jueves, enero 16

¡El San Juan de Dios es nuestro!

Por: Heidy Sánchez Barreto/ Twitter: @Heidy_UP

En la semana que culminó se dio un nuevo capítulo por la defensa del Hospital San Juan de Dios (HSJD) frente a los planes de demolición de la Alcaldía de Bogotá, en cabeza de la alcaldesa Claudia López. Gustavo Petro llevó a cabo un debate de control político en la Comisión Primera del Senado, donde dejó en claro que la historia de desatención del San Juan representa una inmoralidad administrativa y por ende un delito. Igualmente, desde el cabildo distrital hemos sido insistentes en la lucha por la protección de este patrimonio, ante los intereses privados que buscan demoler su torre central.

Su protección no representa un capricho, el diseño del actual esquema del hospital, se ubica en clave funcional desde su integralidad estructural. Por lo tanto, su demolición trasciende de un problema de vigas y ladrillos a la afectación de servicios que puede brindar en materia de salud pública.

El HSJD está diseñado para la docencia universitaria, la investigación científica, la atención comunitaria y tiene un simbolismo arquitectónico que lo constituye como un todo y una institución con reconocimiento público e histórico. Del mismo modo, es patrimonio cultural material e inmaterial: tiene un valor médico arquitectónico que hace que cada edificio esté ubicado de manera planificada, pero también es inmaterial por sus prácticas y saberes, donde se destacan los hallazgos científicos obtenidos. Por esta razón, el San Juan de Dios debe ser concebido de manera indivisible y en perspectiva de su recuperación y fortalecimiento.

Por ello en el año 2016 la Universidad de los Andes hizo un estudio sobre el estado de la infraestructura, que contempló diferentes posibilidades de intervención y recuperación del Hospital, pero en 2018, con Enrique Peñalosa como alcalde, se solicitó modificar el Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) para que se pudiera demoler la torre central y construir en su remplazo el denominado “Nuevo Hospital Santa Clara”.

Este último no tiene relación alguna con el HSJD y, por lo tanto, no cumple con la Ley 735 de 2002 que ordena su recuperación, como se estipulaba en el PEMP original de la Universidad Nacional. Del mismo modo, ni los estudios de la Universidad Nacional ni de la Universidad de los Andes, concluyen que la única posibilidad sea la demolición de la torre central, a pesar de que se busque concluir lo contrario desde ciertos sectores.

Vale señalar que realmente son tres edificaciones las que componen la torre central y que, si bien inicialmente solo se contempló cambiar la torre docente, en los nuevos planes se incluyen todas las edificaciones que tienen la posibilidad de reforzamiento estructural, como ya se hizo en 1980. Con el argumento de no cumplir normas de sismo resistencia pretenden efectuar la demolición, sin tener en cuenta que esto solo es exigible para nuevas construcciones.  Los edificios de patrimonio del país no cumplen esta normatividad, sin embargo, no se demuelen, se refuerzan.

Durante la Administración de la Bogotá Humana acuó en clave de la recuperación del HSJD. Además de su adquisición, se avanzó significativamente en la recuperación desde los sótanos hasta el piso 2 e igualmente se dejó inicio de obras para el piso 3. No obstante, Peñalosa suspendió y abandonó el recurso invertido, lo que implica un claro detrimento patrimonial. El sótano, el Cancerológico y el Homocentro hoy funcionan donde se encuentra el HSJD, al igual que un CAPS de la Sub Red Sur Oriente, lo que demuestra que sí puede haber restauración y funcionamiento siempre y cuando exista voluntad política.

Por otro lado, y en materia de beneficios en cuanto a servicios de salud, es pertinente decir que el nuevo contrato no contempla ningún tipo de valor agregado, ni tampoco mantiene las funciones del San Juan de Dios. Es necesario recordar que para el mes de julio del presente año, la Personería de Bogotá requirió a la Secretaría de Salud para que tomara medidas urgentes con tal de mejorar la atención a pacientes en el Hospital Santa Clara ya existente, tras recibir denuncias sobre las condiciones de hacinamiento, desaseo y fallas en la unidad de urgencias.

La Personería señaló que las personas que llegaron con síntomas asociados a COVID-19, fueron dejados en observación en una sala pequeña, junto a más de 40 personas, con solo 5 camillas disponibles. En su mayoría eran pacientes adultos mayores que permanecían en el piso sin ninguna atención.

Esto reafirma la evidencia que, la no apertura del HSJD ha sido un desacierto frente a la prestación en servicio de salud y que la pandemia ha permitido desnudar dicha realidad. No es un secreto que el HSJD hubiera podido brindar toda la infraestructura inmediata para la atención de pacientes COVID-19, sin necesidad de pagar una absurda millonada como la invertida en Corferias.

El vigente Santa Clara no cuenta con la suficiente capacidad logística para atender a las personas que en este momento padecen del COVID-19 y requieren de una atención médica y hospitalaria. Por tal motivo, es una pretensión vacía querer trasladar el Hospital Santa Clara a las instalaciones del HSJD. Mejor, deberían mantener su funcionamiento y darle apertura a los servicios en el HSJD como el hospital de nivel 5 de complejidad que es.

Por otro lado, y en cuanto al Nuevo Hospital Santa Clara, la actual Administración habla que la proyección del diseño, la construcción, la dotación y el funcionamiento de este “beneficiará a más de 360.000 personas” y que contará con 46 laboratorios, 27 especializaciones, 7 salas de cirugía y 312 camas (las cuales no cumplen la función de una cama hospitalaria).

Sin embargo, es menester precisar que, en tiempos de funcionamiento del Hospital San Juan de Dios, se contaba con una disponibilidad más amplia de camas en torno a los servicios y especialidades, 21 salas de cirugía con especialidades disponibles las 24 horas del día y médicos cirujanos, además de profesores y estudiantes de últimos años de medicina y/o especialización. A propósito, vale señalar que actualmente hay 13 facultades de medicina y las sedes no dan abasto, son 1.500 estudiantes y 850 están asistiendo a hospitales para su práctica profesional; de ser el caso, el HSJD tendría la capacidad de recibir 350 estudiantes y fortalecer nuevamente el área de investigación.

El HSJD se destacó por décadas en servicios de salud de excelencia, por lo cual es incoherente querer bajar al San Juan de Dios de Bogotá de un nivel 5 de complejidad a uno nivel 3 con el Nuevo Hospital Santa Clara. El HSJD estaría en capacidad de prevenir y curar enfermedades de alta complejidad, investigar en dirección científica, formar profesionales de la salud y funcionar en convenios docente – asistenciales para permitir el desarrollo de prácticas estudiantiles.

Del mismo modo, su recuperación en el marco de la suscripción de un contrato interadministrativo con el Ministerio de Cultura y la Universidad Nacional para la elaboración del PEMP, pretendía además la protección de todo el Complejo Hospitalario de la Hortua, que incluye: Hospital San Juan de Dios; Instituto Nacional de Cancerología; Instituto Materno Infantil; Hospital de La Samaritana; Instituto Dermatológico Federico Lleras Acosta; Hospital Santa Clara y Hospital de la Misericordia.

La destrucción de la torre central representa una afrenta al significado histórico, patrimonial y funcional del Hospital San Juan de Dios. Vemos aquí una vez más – como si no aprendiéramos de la historia y de las enseñanzas que deja la pandemia – la necesidad de fortalecer la salud pública en cobertura y calidad, con énfasis en las personas más vulnerables.

Pretenden acabar con el corazón del HSJD, pues el resto de la infraestructura es dependiente de lo que sucede allí, todo para quedar con un hospital pequeño, con menor capacidad y nivel de complejidad, que además será operado por un privado; cuando la esencia histórica y sentido del san Juan es que sea público. Por el bien de la salud de las y los colombianos, debemos rescatarlo: ¡El San Juan de Dios es nuestro!

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