jueves, octubre 3

Una Colombia arruinada que no puede perder la esperanza

Por Gustavo Petro

El primer año de Duque, que acaba de ser medido por el DANE, representa una catástrofe social para  Colombia. El año 2019 en términos sociales, muestra una radiografía muy clara de lo que representa el proyecto económico y social del gobierno y los efectos que tiene el voto de la ciudadanía en la vida cotidiana de la gente.

En 2019, meses antes de conocer la pandemia y sus consecuencias, 662.000 personas que estaban en la clase media  pasaron a ser pobres: y 729.000 personas que eran pobres pasaron a la extrema pobreza es decir, a lo que  llamaríamos  popularmente  la   indigencia. La mayoría de estas personas son niños, jóvenes y mujeres.

Porcentualmente el crecimiento de la pobreza extrema es pavoroso en el campo, donde se  pasó del 16,2% de la población rural en el 2018, al 19,3% en el 2019.  La mitad de los jóvenes rurales son pobres, y el 78% de las familias con tres o más niños también son pobres.

Las cifras cobran sentido cuando miramos las estadísticas del DANE por quintiles sociales, es decir, en cinco grupos poblacionales que
suman el 20% de la población cada uno, de los más pobres a los más ricos.

En el 2019, solo crecieron los ingresos del quintil más rico y solo en las ciudades. El 80% de la población total del país vio sus ingresos disminuir. Entre más se baja en las condiciones económicas de la sociedad, más bajaron porcentualmente los ingresos, lo que significa que los que más perdieron fueron los más pobres.

Esto significaría que la desigualdad social aumentó, y así, efectivamente, lo registra el DANE. Colombia que era ya el tercer país más desigual de todo el planeta, experimentó un crecimiento de esa desigualdad en el 2019. Medida la desigualdad por el índice GINI, pasamos de 0,517, a 0,526. Cuando se llaga a 1, toda la riqueza la tiene el 1% de la sociedad.

La desigualdad social en el campo es del orden del 0,8. Es por eso que tenemos tanta violencia y cultivos de coca, y es por eso que la solución no es matar y matar, ni fumigar y fumigar. La solución está en disminuir la desigualdad.

Ahora bien, si leemos la prensa de finales del 2019 nos encontramos con muchísimos titulares optimistas sobre el crecimiento de la economía, que se mide en algo que se denomina el Producto Interno Bruto, el PIB. En esos datos, también del  DANE, encontramos  que la economía creció un 3,3% en el 2019. ¿Si creció la economía por qué aumentó el nivel de pobreza en el país?

Aunque nuestra sociedad no está acostumbrada al análisis de las cifras y de las estadísticas, lo cierto es que debemos hacer un esfuerzo de comprensión para entender qué le pasa al país, y cuál es el efecto del voto de cada individuo en las elecciones. Hasta dónde la idea que tiene cada colombiano de su propio país coincide con la realidad que vivimos.

Cuando diseccionamos las cifras del crecimiento económico en el año 2019, cosa que nunca hace la prensa para explicarle a la sociedad en palabras sencillas lo que pasa, encontramos que de todas las ramas de actividad económica, lo que creció en la economía fue en primer lugar los servicios  financieros en un 8,2%, la administración pública y defensa en 4,2% y el comercio minorista en 5,9%. Todo lo demás estaba estancado o decreció, la agricultura y la industria, es decir la
producción  entre ellas. Como unas crecieron mucho y la mayoría se estancaron o decrecieron,  la economía en promedio creció un 3,3 % comparada con el 2018.

¿Qué significa esto? Que si fuéramos economistas serios, ninguna de esas tres cosas que crecieron significa producción de riqueza. Solo representan transferencias de la riqueza existente. Los servicios financieros, son los bancos que crecen a una tasa comparable a como crece la economía productiva de China. Ese crecimiento financiero va a las utilidades de los banqueros, pero sale de donde si hay una producción que literalmente se chupa. Lo que hacen los banqueros es transferir riqueza y no producir riqueza. La administración pública y defensa, es la burocracia militar y la   compra de armamento, que tampoco es crecimiento de riqueza, sino solo transferencia de quienes si producen hacia el Estado a través de impuestos, o algo peor, es simple crecimiento de la deuda pública para comprar armas y pagar carreteras que se roban, y, tercer sector en crecer, el comercio minorista, son los vendedores ambulantes, que crecieron con la llegada de los venezolanos; el comercio tampoco es producción de riqueza sino una transferencia del gasto de los hogares hacia las cosas que se producen y que en realidad se importan.

El comercio cada vez más es el gasto en consumo de los hogares colombianos que compran la producción de otros países, generan trabajo pero en otros países, a través de la compra de mercancías importadas. Ahora sí podemos entender por qué si la economía creció, aumentó al mismo tiempo la pobreza en Colombia en el año 2019. Lo que crecieron fueron las utilidades de los banqueros y de los grandes contratistas del Estado.

Por eso aumento la desigualdad social y por eso solo se registra un crecimiento de los ingresos de la parte más rica de la sociedad urbana. Por eso el 80% de la población total del país vio sus ingresos disminuir y, por eso, millones de personas se empobrecieron. Los más perjudicados: los pobres, la clase media que se volvió pobre, y los pobres que se volvieron indigentes. Esto que muestran las cifras es lo que se llama un proyecto político. Si revisan la prensa nacional de final de año sobre este tema verán, titulares que dicen que la economía colombiana fue la única economía latinoamericana en crecer más del 3%, que somos la niña bonita de América en economía, que el FMI nos felicita. Pura paja, la prensa oculta la realidad porque es propiedad precisamente de esos que fueron los únicos cuyos ingresos crecieron. Duque no se sonroja con ese resultado, porque ese es su proyecto político.

El uribismo, consiste en eso, en enriquecer a los más ricos, en quitarles  impuestos, en ponerles el dinero público a su servicio. La emisión de dinero que hace el Banco de la República va primero a los bancos privados, y estos, con utilidades, lo trasladan en crédito a sus más grandes clientes: las empresas petroleras, las carboneras, los contratistas del estado, que son los dueños de los mismos bancos. Esa masa de dinero que se mueve en la economía y que va a parar a los bancos, e incluso a los dueños de las mercancías que venden los vendedores informales, sale de la exportación del petróleo y del carbón, e ilegalmente, de la cocaína.

Ese es el proyecto del gobierno por el que votaron diez millones de colombianos y la inmensa mayoría de esos diez millones de electores pertenecen a los que pierden con el proyecto del gobierno, son parte mayoritaria de quienes se  empobrecen, de quienes pasaron a la indigencia. Las cifras también nos lo muestran.

La ciudad que más aportó, en número de población a la pobreza, fue Bogotá con 88.000 personas que estaban en el estrato 3, y que se creían de clase media y pasaron en 2019 a la pobreza. Muchos de ellos votaron por Peñalosa para hundir el proyecto de la Bogotá Humana porque consideraban que ayudaba mucho a los pobres.

Desde el 2012 la ciudad no tenía tan alto porcentaje de pobreza como en el 2019. En el 2014, en el gobierno de Bogotá Humana había bajado la pobreza monetaria a un 23,3% del total de la población. En el 2019, último año de Peñalosa, la pobreza pasó a un 27,2% del total de la población, es decir Peñalosa volvió pobres a 320.000 personas adicionales. Ese es el efecto del voto en Bogotá.

La ciudad más uribista de Colombia, Cúcuta, la que votó masivamente por Duque pensando que Colombia Humana volvería a Colombia como Venezuela, terminó siendo la ciudad en donde porcentualmente más creció la pobreza en toda Colombia. Riohacha y Santa Marta, resultaron ser de las ciudades donde más creció la indigencia. El premio por haber votado por Duque fue el crecimiento espectacular de la pobreza del 41 al 46% del total de la población de una sociedad que vivía de tener abierta su frontera con Venezuela. Duque le cerró la frontera y condenó la ciudad de Cúcuta a la pobreza.

En cierta forma los electores pobres, rurales, las regiones más uribistas, terminaron siendo las más empobrecidas. Un voto en contra de sus propios intereses. Un voto por los verdugos. Por esto es tan importante mirar los programas. Cuando se propone que la emisión del Banco de la República vaya al Estado para pagar una renta mínima  vital, es decir un ingreso que permita sobrevivir al hogar, se está precisamente  enfrentando  el empobrecimiento para  los más débiles. Cuando se propone que el Estado subsidie la nómina laboral de la pequeña y mediana empresa se construye una realidad social completamente diferente a la que produce Duque.

Cuando dijimos que había que privilegiar la producción, que es la industria y la agricultura, y dejar de depender de la extracción de carbón y petróleo, no nos equivocamos. Rápidamente, y eso no lo esperábamos, el desplome del precio del petróleo y el carbón, que es lo que está detrás del desastre social del año 2019, demostró la pertinencia del programa de Colombia Humana.

Porque las estadísticas muestran precisamente que lo que se derrumbó en todos estos años, es lo que genera precisamente la riqueza y el crecimiento real: la producción. La producción es la transformación que el ser humano hace a partir de su trabajo de las cosas, de la tierra, del agua, para suplir sus necesidades. El trabajo es la fuente de la riqueza, y ese trabajo es cada vez más cerebral en el siglo XXI. La riqueza no es el dinero, ni las rentas que se transfieren de unas manos a otras, la riqueza es el trabajo humano.

El proyecto económico de la Colombia Humana es el que puede sacar a Colombia de su crisis económica, de su ruina, porque está cimentado en volver a Colombia productiva. Cuando se proponen energías limpias basadas en el  sol, cuando se propone hacer saltar el sistema de educación superior para cubrir la totalidad de la juventud, cuando se propone proteger la producción nacional de las importaciones, poniendo una tasa por emisiones de gases efecto invernadero; cuando se propone subsidiar la demanda con rentas mínimas al hogar y subsidio a las nóminas laborales de la pequeña y mediana empresa, lo que se está proponiendo es la construcción de riqueza a partir del trabajo humano. ¿Es eso   socialismo? ¿Es eso castrochavismo? La respuesta es un rotundo “No”.

El modelo económico de la actual Venezuela es similar al colombiano. Tanto Colombia como Venezuela dependen de exportar petróleo. Nosotros proponemos dejar de hacerlo. La diferencia entre el proyecto económico de Maduro y el de Duque, es que en el primero hay un puñado de militares exportando petróleo y en el segundo, un puñado de multinacionales. ¿Socialismo es que un puñado de militares exporten petróleo? Pues, no.

Si leemos a Marx, socialismo es que se deje de explotar el trabajo ajeno y ese trabajo se vuelva propietario social de su esfuerzo. Si estudiamos a Stalin, socialismo es la estatización de los medios de producción. El socialismo no existe, en cualquier versión, en sociedades no productivas y Colombia y Venezuela no son productivas. ¿Nos proponemos construir un Socialismo en Colombia? Otro rotundo “No”.

Marx estudió que una sociedad poscapitalista solo surgiría de un capitalismo muy avanzado. Y Colombia dista mucho de ser capitalista. Las mismas cifras que mostramos aquí, muestran el raquitismo del capitalismo en Colombia. Lo que tenemos es una economía de rentas, que es funcional al capitalismo mundial, porque le entrega petróleo, carbón y  cocaína, pero en nuestro país no se desarrollan relaciones sociales de producción capitalistas.

Las relaciones sociales de producción son las formas como se relacionan los seres humanos frente al proceso de producir. Son esas relaciones sociales de producción las que diferencian en la historia, los modos diferentes de producción: el esclavismo, el  feudalismo, el capitalismo, el socialismo, el modo mercantil simple, el asiático, el comunismo primitivo, etc.

En Colombia se encuentra mas feudalismo que capitalismo. Encontramos relaciones de producción capitalistas muy anquilosadas en la pequeña y mediana empresa, en algún sector rural con economías de plantación, como la caña de azúcar, el banano o la palma, algo en grandes cafetales y algo en el arroz y la papa y pare de contar; hay algo muy pequeño de industria capitalista en las confecciones, los cueros, la agroindustria.

No tenemos un sector capitalista de producción de medios para producir, es decir, no hacemos máquinas. La explotación del trabajo ajeno y asalariado en la producción es muy pequeña en Colombia, y es eso, precisamente, lo que define la forma de producir capitalista. La mayoría de la población en Colombia no es ni siquiera asalariada y vive del rebusque y de la población asalariada que existe.

Cada vez son menos los que generan riqueza en sectores productivos. El trabajo asalariado queda en el Estado, en pequeñísimas empresas, en el comercio que captura rentas.

A Colombia Humana le corresponde desarrollar el capitalismo a partir del apoyo a la pequeña y mediana empresa urbana y rural. A la Colombia Humana le corresponde desarrollar una sociedad del conocimiento que es la única manera  de tener un capitalismo avanzado, y a la Colombia Humana le corresponde impedir que ese capitalismo destruya la naturaleza y el ser humano, a partir de un nuevo trato verde que mitigue el cambio climático, que es producto del capitalismo.

A la Colombia Humana le corresponde proyectar, hacia el futuro, formas cada vez más asociativas de producción basadas en el conocimiento y la libertad del trabajo. Lo que proponemos es un proyecto que le conviene al campesinado, a los obreros, a las mujeres que son las que más se empobrecen, a los jóvenes, a los obreros industriales, a la pequeña y mediana empresa, al incipiente capitalismo de Colombia. Quién lo dijera en la prensa pero la Colombia Humana le conviene al capitalismo nacional.

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