Por Gustavo Petro
La mayoría de los y las colombianas desean ser empresarios. Tiene que ver este deseo con una cultura construída alrededor de la laboriosidad y el emprendimiento. Somos la inmensa mayoría de colombianos, descendientes de labriegos, de pequeños cultivadores de la tierra, que transformaron esa ascendencia cultural en un impulso permanente para ser industriosos y emprendedores. Hoy no solo mantenemos esa cultura laboral y cierta disciplina hacia la labor, sino que, además, nos gusta ser independientes. Tan independientes, que incluso, con algunas excepciones, somos incapaces de trabajar en equipo, uno de los mayores defectos de nuestra cultura.
Sin embargo, a pesar de desear ser empresarios, la mayoría de los colombianos terminan siendo asalariados, contratistas de prestación de servicios y rebuscadores en la informalidad. La mayoría de los colombianos cuando fundan una empresa, fracasan; nadie los ayuda, pierden el esfuerzo y terminan en una lucha cotidiana y permanente en el rebusque, en el contrato que sirve de excusa para el acoso sexual de la mujer, en la sobrexplotación como jornaleros o asalariados urbanos, o como llaman ahora, como cuentapropistas, es decir, como aquel viejo que sale a la calle bajo la lluvia a vender bonices durante 12 o más horas, incluso en la noche fría.
Ese deseo de emprendimiento es explotado políticamente. La extrema derecha siempre basa su discurso en el apoyo al empresariado, nos endilga calumniosamente el epiteto de expropiadores. La señora del salón de belleza y el señor del taxi, se creen sus mentiras, temerosos que vayamos a quitarles el saloncito o el taxi, o la casita con tanto esfuerzo conseguida y terminan votando por quienes en verdad los van a destruir y los van a expropiar.
Durante la pandemia, por ejemplo, se creo un fondo presupuestal para subsidiar la nómina laboral de las empresas que sumó tres y medio billones de pesos. Se trataba de entregarle al empresario un 40% del valor de su nómina laboral. Mientras en el país hay un millón ochocientos mil pequeños empresarios, solo ayudaron a cien mil con ese fondo. La mayor parte del dinero, más del 50%, se fue solo a mil empresas, las más grandes del país, las más ricas y las que menos empleo producen.
La mayor parte del empleo en Colombia lo produce la pequeña empresa, pero ésta no recibió la ayuda pública, la hicieron quebrar y sus trabajadores, principalnmente mujeres fueron despedidos, y tuvieron que enfrentarse sin ingresos a la pandemia y las cuarentenas.
Eso si, a los cien mil que ayudaron, les pasan textos todos los días con mensajes en correos y teléfonos solicitándoles el voto por el que diga Uribe. Están usando los recursos de la pandemia para comprar votos para el 2022.
La mayoría de los pequeños empresarios, guiados por los chismes de whatsapp, decidieron votar por Duque y Duque los quebró.
La pandemia ha significado, por decisión del gobierno, la muerte de millones de sueños de emprendimiento.
Subsidiar la nómina en un 100% de las mipymes, como se le denomina a la micro, pequeñas y medianas empresas, hubiera salvado un millón ochocientos mil empresarios y millones de empleos. Ese ingreso disponible en millones de hogares hubiera ayudado a la reactivación económica. Lo propusimos dos veces con proposiciones de ley al Senado de la República, y dos veces fue rechazado por la bancada del uribismo en el Congreso y sus aliados. Sólo querían el dinero público para ayudar a las más grandes empresas del país: bancarias, petroleras, carboneras, e incluso a propietarios de canales de televisión, que terminan siempre limpiando la imagen del gobierno todos los días y le regalan su tiempo de transmisión. Es decir el uribismo en el Congreso y sus aliados ayudaron a quienes los financian.
Mañana, los mismos que rechazaron ayudar con dineros públicos a los micro y pequeños empresarios, saldrán a las calles a pedirles sus votos asustándolos con el coco del comunismo. Y nos tildarán a nosotros, los que buscamos salvarlos en la pandemia con el presupuesto, como los expropiadores.
Esta realidad de hoy, en el que se han arruinado millones de familias nos sirve para entender lo que sería una reactivación económica eficaz pensada en los puestos de trabajo y el emprendimiento exitoso.
Permítanme antes explicar porque, aun sin pandemia, la mayoría de los intentos de construir pequeña empresa fracasan en Colombia y por qué los sueños de emprendimiento e independencia, se esfuman.
El fracaso en primer lugar se deriva de la falta de crédito, en segundo lugar en la falta de Estado y en tercer lugar, en la falta de saber.
El emprendimiento no logra tener éxito porque no tiene el capital suficiente, el capital es el dinero invertido en maquinaria, materia prima y trabajadores. El capitalismo es eso, la capacidad de contratar trabajadores asalariados y vender su trabajo en el mercado. El dinero está en los bancos, pero éstos no lo prestan a la mayoría de los colombianos. El crédito, como los depósitos, como la tierra, estan altamente concentrados. El capitalismo en Colombia es para unos muy pocos.
La concentración financiera comienza porque no hay competencia entre bancos. Estos, unos cinco, configuran un verdadero cartel oligopólico y concentran la capacidad de otorgar créditos en el país. Esta situación de casi monopolio, les genera enormes utilidades. Las tasas de interes del crédito duplican las del ahorro y de ese margen anualmente pasan billones de pesos a las arcas de los propietarios de la banca del país, que se convierten en hombres, no hay mujeres, de los más ricos del mundo.
La concentración de la propiedad bancaria, se trasluce en una concentración del crédito regional. La Caja Agraria, cuando exitía, tenía 722 sucursales municipales, el siguiente banco en tamaño, el de Bogotá solo 112 y era privado. Al deteriorarse la Caja Agraria, el crédito en Colombia se concentró en Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali, las demás regiones del país no tuvieron ni tienen actividad financiera importante y en la mayoría de los municipios ni siquiera hay bancos.
Aun en las cuatro grandes capitales, el crédito va para un centenar de grandes clientes. La mayoría de los emprendedores no tienen crédito legal y recurren a formas usureras de empréstitos que se llevan cualquier posibilidad de ganancia.
Asi se esfuman las ilusiones culturales del colombiano promedio de ser empresario. A esto se le puede agregar una ausencia del Estado en su protección. Las políticas públicas, por ejemplo los TLC, arruinan centenares de miles de empresarios agrarios y urbanos. La ausencia de una política de industrialización y un Estado que se ha acostumbrado a vivir del petróleo y el carbón, no tienen en cuenta para nada el sueño del emprendedor.
Ahora bien en el emprendedor es que está la posibilidad del capitalismo. De la destrucción del emprendedor y la emprendedora resulta un capitalismo raquítico, sumergido en un mundo rentístico, feudal, violento, corrupto y premoderno
Miremos entonces las soluciones que la misma realidad de hoy nos enseña:
En el corto plazo, es decir para ya, les propongo una reactivación inmediata de la economía usando dos palancas: proteger la industria y la agricultura de importaciones, y generar un shock de demanda.
El shock de demanda es un incremento rápido de la capacidad de ingreso disponible de las familias colombianas. Hay formas de hacerlo: la renta básica para personas no asalariadas, el subsidio de la nómina para las empresas, el incremento real del salario mínimo, como acaba de decretar Europa. ¿Cómo se financia? Con crédito del Banco de la República en el corto plazo, y quitando excenciones tributarias a las grandes fortunas.
Si crece la demanda, hay que encarecer importaciones, o si no, la demanda se vuelve compra de productos extranjeros y creamos puestos de trabajo pero fuera del país. La protección a las importaciones con un incremento de la demanda se convierte en reactivación económica nacional, en millones de puestos de trabajo recuperados.
Nos dirán que no podemos ponerle tasas a las impotaciones porque lo prohiben los TLC firmados y nos llevan a juicio en la Organización Mundial del Comercio, OMC. Les dire que la forma de poner tasas a las importaciones agrarias e industriales de productos que se pueden producir en Colombia, es con las tasas carbono, por la emisión de gases efecto invernadero que se emitieron en la producción o en el consumo de los productos importados y que no tuvieron tiempo de prohibir en los TLC, porque aún no se habían inventado.
En el largo plazo, es decir, el crecimiento económico sostenido, hay que hacer otras cosas. La tierra en el país debe producir alimentos y los alimentos deben industrializarse, eso no lo logramos sin democratizar la tierra, es decir sin comprarle la tierra a los terratenientes improductivos y entregársela a las campesinas y los pequeños y medianos agricultores empresariales de hoy.
El crédito debe ser democratizado, para lo cual el fortalecimiento de la banca pública y del cooperativismo financiero de barrio y de municipio es fundamental para que compita con la privada y rompa el oligopolio. La banca pública puede captar ahorro de la ciudad y llevarlo a la totalidad de las regiones, como hacía la Caja Agraria, y puede enfocarse allí donde los emprendedores agrarios, campesinos y urbanos lo necesitan. El cooperativismo financiero puede mantener los excedentes económicos de las regiones en las regiones mismas.
Hay que democratizar el saber. Hoy se necesita una nueva agricultura e industria descarbonizadas, mucha fibra óptica, mucha informática, mucha energía solar y limpia, mucha ciencia. Se necesitan nuevos métodos de organización asociativos para que las pequeñas empresas se puedan defender, se necesita cooperativismo en la producción y en el saber. La asociatividad y las relaciones laborales dignas y estables son fundamentales para que el crecimiento económico no genere de entrada desigualdad social. El modelo coreano es clave en este sentido del crecimiento con igualdad y propongo seguirlo. Los nuevos retos de la producción limpia necesitan de centenares de miles de profesionales, de científicos, de tecnología y por ello, sostener el crecimiento y la productividad implica elevar el intelecto general de toda la sociedad, el paso más seguro en esta dirección, es permitir que toda la juventud acceda a la educación superior pública y gratuita.
Tanto en el corto plazo, es decir para ya, y en largo plazo, es decir para sostener en el tiempo el crecimiento de la prosperidad y el trabajo, se necesita que usted no vuelva a creer en cadenas de whatsapp que llaman a quienes pregonamos estas políticas, expropiadores. Los verdaderos expropiadores hoy están en el gobierno. Arruinaron a un millón seiscientas mil pequeñas empresas y despojaron de sus tierras a cuatro millones de campesinos.
Es en estas propuestas que usted ha leído, podríamos encontrar el camino para volver realidad el sueño de millones de emprendedores y emprendedoras de Colombia.
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