Por Gustavo Petro
La lectura de los narcocasetes, esta vez en forma de interceptación al celular de alias el “Ñeñe Hernández”, muestran una operación sistemática de compra masiva de votos con dineros del narcotráfico en beneficio de la campaña Iván Duque Presidente.
La operación se construyó sobre unos electorados que ellos sabían, eran proclives a mi candidatura. Para voltear el resultado de primera vuelta que me había sido favorable en el Caribe, necesitaban hacer que el elector pobre, balanceara su corazón entre la posibilidad del cambio y recibir un pago inmediato, y para ello necesitaban mucho dinero.
El electorado de la provincia caribeña en sus siete departamentos, y el electorado que había votado por Fajardo en zonas uribistas como Santander y Antioquia, eran los electorados que debían seducir con montones de dinero.
Ellos sabían, era evidente, que si compraban un millón de votos de posibles electores míos en segunda vuelta, Duque podría ser presidente. De no hacerlo, Colombia Humana hubiera ganado la presidencia.
Los nuevos narcocasetes de la Ñeñepolítica (audios), muestran con claridad la estrategia implementada.
A pesar de llenos masivos de plazas públicas atestadas de colombianos y colombianas ilusionados con el cambio; a pesar de exponer argumentos modernos y de avanzada sobre la necesidad de transformar el país con políticas concretas respecto a la educación superior gratuita para la juventud, la expansión de la energía solar, la electrificación del transporte, la democratización del crédito para impulsar la iniciativa de la gente en la producción; un impulso la producción de alimentos en los campos de Colombia que empoderara al campesinado; la transformación del sistema de salud en uno público y fuertemente preventivo donde se pudiera acceder con la cédula; la construcción de un sistema pensional en Colpensiones que garantice pensión; la transformación de la economía petrolera en una productiva para salvar la vida en el planeta para propiciar un enriquecimiento generalizado de la sociedad.
A pesar de demostrar la pertinencia y la urgencia de alcanzar el ideal de la justicia social para consolidar la paz y la democracia en Colombia, el candidato de Uribe, el que proponía lo contrario, el que me rehuyó un debate de ideas y propuestas antes de la elección definitiva, se alzó con la victoria, con el menor esfuerzo. El menor esfuerzo del dinero sucio.
No quiso el registrador de entonces, dejar ver por nadie la programación ni los códigos fuente para hacer una auditoría a los computadores del proceso de conteo de votos, una programación que es privada y obsoleta, absolutamente vulnerable al fraude como lo dijo la máxima instancia de la justicia administrativa: el Consejo de Estado.
No quiso mostrarlo porque la programación del cómputo es fraudulenta. El actual registrador tampoco ha iniciado el cambio de dicha programación y así espera recibir los comicios del 2022. Se basan en que el software es alquilado. ¿Una entidad cuyo presupuesto en año electoral puede llegar al billón de pesos no tiene para ordenar la construcción de un software propio? No lo creo.
Además, el Consejo de Estado ordenó a la Nación implementar el voto electrónico desde 2012 y todos los registradores se han pasado por la faja esa orden sin que ninguna autoridad los conmine a cumplirla. No quieren. No les sirve. Necesitan seguir en el actual sistema arcaico, que es más vulnerable.
Pero adicionalmente a la posibilidad de modificar el cómputo de votos, tanto en actas como en el conteo, los organizadores del fraude sabían que la mafia era necesaria para garantizar el triunfo de Duque.
Duque no triunfaba con el simple apoyo de los propietarios de canales que manipulaban los debates y le ayudaban en segunda vuelta a no presentar ninguno, ante la ausencia asombrosa de ideas del candidato.
Duque no triunfaba con el simple apoyo de Uribe y con quienes habían votado contra la paz de Colombia. Eso solo le daba siete millones de votos.
La votación adicional solo podía venir de electores de Fajardo, más proclives a un cambio, o de los electores costeños que se apasionaban por la Colombia Humana.
Allí es donde apareció la mafia y con su dinero untado de sangre de líderes sociales, compró masivamente a unos y otros.
Duque ganó solo con el fraude y las pruebas están en los nuevos audios que su amigo el Fiscal, buscó rápidamente esconder y manipular.
Tal fue la impresión de la Fiscalía al redescubrir las grabaciones que desde hace dos años tenía ocultas Néstor Humberto Martínez, que el actual fiscal se apresuró a recortar una de esas grabaciones para tratar de implicarme en el proceso. Una donde se habla de mineros, que eran los trabajadores que decididamente iban por la Colombia Humana en La Guajira y los trataba de hacer aparecer como grandes empresarios financiadores.
Barbosa quería ensuciar las dos campañas para no investigar ninguna.
Ahora tenemos completa la grabación que él publicó recortada.
Ahora conocemos la operación de fraude de alias el “Ñeñe”.
Duque no ganó sin esa actividad delictiva, así que surge entonces una pregunta perentoria:
¿Que pasa al tener un presidente elegido sobre la base del delito?
Sobre la base del delito ningún gobierno es legítimo.
No puede haber legitimidad en una democracia si su mandatario no fue elegido legítimamente. No puede haber legalidad en el gobierno de la legalidad si su propia fuente de legitimidad no es el voto libre de los ciudadanos, sino una alianza delictiva con los integrantes del narcotráfico para torcer la voluntad popular y los resultados de la elección.
Colombia Humana no reconoce la legitimidad del actual presidente de Colombia ni la de su fórmula vicepresidencial, también hundida hasta el fango en evidentes nexos con el narcotráfico.
Me considero, a nombre de ocho millones de electores colombianos, víctima de esa cofradía delictiva. Pero no soy yo la única víctima: Lo es toda Colombia. Las minorías que se ilusionaron con una redención social. Los estudiantes que anhelaban aportar al engrandecimiento del país con una oportunidad de educación gratuita. Los niños del futuro que, sin saberlo, recibirán un planeta amenazado por el cambio climático. Hombres y mujeres de la tercera edad que sueñan con una pensión justa, también son víctimas.
Como víctima del fraude electoral, operaremos en las instancias de la justicia, pero fundamentalmente, el campo de acción más importante es la conciencia de nuestros conciudadanos.
Si el delito es la manera de hacerse elegir en Colombia, la sociedad así dirigida no va sino al matadero, al oprobio, a la autodestrucción.
Una Nación no puede pensarse como surgida del delito y del narco. Una Nación así solo se autodestruye fulminantemente. Una nación democrática solo puede surgir del acuerdo libre de sus conciudadanos, del voto transparente de su constituyente primario.
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Los fundadores de esta República pensaban que la libertad era la base de la idea nacional, por ello el principal conflicto en ese tiempo y por décadas fue la liberación de los esclavos. Una guerra civil estalló por su libertad, y hasta el último oficial del ejército de Bolívar, el general José María Melo, la luchó al frente de sus artesanos para ir a morir fusilado en las guerras centroamericanas y mexicanas por la libertad. Con él se evaporó el ejército del Libertador y de Santander. Los esclavistas escribieron sobre sus cenizas la historia de un país sin democracia hasta nuestros días. La ausencia de libertad ha sido el pecado que le confiere un profundo raquitismo a nuestra democracia.
Nos gobiernan gentes que piensan que el elector es solo parte de una masa manipulable y comprable, un rebaño “de siervos anónimos” como nos describiera Jorge Eliécer Gaitán hace ya 72 años. En cada elección se lanzan a comprar recuas como antaño compraban los esclavos, saben a la perfección que una sociedad comprada es una sociedad sojuzgable, obediente, sometible.
La democracia implica la emancipación ciudadana. Por eso buscaban a como diera lugar, derrotar el discurso y la acción de la Colombia Humana.
El método de hoy no es la compra del esclavo, aunque hayan mantenido todas las secuelas territoriales y raciales de la esclavitud y su exclusión. El método ya no es comprar la persona como tal sino su voto, su derecho a elegir.
No hay libertad cuando el voto es constreñido por el dinero sucio.
Una y otra vez las oligarquías, en su pequeñez mental, han evitado la posibilidad de un pacto entre la ciudadanía libre para compartir la riqueza del país y el trabajo para poder gozar de una democracia y de su paz. Han usurpado, con métodos ruines, la libertad de la ciudadanía.
Una y otra vez se acude al sojuzgamiento de la ciudadanía por métodos violentos, la persecución, el desplazamiento, la masacre y el genocidio; la constricción del elector, su eliminación física o su compra con dineros cada vez más voluminosos y más oscuros.
Apelamos a la conciencia ciudadana para que no le dé temor de asumir el camino de una construcción democrática que lleve justicia a todos los rincones del país, que pueda reconstruir la política y la decisión ciudadana en función de la vida. Una sociedad civil que se pueda emancipar como dueña y señora de su patria.
Apelamos a la conciencia ciudadana para hacer renacer la Constitución de 1991 y permitir que los únicos dueños de este país no sean las asociaciones para delinquir, sino los sueños de la gente, la esperanza de las juventudes.
No se dejen comprar un voto jamás, porque por ese camino solo elegirán y le darán poder a sus propios descuartizadores, a sus propios victimarios. Por el camino de la compra de votos el que se deja comprar solo será esclavo y esclava y dejará su casa, su familia y su país al libre albedrio de los esclavistas.
Por el camino del fraude y de la narcocompra de votos, solo encontraremos un narcoestado dirigido por una casta delincuencial que solo sumirá a la totalidad de la sociedad en la violencia mientras hurta su erario. Por ese camino no hay Nación. Solo camposantos y mataderos.
Duque no es el presidente legítimo de Colombia y por eso acudimos a la conciencia ciudadana para que sea capaz de cambiar el rumbo del país.