Por: Simón Gómez-Azza
En su momento agradecí a Abad Faciolince por haber despertado ante nosotros los jóvenes la historia de su padre Héctor Abad Gómez: el estreno de la película “El olvido que seremos” en todas las salas de cine del país y el triunfo en los Premios Goya se suma al éxito editorial de su libro homónimo. En una reciente columna del diario El Espectador, Abad Faciolince equipara al Pacto Histórico y las juventudes populares del Paro Nacional con el narco-paramilitarismo y la extrema derecha que, en la época en que estos asesinaron a su padre y aún hoy, ostentan el poder fáctico y político. No encuentro mejor respuesta que volver a Héctor Abad Gómez, gigante cuyo legado reivindicamos hoy. Este Jericoano, médico salubrista, padre de la Salud Pública en Colombia y miembro fundador del Comité Permanente por los Derechos Humanos en Antioquia es uno de los héroes en Colombia que si existieron. En las paredes de la Facultad Nacional de Salud Pública Héctor Abad Gómez de la Universidad de Antioquia reza una frase que cada vez mas pasa de inspiradora a premonitoria: “Sueño con un mundo menos estúpido e injusto que el actual, con una Colombia mejor organizada para satisfacer las prioridades de todas sus gentes”.
Su historia es otra de tantas en este país de cidios y cirios. Un país que nos tiene acostumbrados a mirar al pasado como una colección de fechas marcadas con tinta roja, no como procesos, legados o movimientos. Conocemos más de los cadáveres que de cuando anduvieron y lucharon por esta tierra y sus gentes. De Héctor Abad Gómez sabemos que lo mataron, sabemos también del profundo dolor que causo su muerte, e incluso Abad Faciolince fue capaz de trasmitirnos su profunda humanidad, pero no nos han contado acerca del líder, el pensador y el gran hombre público que fue.
Mural Facultad de Salud Publica UdeA
La historia de este antioqueño no se resume al 25 de agosto del 87, ni se materializa en las balas del terrorismo de Estado hermanado con la mafia. Encuentro inspiración en ‘El Olvido que NO seremos’[1] reconocimiento parte del circuito la ‘Piragua de la Verdad’ de la Comisión de la Verdad a las y los defensores de DD. HH en Antioquia. En la coyuntura de profunda crisis que estamos navegando ahora, es el momento de combatir ese olvido, y buscar una hoja de ruta, un mapa que nos permita trasegar la tempestad. Se preguntaba: “¿Por qué seguir engañándonos a nosotros mismos? ¿Por qué no buscar otro tipo de modelo de desarrollo para Colombia, que tenga como prioridad el trabajo del hombre colombiano…en el cual las prioridades las fijen las mismas comunidades, que saben mejor que los ‘economistas’ y burócratas lo que desean y verdaderamente necesitan?”[2]
Entendía la lucha por los derechos humanos en el sentido amplio de la palabra. En su manera de ver el mundo la barbarie de las balas y las bombas era la misma que la barbarie del hambre, la falta de educación, la explotación laboral y la desigualdad. Ese comité de DD. HH es entonces de verdad Permanente, pues en tanto exista la injusticia, existirá el legado y pensamiento de Héctor Abad Gómez y aquellas y aquellos que caminaron con él; que obstinadamente se resistieron a creer – aún en la más oscura de las noches – que la barbarie es lo máximo a lo que podemos aspirar como sociedad.
Entendía la violencia como un síntoma que mutaba de las enfermedades de la pobreza y la desigualdad, y así como estas, debe ser tratada desde una perspectiva epidemiológica. En los tiempos de pandemia que vivimos – a riesgo de sonar cliché – debemos finalmente comprender que, así como se combate el Covid con vacunas, se deben combatir los virus de la pobreza, la desigualdad y su hija la violencia con reformas estructurales profundas; dotando a la sociedad de anticuerpos que le garanticen crecer sana, al máximo de sus capacidades. En ese sentido era un verdadero humanista, dotado de una fe inquebrantable en la capacidad del género humano de enfrentar sus demonios y construir el paraíso en la tierra, esa utopía realizable[3].
Me recojo en su visión amplia de la Salud Publica que se transforma en Poliatría, disciplina que concibió en los años 70 y que es más vigente que nunca: “la ciencia y el arte de ayudar a una comunidad humana a adquirir, por si misma, el mayor grado posible de bienestar físico, mental y social para todos y cada uno de sus componentes”[4]. Confiaba plenamente en la capacidad que tenemos como sociedad de forma colectiva, racional y planificada de tomar decisiones que permitieran su mejoramiento. En contra de manos invisibles, intereses económicos hegemónicos y estructuras desiguales de poder. Era un convencido de la capacidad de la razón, la ciencia y tecnología en mejorar y dignificar la vida de todos y cada uno de los seres humanos. De lograr poner la tecnología y el ‘desarrollo’ al servicio de los intereses de la sociedad, no al contrario como se nos ha impuesto hasta hoy día.
Volver a Héctor Abad Gómez es indispensable para encontrar un referente intelectual, ideológico, moral y ético que nos permita interpretar el presente e iluminar los caminos de futuro. No podemos permitir que se le coloque en un pedestal, que se le transforme en una fría estatua de mármol sujeto de películas, libros, documentales y hasta cartillas infantiles; pero que no se hable de lo que fue, de lo que pensó, de por qué los poderosos se vieron obligados a callar su portentosa voz al no poderlo nunca derrotar.
Señorón Faciolince, nosotros los jóvenes colombianos, nietos de Héctor Abad Gómez y Carlos Gaviria, tataranietos de María Cano y Betsabé Espinal, nos recogemos en el legado de su padre. Elevamos nuestra voz al cielo pues estamos parados sobre hombros de gigantes cómo él. Allá donde usted encuentra sujetos instrumentalizados, desprovistos de agencia y plagados de un ‘idealismo propio de su edad’, se encuentra la verdadera esperanza y la real dignidad de un pueblo que grita nunca más. Suena idealista soñar con esa “Colombia mejor organizada para satisfacer las prioridades de todas sus gentes”, lo es. Se equivoca usted entonces en creer que el idealismo es propio de una edad, es más bien indicador de carácter, y de saber que vale la pena darlo todo por construir un país “menos estúpido e injusto que el actual” cómo nos enseñó su padre, asesinado con 66 años de juventud.
No somos niños reclutados para matar, ni somos asesinos que buscan acabar con uno que otro policía. Igualarnos con el narco-paramilitarismo que capturó a Colombia, que nos dispara con las balas del terrorismo de Estado y que arranca las flores una a una intentando impedir la primavera; hace gala de su afán electoral y de una profunda vergüenza histórica. La vergüenza histórica de perpetuar la doctrina del enemigo interno donde se estigmatiza a la juventud barrial y universitaria y a los sectores populares movilizados como eternos guerrilleros y exguerrilleros; la vergüenza histórica de aquellos que pretenden ser el palo en la rueda para empezar el camino a un país justo y próspero para todos y cada uno de nosotros.
- Comision de la Verdad, Nodo Sur-Francia, 2020. La Piragua de la Verdad: El Olvido que NO seremos, Un reconocimiento a las y los defensores de Derechos Humanos en Antioquia.
Available at: <https://www.youtube.com/watch?v=NW17LbzrxYQ&t=17s&ab_channel=Comisi%C3%B3ndelaVerdad> [Accessed 7 February 2021]. ↑
- Hector Abad Gomez, “¿Seremos Capaces?”, Borrador Mecanografiado (Medellín, 1984), Archivo Hector Abad Gomez (HAG), Universidad de Antioquia. ↑
- Héctor Abad Gómez, Manual De Poliatría, 1st ed. (Medellín: Universidad de Antioquia, Facultad de Medicina, Depto. de Medicina Preventiva y Salud Pública, 1973). Capitulo XXVIII: Una visión colombiana de la Salud Publica. ↑
- Héctor Abad Gómez, Manual De Poliatría, 1st ed. (Medellín: Universidad de Antioquia, Facultad de Medicina, Depto. de Medicina Preventiva y Salud Pública, 1973). Capitulo III: ¿Que es la Poliatría? ↑