sábado, diciembre 7

De Claudio a Claudia

el desagüe de un lago y el pantano de un Metro

Por Leonardo Puentes D.

“Ave César, los que van a morir te saludan” fue el satírico gesto de los prisioneros romanos al Emperador Tiberio Claudio César Augusto Germánico, o simplemente Claudio, antes de dar inicio a la naumaquia, un combate naval de carácter ceremonial sin precedentes que serviría como cinta inaugural de los túneles de un drenado que evacuaría por completo el lago Fucino y que recuperarían 140 Km2 de tierras fértiles al imperio, para cultivos y actividades agrícolas.

Si Claudio fuere hoy otro actor político de la escena Colombiana, tal vez sería “el menos barra brava de la camada” como diría Daniel Samper Pizano, ya que en su momento, Claudio, aunque portaba sangre noble en sus venas, era el menos violento y belicoso entre sus parientes más cercanos; de hecho, ningún oráculo hubiese vaticinado nunca a Claudio como el sucesor de su sobrino, el excéntrico Calígula, quien a su vez sucedió al temible tirano Tiberio; Claudio siempre fue tomado por tonto y débil, tal vez por su cojera y tartamudez. No obstante, como hoy podemos ver, heredar el poder no ha pasado de moda y en este país cualquier tonto puede ser el próximo “el que diga” de quien ostente la corona hegemónica.

Claudio, recibió el trono en medio de una turbulencia política por el asesinato de aquel Calígula tan odiado y vituperado por el pueblo. Es muy probable que las encuestas de percepción sobre aquel hombre en Roma, no le hubieren dado más del 40% de imagen favorable, igual a como terminó Peñalosa su tercer reinado en Bogotá. Según los Annales del historiador Tácito, Casio Querea, un valeroso soldado de la Guardia Pretoriana (el órgano militar que servía de escolta y protección a los emperadores romanos, en definitiva: el ESMAD de la época) fue quien quitó la vida a Calígula; otro, llamado Grato, coronó a Claudio quien se escondía temeroso tras una cortina.

Y así inició su imperio Claudio, como Claudia su alcaldía; con la promesa de una nueva era que acabaría de tajo con tanta “polarización” en Roma; un poder que tuvo que asegurase con el ESMAD, digo, con la Guardia Pretoriana a quienes debió dar bondadosos honores y ostentosas riquezas que le permitieran dormir tranquilo. Sí hubiera tenido Twitter Claudio, ante una eventual escaramuza popular en un 21 de enero, probablemente hubiese trinado cosas como:

“…La protesta social no es un problema de orden público, ni la intervención legítima de la Guardia Pretoriana una violación de derechos humanos #21E”

Y ante una tumultuaria por el asesinato de un jurista a manos de un pretoriano, Hubiere trinado:

“…Desobedecieron instrucciones expresas y públicas del emperador. ¿Entonces a quién obedecen? Urge justicia, acción y reforma!”

Sin embargo nunca le habríamos visto ni un solo tweet, ni un solo mensaje directo en TV dando la orden pública de detener los disparos en las noches de violencia subsiguientes. Es decir, al populus el pan de opinión, pero que siga el circo tras bambalinas. A la final, la guardia pretoriana es quien les mantiene el statu quo; luego entonces, tendrá que salir al otro día el César vestido de pretor a tomarse la selfie con sus soldados en el Foro Magnum.

Aquella mañana, en la boca del túnel que drenaría el lago Fici, Claudio mandó instalar su escenario, con bebidas y manjares propias de un emperador. Vinieron cientos, tal vez miles de invitados y fisgones a tan opulenta inauguración. Una obra que habría durado once años y que habría empezado tercamente desde décadas anteriores, en épocas de Augusto, quien había abandonado tal empresa por la complejidad e inestabilidad del suelo que frustraron aquel primer intento de excavaciones.

Podría asegurar, que de haber tenido en aquel entonces medios tecnológicos como los de hoy, Augusto Octavio hubiere realizado oportunos estudios de prefactibilidad, factibilidad y estudios de ingeniería de detalle del proyecto como lo demanda la Ley, y ahí sí, Claudia, perdón, Claudio, hubiera podido colocar “la primera piedra” de la obra años después.

Sin ningún reparo, la naumaquia se desató, diecinueve mil hombres pelearon por su vida y la libertad que les había prometido el emperador a los sobrevivientes. Al finalizar la contienda, se dio paso a la apertura del desagüe del lago. Y, sobre los sucedido hay varias versiones; el historiador Suetonio escribió que la fuerza del agua fue tal, que el canal construido se desbordó. Según Tácito, el problema estuvo en que el canal no estaba a la altura adecuada y que la falla fue por la ineptitud e ignorancia de Narciso, el liberto (ex-esclavo) más cercano y de más confianza de Claudio, cuya responsabilidad era la de supervisar las obras del lago. Es decir, un “Interventor” de la época. Agripina, esposa de Claudio, acusó a Narciso de haberse quedado con el dinero que se le había encomendado para los varios requerimientos de una obra fallida que tuvo que prolongarse otros 4 meses. Años después, a la muerte de Claudio, Agripina condenaría a muerte a Narciso, bajo este y otros cargos.

¿Qué diría hoy Agripina, si se enterara que la certificación del estudio de factibilidad del proyecto metro elevado por parte de la Financiera de Desarrollo Nacional (FDN) fue fraudulenta, porque no había informes finales de la interventoría sobre los estudios de factibilidad en ese momento? Certificación primordial para pedir la financiación al Gobierno mediante el documento CONPES 3900 de 2017. Es decir: ¡No sé que voy a hacer pero denme la plata!

Me gustaría imaginar como frunce el ceño escuchando, que incluso finalizando los estudios de factibilidad, Narciso, digo, la FDN, firmó un Otrosí por nueve mil millones de pesos, porque se les olvidó incluir el estudio de prueba de carga de los pilotes; estudios que determinan la resistencia del suelo al peso de toda la infraestructura y proyecta las características técnicas con que los pilotes deben diseñarse. O sea: ¡para que el metro no se vaya a caer!

Y creo que a Agripina no va a estar muy contenta, cuando le digamos que, estos estudios de prueba de carga de los pilotes tampoco tuvieron interventoría, como lo determinó el informe de gestión Nº49 de la FDN, ni tampoco le va a gustar mucho saber que además, la licitación para la obra más importante de Bogotá fue abierta sin el informe final de la revisión de los resultados de esas pruebas de carga de los pilotes.

Podría apostar que la esposa de Claudio, deseará haber drenado ella misma el Fici, cuando sepa que finalmente se firmó el preciado contrato con la sociedad china Metro Linea 1 S.A.S. ganadora de la licitación, sin que el proyecto tuviera los estudios de ingeniería de detalle como lo demanda el artículo 12 de la Ley 1682 de 2013 y con el informe de prueba de carga de pilotes hecho a la carrera (mes y medio). Un repertorio de ilegalidades en el que se violaron, entre otras normas, la Ley 1474 de 2011, la Ley 80 de 1993 y la Ley 1882 de 2018.

Aún así, con todas estas engañifas del liberto Narciso Andrés Escobar, la precariedad y las penurias propias de la tecnología del Siglo I, y ante los ojos absortos de toda Roma, Claudia, digo, Claudio, decidió concluir el trágico legado de Augusto Peñalosa.

A los cuatro meses del primer fiasco, Claudio volvió a organizar otra ceremonia inaugural para la apertura definitiva del túnel de desagüe. Esta vez el show fue de gladiadores; esfuerzo perdido porque todo volvió a salir mal. Al abrirse la compuerta, el boquete del túnel explotó. El desastre del lago Fici casi cobra la vida de los divinos anfitriones, quienes tuvieron que salir corriendo del lugar para no ser devorados por las aguas.

Pese a este fracaso, Claudio pasó a la historia por ser un gran constructor y administrador que no polarizó a sus ciudadanos y que en vez de tumbar proyectos, aplicó la sabia consigna de “construir sobre lo construido”, culminando los acueductos de Anio Novus y el Aqua Claudia que había empezado Calígula, construyó el Puerto de Ostia y culminó varios caminos a Germanía; Quizá fue por que Calígula “ya los había dejado firmados”. En todo caso las obras de los túneles del lago no quedaron concluidos; setenta años después, Adriano retomó la descomunal empresa aunque tampoco tuvo éxito, al igual que el Emperador del Siglo XII del Sacro Imperio Romano Germánico Federico II Hohenstaufen. Fue solo hasta 1835 que el príncipe de Torlonia, pudo concluir esta mal lograda obra, teniendo que ampliar hasta tres veces el tamaño del túnel del diseño original de Claudio.

Lo cierto es que nuestro anhelado proyecto metro ya cumple 78 años desde que el alcalde Carlos Sanz de Santamaría propuso su construcción en 1942 y esperamos que el enlagunado camino que ya transitó el metro de Peñalosa y Claudia, no nos someta a la burla mundial por otros 1800 años como el estrambótico drenado del Fici. Por ahora, las mentiras de Peñalosa y Andrés Escobar nos postergaron nuevamente el metro espacial hasta 2028, y nadie hoy sabe el costo real, porque no hay diseños de ingeniería de detalle y no habrán hasta dentro de dos años; aún así, se inició un traslado de redes sin estos estudios. ¿Quién asegura que los Chinos no nos cambien el trazado de redes por que los “lagos son impredecibles”?.

Y de nuevo, todo al revés, todo mal, Bogotá sin plata, sin lago drenado y endeudados billonariamente por la obsesión de Claudio, digo Claudia, de continuar con una empresa mal planeada y hundida en los pantanos de la corrupción.

Esto escribió el filósofo romano Séneca en su sátira despectiva: Apocolosyntosis Divi Claudii o la “Calabacización del divino Claudio” en ocasión de la muerte del emperador:

“Las últimas palabras que se le oyeron en este mundo, al lanzar un sonoro ruido por aquella parte por la que tenía mayor facilidad de palabra, fueron: «¡Pobre de mí! Creo que me he cagado». Si lo hizo, no lo sé; lo cierto es que lo cagó todo»

(Apoc. IV, 1)

 

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