En medio de la crisis, un año mas de lo mismo
Por: Jairo Bautista
El presupuesto público debiera ser -pero no lo es- el centro de los debates políticos y económicos de un país, y no lo es, porque lejos de ser un tema cercano a la población, termina siendo un artilugio de sofisticaciones técnicas y refritos conceptuales, además de un sinfín de extensos y estériles documentos que, salvo unos pocos conocedores, no le dice nada al grueso de la población colombiana.
No obstante, existía algo de expectativa por conocer la propuesta presupuestal que el gobierno de Iván Duque -la tercera de su mandato- le iba a realizar al Congreso, especialmente por lo que se esperaba de la lectura de la realidad colombiana en medio de la pandemia del Coronavirus, muchos esperaban un presupuesto que reflejara las verdaderas necesidades del país y por ende que hubiese una intensa reasignación de recursos hacia la salud -principal foco del control de la pandemia- la recuperación económica y la protección social.
Pero no, es un presupuesto con demasiados anuncios pomposos, con metas que serán muy difíciles de alcanzar, con supuestos que están muy lejos de la realidad económica, y que parten de la idea que una economía es como un interruptor que se puede encender y apagar a voluntad con poca o ninguna consecuencia de mediano y largo plazo. Debería el gobierno estar en este momento viendo el desplome económico de los Estados Unidos que acaba de reportar una caída del PIB entre abril y junio de un -32,9% (¡!) la peor cifra de desaceleración desde que se llevan cifras en ese país, y que tampoco olvide, como muchos estados que habían estado haciendo aperturas de sus economías, han tenido que volver a cerrar gracias al aumento en el número de casos y de muertes.
La situación nuestra es peor, puesto que el gobierno nacional se ha negado a desarrollar profundos programas de gasto público para evitar el gigantesco desempleo que alcanzó en mayo el 21.3% y en junio 20,8% (las mas altas en Colombia desde que se tienen cifras y la mas alta de los países de la OCDE) y que según los análisis menos pesimistas, podrían arrojar a la pobreza a la mitad de la población incrementando ferozmente la desigualdad, en uno de los países que ya antes de la crisis se consideraba uno de los más desiguales del mundo.
Frente a ello, el gobierno uribista ha preferido escucharse a si mismo, y seguir con sus mismos dogmas: privatizaciones, prioridad del gasto militar, programas asistenciales que llegan a una pequeña parte de la población afectada por la crisis, convertir las finanzas publicas en eternas pagadoras de rentas al capital financiero, etc.
De esta manera, el presupuesto presentado por el gobierno para 2021 si bien plantea una ruptura en términos de tamaño: 313.9 millones de millones de pesos, con un crecimiento muy importante con respecto a este año (19,2% de aumento) cifra que inicialmente promete un giro en las lógicas de austeridad en el gasto público a las que nos hemos acostumbrado, pero que más allá de esto no presenta mayores sorpresas: buena parte de ese crecimiento se destina al pago de la deuda pública de tal manera que de los 50,5 billones de aumento del presupuesto 2021 con respecto al 2020, 22,2 billones se van al pago de la deuda pública.
En otros frentes tampoco hay sorpresas: defensa sigue siendo el tercer rubro más importante del presupuesto -luego de la Deuda Pública y Educación y por encima de salud- lo cual habla de las verdaderas prioridades de un país en el marco de una emergencia sanitaria tan profunda que a la fecha ya deja casi 10 mil muertos, y que tiene unas fuerzas militares y de policía desproporcionadamente grandes tanto en términos de su costo (la nómina del sector defensa cuesta la mitad del total del gasto total en salarios de todo el Estado) como en términos de su operatividad (los indicadores de violencia y delincuencialidad así lo indican).
Y en salud donde se esperaba un enorme salto en la asignación presupuestal no se produce tal, al parecer el gobierno se prepara con mayor énfasis para una guerra -la importación de carros blindados de los EEUU así lo indica- que para enfrentar los peores efectos de la pandemia y especialmente controlar las tasas de mortalidad que llegaron a ser en la última semana unas de las más altas del mundo.
En otros campos se habla mas de lo que se asigna: el mensaje presidencial señala una verdadera revolución de la infraestructura (Metro de Bogotá, Canal del Dique, Autopistas de Cuarta y Quinta Generación) pero asigna al sector apenas dos billones de pesos mas de los que asignó este año. Espera el gobierno que las Alianzas Público- Privadas pongan una buena parte de dicha inversión, lo cual depende en buena parte de decisiones de inversionistas privados, y aún hay que tener en cuenta que en lo corrido del gobierno Duque no se ha terminado una sola de las grandes obras de infraestructura que estaban en marcha, la ejecución presupuestal de la Agencia Nacional de Infraestructura a principios de julio era de algo mas del 5%, demostrando una muy baja capacidad de ejecución y de realización de obras.
En vivienda (otro de los sectores que tradicionalmente más dinamismo imprime al empleo) se habla de un ambicioso plan de vivienda de interés social, sin embargo, las cifras no acompañan la inspiración presidencial pues apenas se le adicionaron 300 mil millones al sector, y al igual que sucede con infraestructura los programas y políticas son dispersas, la solución propuesta por la Hipoteca Inversa es solo un capricho de especuladores, pero no desarrollará un solo metro cuadrado de viviendas, y no se ve cual es en esta materia la visión del gobierno Duque.
La financiación del presupuesto tampoco esconde sorpresas: depende de mantener el actual sistema tributario y esperar que la reactivación económica esperada en 2021 produzca un incremento del recaudo (estimado en más de 154 billones de pesos) el cual se producirá fundamentalmente en la recuperación del IVA, que según el proyecto incrementará su recaudo en un 42% (¡¡) lo cual no se ve viable sin recurrir a una reforma tributaria que hasta el momento el gobierno se ha concentrado en negar. A la larga, la recuperación fiscal dependerá de los consumidores que como todos sabemos, por estos días andan poco entusiastas salvo en época de días sin IVA.
Adicional a ello supone que podrá vender activos hasta por 12 billones de pesos, potencialmente ISA y ECOPETROL (lo poco que le queda al gobierno nacional en materia de activos públicos) y no serán fáciles de vender dadas las condiciones de los mercados financieros y especialmente la dinámica de los mercados energéticos, o al menos no serán fáciles de vender y obtener un precio adecuado. El FMI y otras instituciones como la OCDE han señalado que entre las opciones disponibles de financiación de las respuestas no se aconseja la privatización, pero si endeudamientos con el banco central y otro tipo de financiaciones no tradicionales, parece que a Carrasquilla y Duque los consejos del FMI ya no son creíbles y prefieren seguir en el mismo curso de la gestión económica.
Finalmente vale la pena señalar que este es como todos, un presupuesto oscuro para la ciudadanía, que inexplicablemente tampoco nos regala la estimación del costo de los beneficios tributarios en el impuesto a la renta, que entrega toda la información en documentos pdf que no se pueden analizar fácilmente y con la falta de acompañamiento de un presupuesto ciudadano que explique de manera sencilla las fuentes y usos del presupuesto público. Luego los funcionarios de Hacienda se quejan de porque en los índices de transparencia presupuestal nos va tan mal.