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Por: BETO CORAL
Si existe en Colombia un grupo de personas impedidas intelectual, ética y moralmente para opinar sobre temas de cómo se debe manejar el país, son los expresidentes. Por una razón básica, tuvieron las riendas del poder para tratar temas trascendentales que hoy cínicamente vienen a dar cátedra de cómo se solucionan, pero que obviamente, ellos no hicieron.
Se vieron envueltos en escándalos de todo tipo y lucen como fuentes de conocimiento y sabiduría. No hay cosa más inservible y estorbosa que un expresidente, el único presentable, Juan Manuel Santos, pero no por lo que dice, sino por lo que calla. Así deberían hacer todos, guardar silencio. El peor sin duda, Álvaro Uribe Vélez, dos veces dueño del poder y no lo fue una tercera vez porque una perseguida y chuzada Corte Constitucional no se lo permitió. Sigue en el poder porque teme a quedarse quieto y la justicia lo pueda aprehender. El más pusilánime, Andrés Pastrana, un irrelevante estorboso que va a un concurso de ineptos y pierde, el compañero de viaje del pedófilo Jeffrey Epstein, el culpable del recrudecimiento de la guerra, del empoderamiento de los paras y de las Farc, como también de una de las peores crisis económicas y quien le dejó el camino servido al genocida matarife.
Pero uno, ha pasado desapercibido, uno latoso pero imperceptible, uno que destruyó el partido de supuestos ideales social demócratas, el partido de Ezequiel Rojas, de López Pumarejo, de Gaitán y de Galán, el mayor beneficiado del magnicidio de este último, César Gaviria Trujillo, un oportunista que como elefante colgado en un árbol o un cerdo de presidente, no se sabe cómo llegó ahí, el otro paraco, el autor de la “apertura económica” que básicamente fue la entrega del país al sistema neoliberal, privatizando industrias que posteriormente quebraron, como también los cinco puertos del país, lo que originó un gigantesco fraude; responsable de la crisis energética, por su nula atención a la infraestructura, la única solución que se inventó, fue cambiar la hora del país.
La constitución plagada de errores al sistema judicial que hoy padecemos, pero con un fuerte sentido social, no fue obra suya, fue producto de un movimiento social y estudiantil, como también de la esperanza de paz, pero con dicha constituyente, el otro paraco, aprovechó para darle gusto a narcotraficantes que pusieron en jaque al país con sus actos violentos para que este “ente manipulable” anulara la extradición y se les diera un trato exclusivo. Como efectivamente ocurrió, el propio Escobar diseñó en 1991 una cárcel a su gusto, en una finca ubicada en Envigado donde seguía delinquiendo con la complicidad del Estado, cuando el “otro paraco” decidió actuar, ya era demasiado tarde. Escobar desde siempre tuvo listo su plan de fuga con el contubernio de las fuerzas del Estado, hecho que también desató un capítulo oscuro de la historia del conflicto interno armado, han nacido “los pepes”, el acrónimo de “perseguidos por Pablo Escobar” nombre que según relata el coronel y ex gobernador de Santander Hugo Aguilar, hoy recluido en la cárcel La Picota, por lavado de activos y paramilitarismo, fue precisamente el que bautizó a estos criminales con dicho acrónimo, “los pepes”, antiguos socios de Pablo Escobar, conformados por los hermanos Castaño, Diego Murillo alias “Don Berna”, Rafael Galeano y otros integrantes del cartel de Medellín, que según información de John Jairo Velásquez alias “Popeye”, se empezaron a dividir por la advertencia que supuestamente le hizo Escobar a Bernardo Jaramillo sobre un plan para asesinarlo. Los autores iban a ser los hermanos Castaño con colaboración del DAS, como efectivamente pasó, Jaramillo fue asesinado en marzo de 1990, lo que claramente fue un crimen de Estado.
Los hermanos Castaño interpretaron esto como una traición, pero la asociación de muerte con Escobar siguió, hasta el robo de una caleta de más de 20 millones de dólares por parte de los hermanos Moncada y Galeano, socios del capo, que posteriormente se enteró y furioso les tendió una trampa en su “finca cárcel” de Envigado, los invitó a una reunión que se convirtió en una carnicería de la que se salvó el mismo Don Berna y uno de los hermanos Galeano.
Fue allí, donde los antiguos socios de Pablo Escobar, deciden crear “los pepes”, que inclusive, reciben apoyo del mismo cartel de Cali, ya no existía causas ni principios, así es de inmoral y contradictoria la guerra. Todo esto, frente al Gobierno inepto e incompetente que sabía que Cali se convertía en el nuevo fortín cocalero del mundo, pero no importaba la guerra contra el narcotráfico, lo único que importaba, era dar de baja un problema que claramente se les salió de las manos y para subsanarlo, no les importó aliarse con el mismo diablo.
Aparece en escena, el “pepe mayor”, el enlace del cartel Cali con los Castaño, el Coronel Danilo González, compañero de Hugo Aguilar, se especializó en dar resultados positivos a bases de premisas ilegales y alianzas criminales, fue el autor de más de 95 homicidios, torturaba, secuestraba y violaba derechos humanos, él y Aguilar, fueron los autores de un carro bomba en la casa de la esposa de Escobar. Fue la alianza paramilitar más cínica y conchuda de la historia de Colombia, a la casa de Nariño llegaba el General Miguel Antonio Gómez Padilla a darle parte a Gaviria de las operaciones conjuntas con ese grupo de asesinos, de frente al país, el Estado se alió con unos criminales, para casar a otro criminal.
Estos, más efectivos que la fuerza del Estado, cumplieron su cometido, mataron a Pablo Escobar. El hermano de Don Berna, Rodolfo Murillo Bejarano, alias “semilla” fue quien disparó, pero todos los honores se lo llevaron las fuerzas del Estado. “Los pepes”, inmunes de todos los crímenes que cometieron con participación de agentes del Estado y la venia del presidente Gaviria, siguieron campantes con su estela de terror, en 1994 muere asesinado Fidel Castaño, dejándole el mando a los otros dos sanguinarios, Carlos y Vicente.
Aparecen en escena, las cooperativas de vigilancia y seguridad privada para la defensa agraria o servicios comunitarios de vigilancia y seguridad privada “convivir”, las cuales fueron creadas en el Gobierno de César Gaviria mediante la ley 356 de 1994, que consistió en dotar de armas de las propias Fuerzas Armadas a terratenientes para que hicieran el trabajo que el Estado, estaba constitucionalmente obligado a hacer. Fue la legalización de los Paramilitares, no fue Uribe, no fue Samper, fue Gaviria quien los legalizó.
Muchas de las personerías jurídicas de estas cooperativas de vigilancia, pasaron a manos de sanguinarios como “Jorge 40”, “Mancuso” y Luis Alberto Villegas, socio de Álvaro Uribe en la venta ficticia de la finca “Las Guacharacas”, lugar donde según el paramilitar Pablo Hernán Sierra, se fundó “el Bloque Metro de las autodefensas”. Ya en 1997, esos mismos “Pepes”, fundan oficialmente, las autodefensas Unidas De Colombia. El mismo sanguinario Ever Veloza alias HH, indicó que las Convivir, dieron inicio a la operación militar de estas autodefensas.
¿Cuál es la responsabilidad histórica, política y penal de César Gaviria sobre estos hechos? Asolapado, solo se muestra en escenarios electorales para medir cálculos políticos y promover a su hijo Simón, quien firma proyectos de ley sin leerlos, como pasó en la reforma a la justicia de 2012. Gaviria, el mismo que apoyó el proceso de paz y que no escatimaba tiempo y recursos para irse lanza en ristre contra el uribismo, se alió con este, para poner a Duque de Presidente. ¡Qué PARAdoja! tal vez, el pasado oscuro del “otro paraco” ha sido ignorado porque existe un sanguinario culpable de la debacle social del país, alguien relacionado en todo tipo de crímenes, pero sin duda, la historia algún día le dará el lugar que se merece el expresidente César Gaviria, el legitimador paramilitar, el otro paraco.