A la hora de construir una sociedad el conocimiento de su historia juega un papel fundamental. CuartoDeHora es consciente de esa verdad y, por eso, a través de pequeñas notas quiere rescatar los acontecimientos y las personas que fueron relevantes en la construcción de la Patria.
Hoy el turno –como no- le corresponde al libertador Simón Bolívar de quien estamos celebrando su natalicio.
Por Urías Velásquez /twitter: @UriasV
Hoy cumple 237 años el libertador Simón Bolívar. Y digo cumple porque Bolívar está vivo en el corazón de millones -entre esos yo- que siguen creyendo que en sus enseñanzas está, en gran medida, el camino para que la patria reencuentre el rumbo.
El libertador nació en una relativamente tranquila Caracas en 1783, cuarto entre cinco hermanos, de padres criollos muy adinerados y prestigiosos, su infancia fue difícil a pesar de las comodidades económicas pues muy temprano, a los dos años, quedó huérfano de padre, y, a los nueve años, de madre, ambos progenitores murieron de tuberculosis.
Antes de morir, su madre encargó el pequeño al abuelo materno que rápidamente también murió, no sin antes encargar el muchacho al cuidado de uno de sus hijos, que por estar ausente, lo encargó, a su vez, a su hermano menor, es decir, un tío del muchacho de apellido Palacios y Blanco y de nombre Carlos. Hombre ocupadísimo que casi no pernoctaba en Caracas, y quien primero dejó a Bolívar casi que a su albedrio y después lo conminó a vivir con su maestro, el señor Simón Rodríguez. El muchacho de 12 años enfureció, desobedeció y se fue a vivir con su hermana, pero la legalidad lo devolvió a donde su tío había decidido.
Finalmente, Bolívar se acostumbró y terminó por volverse afín a su maestro a quien pronto consideró un sabio. Durante varias oportunidades después e incluso cuando ya era el libertador, el propio Bolívar reconoció el asunto declarando a Rodríguez como “su maestro eterno”.
Y es justo bajo el cuidado de Rodríguez, entre los años 1796 y 1798 que sucede uno de los acontecimientos que iría a moldear la historia, primero de la capitanía y, después, de toda la américa latina. Pero también el carácter libertario de Bolívar cuando y provenientes de España desembarcan varios rebeldes condenados a destierro por supuestamente conspirar contra Carlos IV, pero no en favor de otra monarquía sino en favor de la república, son ellos: Manuel Cortés Campomanes de apenas 19 años, Juan Bautista Picornell, Sebastián Andrés y José Lax.
Pronto estos hombres son asimilados como adalides de las ideas republicanas francesas. lo que aunado a la decisión inglesa de ayudar a la independencia de los americanos a través de Sir Thomas Picton, gobernador de la Isla de la Trinidad, contribuye para que los criollos independentista se tomen las cárceles en junio del 97 y liberen a los presos -todos menos Lax que ya había sido trasladado-.
La idea era que los recién liberados viajaran a Europa y consiguieran aliados para la causa independentista, proceden así y consiguen, de hecho, ayudas, tanto así que se prepara para enero de 1798 la primera gran revuelta.
Sin embargo, la información se distribuye a voces hasta que llega a Pedro Carbonell Pinto, Capitán General de Venezuela. Éste hábilmente ofrece perdón para quienes se entreguen primero, lo que crea en los conspiradores un dilema típico de Nash (dilema del prisionero), así que muchos corren a entregarse y delatan al resto.
Carbonell, traidor como todos los de su clase, no cumple su palabra y ejecuta masivamente a los pro independentistas.
Esa circunstancia (Conspiración de Gual) y otras hacen que Rodríguez decida salir de Venezuela y dejar a Bolívar en manos de otros maestros.
A los 16 años Bolívar es enviado a Europa para concluir su formación, particularmente, en el campo militar. Al año siguiente: 1800 conoció a quien sería su esposa por escasos 8 meses, entre mayo del 1802 y enero de 1803: María Teresa Rodríguez del Toro. Tanto sería el dolor y la pena del joven por su viudez con apenas de 20 años que juró no volverse a casar jamás.
Como único remedio, Bolívar decide viajar. Va a Europa, y en Francia acontecen dos hechos relevantes para su vida: por una parte, asiste a la coronación de Napoleón a quien admira decididamente-, y, por otra parte, se reencuentra con su amado maestro Rodríguez, parece ser que éste le sirve de guía para que el joven canalice su frustración y dolor personal hacía las luchas políticas. Viajan a Italia, y allí, ese 15 de agosto de 1805, tan importante para la historia de Latinoamérica, visitan el Monte Sacro – que en realidad es una colina- y, en ese lugar, jura solemnemente libertar su Patria.
En 1806 regresa a Venezuela. Y allí permanece hasta que acontecen las circunstancias inesperadas y repentinas de la invasión napoleónica a España de febrero de 1808 en la que Napoleón hábilmente reúne a Carlos VI rey de España y a Fernando VII, hijo heredero del trono, hace abdicar al primero en favor del segundo -lo que sucede a contra la voluntad del monarca que odiaba a su hijo solamente tanto como ese lo odiaba a él- y luego los apresa a los dos y se hace con la Corona en lo que se conoce como la Abdicaciones de Bayona.
Acto seguido, el emperador francés nombra a su hermano José Bonaparte –más conocido como Pepe Botella, por su afición incontrolable a la jerga, el licor y las mujeres-, para asumir el trono de rey de España bajo el título de José I.
La situación en la capitanía de Venezuela se complica, así que en 1810 se decide pedir ayuda a Inglaterra –que ahora resulta probable aliada de España- y, para eso, se envía a Londres a Bolívar -que se ofrece a sufragar los gastos de la delegación- en calidad de jefe de la misión y con título militar de Coronel.
El encargo no fructifica y Bolívar vuelve a Caracas, esta vez, con la misión de allanar el camino para que Francisco Miranda llegue a Caracas y se haga cargo de unas fuerzas armadas prácticamente inexistentes.
Y ahí comienza una segunda etapa que convertirá a Bolívar en un guerrero descomunal y que será motivo de nuestra siguiente entrega:
Fin parte I.