e indiscutibles de esa tendencia.
Entre las propuestas progresistas de Bernie destacan: plan de salud universal, liberación de deudas por motivos educativos, casi el doble en el incremento salarial para maestros, aumento del salario mínimo nacional, impuestos a los súper ricos –que en Estados Unidos y en el mundo, incluido Colombia, no tributan o si lo hacen son cifras irrisorias-, inclusión de su país en los acuerdos de París para combatir el cambio climático y política exterior menos intrusiva y más negociada, esto solo por mencionar algunos.
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Pero así como en Colombia, en Estados Unidos, la ultraderecha declarada representada por el Partido Republicano y la derecha mimetizada en el ala conservadora del partido democrático (los tibios de allá) están con los pelos crispados, luchando como gatos patas arriba para impedir que Sanders, es decir: el verdadero cambio, gane la nominación demócrata. Los primeros, encabezados por Trump, no bajan a Bernie de loco, de comunista, de inconveniente. Y los segundos, encabezados por la Clinton,no solo no dejan de llamarlo desestabilizador de la democracia sino que ahora cierran filas contra de él: anoche tres de los precandidatos demócratas: Pete Buttigie, Beto O’Rourke y Amy Klobuchar adhirieron a Joe Biden, el exvicepresidente de Obama y rival más enconado de Sanders entre los demócratas y quien tiene el apoyo de los peces gordos del partido.
Aun así, Sanders no está solo pues su campaña está fundamentada en más de 20 millones de donantes y una estructura que incluye mayoritariamente mujeres, negros, población LGBTI y jóvenes; particularmente estos últimos que son los encargados de reunir a las multitudes que a diario llenan los lugares a donde su candidato se presenta.
Las predicciones más mesuradas advierten que Sanders ganará en California y las más arriesgadas afirman que lo hará también en Texas y que su número de delegados fácilmente podrá sobrepasar los 700. Nada mal si se tiene en cuenta que para alcanzar la nominación se requieren 1991.
En Colombia La pregunta del millón, en todo caso, seguirá siendo si de ganar Sanders, cuyas ideas fundamentales son compartidas por Gustavo Petro: ¿seguirá la ultraderecha colombiana insistiendo en que el presidente de platanal debe tener afinidad con el presidente de Estados Unidos? Muy seguramente lo que suceda es que esa ultraderecha rancia que tanto daño le ha hecho en estas tierras se divida en dos: la una, representada por Álvaro Uribe, que seguramente se apegue a una triquiñuela para cambiar su discurso y decir que no, que ahora que el presidente de Estados Unidos es de izquierda, no se requiere la tan popular afinidad presidencial entre el colombiano y el gringo. Triquiñuela con la que buscarán mantener su hegemonía, la corrupción que es lo que mejor saben hacer y la impunidad que tanto necesitan. Y la segunda, mucho más mesurada, pragmática y empresarial que se dé cuenta que de ganar Sanders lo que más le conviene al país será una eventual presidencia de Gustavo Petro.
Amanecerá y veremos, en todo caso, y dada la pasividad del pueblo colombiano y la manipulación del Paro Nacional por parte de algunos miembros del comité organizador, la cosa no pinta nada bien, pues es probable que, al final: quedamos a merced de la dudosísima Registraduría Nacional; los políticos tradicionales que compran votos y lo avisan sin tapujos a los cuatro vientos y en directo por los programas de Vicky Dávila; las autoridades competentes que no investigan nada, que no se dan cuenta de nada y cuya mayor virtud es cohonestar con la corrupción; o los medios masivos de comunicación que lo manipulan todo y disfrazan la verdad para hacer ver al que quiere el cambio de verdad y una Colombia más inclusiva y justa como culpable y al corrupto y asesino de siempre como el gran redentor.