miércoles, septiembre 18

EN COMPAÑÍA DE UNA AMIGA ETÉREA

En memoria de Claudia Alexandra Feijo

Por, Leydi V. Carvajal

En el éter del recuerdo se cifran las nostalgias por la ausencia de la persona que representaste en el plano material llamado vida. Al transpolar el pensamiento a dos tiempos en la agitación de las banderas estudiantiles, antes de la pandemia, la amiga etérea observaba silenciosa los nudos y desenlaces de las discusiones dentro del aula, sus respuestas demasiado sueltas a su presente y su inmersión por la academia, una amiga emergente constructora de cambio dentro de una comunidad tradicionalista y periférica. El otro tiempo es en pandemia, la virtualidad como mecanismo contingente en procura de sostener los procesos académicos cotidianos.

No se puede aislar un acontecimiento íntimo de la situación actual de Colombia, después que Covid-19 ha causado un retroceso político, económico, social, agroindustrial sin precedentes, y agudizado la crisis sanitaria provocada por el sistema neoliberal y fascista al que solo importa los privilegios de una “minoría” excluyente y racista. La demás gente en Colombia, las “mayorías” conformadas por comunidades obreras, campesinas, afrodescendientes, indígenas, estudiantiles, entre otras, son relegadas. Hay una tensión constante en los pasos dados para sostener lo que queda de “democracia”, entre recogerse comunitariamente en causas sociales y defender abiertamente el territorio, la vida, el agua, la salud, la educación, los principios de equidad e igualdad, de justicia y libertad.

Colombia atraviesa actualmente la peor administración de su historia, Duque y todo su séquito son unos impedidos mentalmente, mediocres y crueles, el sistema de salud es inoperante por la voracidad de las EPS, los municipios son categorizados en los más bajos niveles y el pretexto normativo es “la falta de presupuesto”, los hospitales son de nivel 1, los llamados “centros de salud”, un derrotero que deja en desventaja a las mayorías, en el juego entre desiguales, sin capacidad económica del asalariado para acceder al sistema de salud privilegiado.

Pero en el caso de la amiga etérea, ¿a quién o a qué recurrir para descifrar lo que falló en la situación, fue un simple error de cálculo o fue una acción que no se ejecutó bien? Si en otro ámbito hace poco ruido tu ausencia, aquí no te olvidamos. Solo han pasado unos días y por convicción diría que toda licenciada es arriesgada para conjeturar, para ponderar la importancia de ingresar a la Educación Superior, y aplaudir ese gran logro en sí misma y en los demás. El aula fue cómplice de todos los diálogos, conversatorios, discusiones y consensos. Por lo demás, siempre nos asaltará la pregunta: ¿Qué pasó?… Y surgirán diferentes respuestas, pero hoy la que tenemos nos exhorta a recordarte.

En este encuentro entre lo público y lo íntimo, especulamos que tal vez el hecho de haber nacido en familias no privilegiadas nos pasa, como se dice, la cuenta de cobro, pues terminamos confiando en un sistema de salud obsoleto, en la buena fe de quienes apoyan un sistema político cuya divisa no es el escudo patrio, sino el símbolo de la calavera y los huesos atravesados.

Al final de estas reflexiones el tiempo va dejando a flote lo que ocurre realmente, la inviabilidad del sistema de salud privatizado, la perversidad de los aseguradores, la ausencia de políticas y la desidia del titular de hacienda por no asegurar la financiación de la salud en el municipio, la negligencia de los técnicos encargados de la mediación institucional local. Demasiados factores son los que intervienen en la política de exclusión y muerte.

Sería justo que todas las acciones que se emprendan colectivamente hacia una justa causa invoquen tu nombre, vaticinio de un resultado esperanzador, y que el encuentro académico en el aula virtual, testigo de tu complicidad, sea perenne. Sería maravilloso que todos en clase viesen a una amiga elevarse en el éter, navegando en la memoria, en la levedad del espíritu liberador de la literatura, en el reencontrarse con grandes autoras y autores.

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