Por la coyuntura de las elecciones ecuatorianas, hago un alto en el camino en mi promesa de seguir poniendo a consideración del Pacto Histórico algunas reformas, a mi modo de ver necesarias, para la transformación del país.
Escribo esta columna desde Quito, Ecuador, el día previo a las elecciones presidenciales que disputarán el candidato de derecha Guillermo Lasso, en representación del poder financiero (es banquero) y el candidato de la izquierda democrática Andrés Arauz.
La última vez que vine a Ecuador estuve una semana en Guayaquil presentando unas propuestas para un canal de televisión local. Cuando llegué de tránsito a Quito, a un aeropuerto bastante deteriorado, a Ecuador lo gobernaba un presidente, y cuando me fui, lo gobernaba otro presidente. No porque hubiera venido en época electoral o en plena sucesión, sino porque este país tuvo 8 presidentes entre 1.997 cuando el Congreso destituyó a Abdalá Bucaram por incapacidad mental y 2007 cuando asumió el poder Rafael Correa, el primer presidente que pudo terminar su periodo presidencial completo en dos décadas.
Pero… ¿Por qué Correa no fue derrocado en una era de tanta inestabilidad política? Tendrían que venir a Ecuador para entenderlo. Comenzando porque ya se llega a un aeropuerto nuevo y moderno conectado con una gran autopista a la ciudad. Pero también tendrían que ir a los barrios pobres para que admiren el avance que tuvieron las clases menos favorecidas. Correa les devolvió el derecho a una vida digna. Construyó Universidades, hospitales para garantizar que la educación y la salud fueran derechos fundamentales para la ciudadanía.
La infraestructura física del país tuvo un avance asombroso durante este gobierno. El país está hoy atravesado por autopistas de última generación y, aunque empezaron el proceso del Metro subterráneo, casi a la par con el de Bogotá, el de aquí ya está listo para ser inaugurado mientras al de Bogotá, le están volviendo a hacer los estudios después que Peñalosa y Claudia repitieran una y mil veces que ya estaban listos para empezar a construir un feo metro elevado con pocas estaciones, más corto y más caro que el que Petro dejó con diseños de tercera Fase.
En el Ecuador de Correa la tasa de pobreza disminuyó un 38% y la pobreza extrema rebajó en un 47%, es decir, entre 2006 y 2012 un millón de personas salieron de pobres y el desempleo de solo el 4,3% fue de los más bajos del continente. El país creció sostenidamente a tasas promedio del 4% y en 2013 llegó a ser el país de Latinoamérica con mayor inversión pública, con un 14% del PIB. Para la muestra dos botones: La inversión en salud se duplicó y la educación superior gratuita fue elevada a norma constitucional por lo que la inversión en este sector pasó del 0,7 del PIB al 2,1%, es decir se triplicó.
Como consecuencia de ese milagro económico la desigualdad en Ecuador se redujo de un 0,55 al 0,47 en la escala del coeficiente Gini.
Con todos estos logros, Correa fue reelegido dos veces y cuando la Constitución se lo impidió puso en plataforma a su hombre de confianza, Lenín Moreno. Lo demás ya es una historia bien conocida. Traición, persecución, devolución del país a quienes lo llevaron a la desestabilización. Algo parecido a lo que le hizo Michel Temer en Brasil a Dilma Rouseff. Ella lo nombró Vicepresidente y el le orquestó la destitución en el Senado.
Pero no fue suficiente toda esta maravillosa transformación. Ya les explico por qué.
Vine a este país para aprender de su proceso electoral, que es tan atrasado como el nuestro, pues aún no se implementa el voto electrónico y la votación se hace mediante tarjetones y actas de papel, pero con una diferencia sustancial: al testigo electoral le entregan una copia del acta de mesa. ¿Imaginan la maravilla? Reunimos todas las actas y hacemos un conteo paralelo al de la Registraduría. Pues esto es, precisamente, lo que hará la campaña de Arauz hoy. Montaron un software que durante 11 meses fueron alimentando con datos de los 39.400 testigos electorales que cuidarán los votos en las 39.400 mesas que tiene instaladas mañana el Consejo Nacional Electoral. A la hora del cierre de la jornada electoral que aquí se hace a las 5:00 PM, los 39.400 testigos subirán la foto del acta de votación de la mesa respectiva, a una aplicación previamente instalada en sus celulares. Es decir, en menos de dos horas, la campaña sabrá cuantos votos obtuvieron. De modo que si la campaña del candidato gobiernista pretende presentar algún dato falso, enseguida vendrá la impugnación.
Es un software sorprendente. Tiene todas las alertas posibles para detectar alteraciones en las votaciones y ya fue probado en un simulacro el domingo pasado en el que se obtuvieron el 76% de los resultados.
Podemos emular un sistema similar, dado que nuestros compañeros ecuatorianos nos están facilitando toda la asesoría técnica, pero nos podríamos gastar, entre desarrollar el software y probarlo, por lo menos 6 meses. Casi encima de las elecciones de marzo, sin contar que el software podría tener un costo astronómico. Pero hay que hacerlo y lo haremos, de eso no tengan duda.
Sin embargo, entre averiguaciones técnicas y conversaciones con ingenieros, genios de la informática, entre ellos dos colombianos y expertos en segmentación de los anuncios y niveles de penetración de las redes sociales, que aquí es menor a la nuestra, me fui encontrando con un tema demasiado importante para aplazarlo. El estrés que sentí en muchos miembros y directivos de la campaña. Todo porque las encuestas dan ganador por un estrecho margen al candidato Arauz.
¿Por qué sucedió esto si el mismo candidato ganó por 13 puntos de ventaja sobre el segundo en la Primera vuelta?
Por la misma razón que en Colombia no le ganamos a Duque en 2018 en primera vuelta y no le ganaremos al candidato que diga Uribe en 2022 si persistimos en llegar divididos a la consulta de marzo.
Voy por partes y atérrense de las similitudes.
A las elecciones del pasado 7 de febrero los movimientos alternativos llegaron divididos. (Lo mismo que pasará en Colombia el 13 de marzo de 2022 si los Verdes insisten en vetar a Petro).
El resultado de esa elección fue el siguiente:
Andrés Arauz: 32,20%
Guillermo Lasso: 19,74%
Yaku Pérez: 19,39%
Javier Hervas: 15,68%
Otros candidatos obtuvieron votaciones menores pero aquí podemos sacar ya la primera conclusión. Si Andrés Arauz y Yaku Pérez hubieran llegado unidos, despachan a Lasso, el candidato de Lenín Moreno, de una vez por todas con un 51,94% de los votos.
Pero no. Llegaron divididos y Lasso pasó a segunda vuelta con una sospechosa diferencia del 0,45% Sobre Yaku Pérez.
Cualquiera pensaría que para la segunda vuelta Yaku Pérez, que representa al movimiento indígena, se uniría a Arauz por afinidad ideológica y programática pero no lo hizo. Y lo que es peor, y aquí viene la segunda coincidencia, declaró que votará en Blanco (De la Calle, Fajardo y Robledo en 2018). Sí señores, Yaku se fue a ver ballenas mientras el pueblo se bate en las urnas por derrotar la corporatocracia, su frialdad para reconocer derechos a los pobres y su generosidad para entregar subsidios, beneficios tributarios y meganegocios a los más ricos.
Como consecuencia de esa nefasta decisión, hoy no se sabe quién gane las elecciones. El que triunfe lo hará por un margen muy pequeño. Es decir, a pesar de haber transformado a Ecuador, a pesar del salto social de este país, el candidato que representa al correismo está pasando trabajo para ganarle a Lasso pese a que en primera vuelta casi lo duplicó en votos y todo gracias a las divisiones que parecieran estar enquistadas en la izquierda latinoamericana. Mirémonos en este espejo por favor. Mirémonos fijamente hasta que el espejo se rompa porque nos puede suceder lo mismo.
Y aquí viene la tercera similitud. El moribundo candidato Guillermo Lasso del Partido Social Cristiano revivió de entre los muertos o mejor, fue revivido por la división de las fuerzas alternativas, pues empezó a recibir apoyos de los candidatos derrotados en Primera Vuelta. Primero se le sumó César Montúfar de la Alianza Honestidad, luego el expresidente Lucio Gutiérrez en nombre del Partido Sociedad Patriótica. Después Xavier Hervas, de la Izquierda Democrática, aunque su partido tomó la decisión de votar por el voto nulo. El 25 de marzo pasado, a Lasso se unieron otros tres excontrincantes: Pedro Freile por el movimiento Amigo; Gustavo Larrea, de la Democracia Sí y Guillermo Celi de Suma. Y para completar siete adhesiones, el pasado 1ero de abril se sumó a Lasso el excandidato Paul Carrasco del Movimiento Podemos. De los 8 candidatos perdedores siete se unieron a Lasso y solo uno a Arauz. Algo similar sucedió en Colombia en 2018 cuando todos los partidos, hasta el Partido Liberal con César Gaviria a la cabeza, terminó adhiriendo a Duque en Segunda Vuelta y solo el Partido Verde aceptó adherir a Petro bajo una docena de condiciones esculpidas en una tabla de mármol.
Y no solo esto. La prensa se unió en coro a Lasso. El dinero de los bancos empezó a rodar a chorros y sin control electoral como lo ha denunciado el candidato Arauz. Hasta el vergonzoso Fiscal de Colombia llegó hasta Quito a meter la nariz a un proceso electoral ajeno. Y ni qué decir del patético expresidente Andrés Pastrana haciendo fuerza por Lasso. Bueno pues toda esta andanada de ayudas y apoyos oscuros e interesados los recibirá en Colombia el candidato de Uribe si lo dejamos llegar a Segunda Vuelta.
No se sabe quién gane hoy. Es una incógnita. La campaña de Arauz tiene fe en el triunfo así sea por una diferencia pequeña. Sin embargo, temen que de ser pírrica, el reconteo, las impugnaciones y las fake news de fraude empiecen a rodar peligrosamente hasta crear el relato de la trampa. Aparecerán entonces las denuncias por interferencias de hackers rusos y todo lo que ya sabemos que inventa la derecha, hasta sabotear el resultado. Esperamos que no. Que todo transcurra en medio de la normalidad y que el portentoso sistema técnico y logístico antifraude montado por la campaña de Arauz funcione correctamente porque que si les va bien a ellos cuidando los votos, nos irá bien a nosotros en 2022.
Les quise mostrar cómo un triunfo servido, un regreso triunfal del progresismo que transformó a Ecuador, se pone en riesgo por una pésima interpretación del momento histórico por parte partidos y candidatos inferiores al compromiso fundamental. Candidatos y partidos más pequeños que la responsabilidad de devolverle la esperanza a 18 millones de ecuatorianos.
Pregunto. ¿Qué necesidad había de arriesgar el futuro de Ecuador por simples egos?
Bueno, no tengo nada más que explicar. Dedico esta columna a los señores Sergio Fajardo, Humberto de la Calle y Jorge Robledo, repitentes en estas lides de frustrar los sueños de millones de colombianos ávidos de un cambio.
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