lunes, noviembre 11

Derrotar al Uribismo no solo a Uribe

Por David Flórez.  Twitter DavidFlorezMP

Con la medida de aseguramiento en contra de Álvaro Uribe Vélez proferida por la Corte Suprema de Justicia no han sido pocas la personas que de forma apresurada han asegurado que este ya se encuentra derrotado, grave error, no solo porque en medio de un proceso jurídico seguramente largo este personaje contará con buena parte del establecimiento con todo lo que ello implica, sino también porque la tarea central de quienes abogamos por un país democrático y en paz debe ser no solo derrotar a Uribe sino a lo que representa y hace posible la existencia de eso que comúnmente se suele llamar Uribismo.

Sin desconocer el importante papel que juegan los liderazgos en los procesos sociales, pero alejados de aquellas visiones que reducen el campo de la disputa política a un lugar donde solo se ponen de presente supuestos talentos individuales o donde los conflictos se leen más como peleas entre archí enemigos personales, es necesario entender que Álvaro Uribe Vélez llegó a ser presidente y ha tener la capacidad de dañar a millones de personas, no porque se levantará todos los días a las seis de la mañana a “trabajar, trabajar y trabajar” sino porque en lo fundamental logró representar, articular y amalgamar en un momento concreto, los sectores más atrasados de nuestra formación económica, de la ilegalidad mafiosa, de las elites políticas decadentes y construyó un relato propicio para ser aceptado por un país con una deuda cultural gigantesca encerrado en un conflicto armado de muchas décadas.

En efecto no es posible entender acertadamente a Uribe y a lo que él representa, sin hablar de la pervivencia histórica del latifundismo improductivo, de unas élites políticas que no en pocas ocasiones han coqueteado y militado en el fascismo, entre otras cosas promoviendo en varios momentos de la historia diversas formas de paramilitarismo. De un sector de la iglesia católica y ahora de las iglesias neo pentecostales que desde sus púlpitos llaman a recortar derechos y en los últimos cuarenta años el ascenso político, económico y cultural del narcotráfico en Colombia, son estos mismos sectores los que hicieron posibles a Gilberto Álzate Avendaño, Laureano Gómez y al propio Uribe y los que mataron al General Uribe Uribe y a Gaitán en siglo XX tal y como lo retrata magistralmente Juan Gabriel Vázquez en su novela “la forma de las ruinas”.

En este sentido la construcción de un pacto histórico entre las fuerzas democráticas, progresistas y de izquierdas debería estar dirigido a obtener las victorias que permitieran adelantar las reformas económicas, políticas y culturales que transformaran el país y hagan posible que nunca más un personaje como Uribe pueda llegar a tener tanto poder y hacerle tanto daño a Colombia.

En esta dirección y aunque parezca contradictorio con lo planteado anteriormente es muy importante en el corto plazo derrotar judicialmente a Uribe, por varias cosas, pero fundamentalmente porque es vital acabar con el relato en el que él ha sido un héroe que ha salvado el país de la amenaza castro chavista y en el que su honorabilidad resiste cualquier análisis, es fundamental que la verdad histórica se convierta en verdad judicial  y que quede de claro que su accionar siempre rodeado del crimen no ha sido otra cosa que la materialización del proyecto político de la mafia y del paramilitarismo, en el que varios sectores se enriquecieron de forma multimillonaria.  Su derrota jurídica debe ser la antesala de la derrota de él y de los sectores que le acompañan en los libros de historia, en el relato plural que construyamos como país.

En el mediano plazo es urgente acabar con la base material y económica de este proyecto político de la caverna: el latifundismo improductivo y el narcotráfico, fenómenos causantes de buena parte de nuestras desgracias nacionales, una economía reprimarizada con rasgos en muchas ocasiones feudales, una desigualdad inaceptable en una sociedad que quiera ser democrática y por supuesto diferentes expresiones de conflicto armado que siguen desangrando a Colombia.

El pacto histórico debe traer consigo un esfuerzo denodado por la reforma agraria y por el cambio del paradigma desde el cual se aborda el problema de las drogas en el país, para lo que es indispensable usar las herramientas ya consagradas en el Acuerdo Final de paz. El pacto histórico debe ser un pacto con la Paz.

En el plano cultural es evidente que una sociedad donde la educación es un privilegio de una pequeña minoría es presa fácil de los discursos pre modernos en los que proliferan con gran facilidad el autoritarismo y el fascismo, por ende derrotar al Uribismo y a lo que este representa en el campo de la hegemonía pasa necesariamente por una lucha denodada por ampliar y masificar el acceso al conocimiento y a la ciencia. El pacto histórico debe ser un pacto con la universalización del Saber.

Evidentemente todo esto quedará en meras palabras si no derrotamos al Uribismo electoralmente en el 2022, llevando al Gobierno nacional un programa de cambio que impulse el pacto histórico para que entre muchas otras cosas podamos decir nunca más Laureanos, nunca más Uribes.

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