jueves, enero 16

¡Aquí hay una generación!

Andrés Camilo Rodríguez Castillo / @andrescamilo_rc

La transición política que se vive en el país en los últimos años producto de la experiencia del Acuerdo de Paz de la Habana, ha generado un proceso de tensiones y rupturas permanentes en la disputa política por el futuro del país; consigo también, han surgido contradicciones constantes en la reconfiguración de las fuerzas sociales y políticas, en especial, de las izquierdas. Y en torno a esto, uno de los fenómenos principales lo encontramos en el surgimiento de una generación que ha revitalizado la disputa transformadora y, sobre todo, con la capacidad de construir un camino propio y que se encuentra abriendo espacio en el debate nacional.

A pesar de la difícil situación de la implementación del Acuerdo de Paz, desde el 2016 Colombia ha evidenciado un ascenso significativo de los sectores alternativos y las izquierdas en la ocupación del espacio político nacional y local, lo cual ha estado representado en las contiendas electorales, en la resignificación de la movilización como posibilidad transformadora y en la reconfiguración de los sectores políticos y el movimiento social en medio de un sistemático proceso de contradicciones.

A diferencia de los anteriores periodos electorales al 2014, el plebiscito por la paz, las elecciones al Congreso de la Republica y elecciones presidenciales del 2018, la consulta anticorrupción y las elecciones regionales del 2019, han sido momentos progresivos en la acumulación de un caudal electoral creciente y de la posibilidad, de consolidar discursos en favor del fortalecimiento democrático y el posicionamiento de una agenda social. Alrededor de este ascenso electoral que, si bien ha generado derrotas y victorias parciales, representa una puerta de posibilidades para construir nuevos caminos que contribuyan a configurar un proyecto nacional. Se puede señalar también que, desde el plebiscito por la paz existen en el debate público nacional, tres tipos de agendas para el país, por un lado, la de la extrema derecha encarnada en el proyecto uribista del Centro Democrático, la del escueto “centro” que le apuesta a una conciliación con la economía neoliberal y la agenda “interminable” de los sectores de izquierda con el reto de unificarla; en ésta última,  se encuentra la necesidad de potenciar un proyecto unificador que recoja a las mayorías del país, junto con los sectores emergentes de las contiendas electorales y las manifestaciones de resistencia social que han detonado recientemente.

Sobre el ascenso electoral, también se puede concluir, que la paz ha sido una posibilidad para el fortalecimiento político de proyectos alternativos, que generó relatos prácticos y simbólicos, para la creación de una identidad colectiva nacional, que sigue en construcción y que debe ser convertida en opción de poder. Aquí las izquierdas son determinantes y definitivas, en la reconfiguración política de los próximos años en el país.

Pasaron cuatro años, después de las grandes movilizaciones que vivió el país al inicio de la década; paros estudiantiles, el impacto de movimientos sociales nacionales, el surgimiento de expresiones regionales de movilización urbana y las masivas manifestaciones en favor del Acuerdo de Paz, para que a finales del 2019 con el Paro del 21N, se reavivara la calle como espacio de identidad transformadora. Esta última década, ha significado el encuentro del auge de movimientos de alcance local, territorial y sectorial, como lo son las expresiones de los movimientos urbanos, ambientales, de víctimas, de mujeres, LGBTI, rurales, sindicales, de DDHH, étnicos, entre otros, que se fueron fortaleciendo mediante reivindicaciones específicas y movilizaciones particulares, lo que permitió ir generando una identidad política en el marco de la progresiva edificación de una agenda de paz y de cambios sociales. No se puede dejar de lado, que las movilizaciones más grandes que se han tenido en los últimos diez años en el país, han marcado la diferencia por su nivel de indignación, como lo fueron, los paros nacionales de 2012 y 2013, las movilizaciones por la paz en el 2014, 2015 y 2016, las movilizaciones en regiones como el Cauca, el Catatumbo o Boyacá, así como las expresiones urbanas de organización y movilización que han comenzado a surgir en la última década en las ciudades principales del país. Esto en su conjunto, representa el auge del movimiento social y sus luchas, como consecuencia del modelo económico que ha intensificado la desigualdad y la pobreza, pero también, de la paz como factor simbólico de identidad. Y este también es, el acumulado del 21N, el cual quizás, fue el momento en que se dio a luz a un sujeto gestante, a un sujeto de la época.

Paradójicamente, el ascenso social y político de la transición en la que se sigue encontrando el país, trajo consigo un sacrificio, el cual está representado para los partidos y movimientos sociales de izquierda, en un proceso de rupturas permanentes; la democracia, la ética, la jerarquía, el patriarcado, la estructura, los liderazgos, la transparencia, las ideologías, los acuerdos y el valor de la acción misma, hoy son dimensiones que, en medio de victorias parciales y caminos frágiles, merecen toda la atención para cambiar si se quiere construir un proyecto de mayorías en la actualidad y ante cualquier escenario. Y son las experiencias de la última década, en medio de sus aciertos y desaciertos, las que deben implicar el reconocimiento de una nueva generación que viene surgiendo; la cual ha estado como protagonista en el ascenso reciente, en las proyecciones continuas y en los flagelos propios de estas fuerzas; y hoy cobra mayor valor hablar de esta generación, de una generación que es distinta, que ante llamados a un pacto histórico y a un encuentro social, deben recrear un experiencia coherente a los retos del presente.

Esta transición política ha traído rupturas históricas; una transición que constituye un campo de tensiones y oportunidades para generar aprendizajes de las experiencias del pasado y, para configurar una nueva apuesta en el proyecto político transformador de las izquierdas. Este momento particular en el que se encuentra el país, emerge también, por el impacto global y regional del modelo hegemónico, y de este se desprende, la necesidad de crear nuevas formas de entendimiento humano y político, a partir de la configuración de un equilibrio entre democracia y justicia. En este escenario, las fuerzas del cambio juegan un papel determinante, puesto que hoy son llamadas por la realidad de la crisis social y política, a innovar, crear, explorar, proponer, ganar, pero también, a reflexionar y repensarse sobre sus errores, aciertos, limitaciones y desafíos; las izquierdas están llamadas por la historia a no dejar de ser lo que han sido, pero a su vez, a tener la capacidad de ser lo que no han podido ser.

Hoy la izquierdas del país tienen un gran campo de acción, por un lado, una realidad social y política que legitima buena parte de sus ideas y proyecto transformador, pero también, la posibilidad de aprender y desaprender, de renovarse, de no cometer los errores del presente con las prácticas del pasado, de construir una síntesis adecuada de las múltiples experiencias, de liderar con democracia, teorizar con entusiasmo y esperanza, practicar con alegría y felicidad, ante el desafío de no extinguirse y el desafío de lograr existir.

La renovación de las izquierdas en Colombia en medio de este particular momento, debe desarrollar la capacidad de imaginar la política de manera que logre nuevas formas de desarrollar su interacción para que surja un proyecto estable y creíble para el cambio; esta renovación debe configurar un entendimiento común e histórico entre los grupos sociales, las identidades plurales y la movilización política, la cual ha estado emergiendo en la última década producto de la transición de la paz; y esto, conlleva a una reflexión central sobre la capacidad y los límites de las izquierdas del pasado, del presente y del futuro, que trae consigo la necesidad de consolidar y no dejar perder una generación para la política, una generación deberá establecer rupturas para construir un proyecto nacional, ante un futuro quizás promisorio y de oportunidades en cabeza de una comunidad política que dé respuesta a la época.

Existe en la actualidad un sentimiento general de indignación a la realidad política nacional, pero también, alrededor del desarrollo político de las fuerzas de izquierda; los procedimientos, acuerdos, decisiones, liderazgos, la transparencia y el método, son aspectos fundamentales en torno a la contradicción entre lo viejo y lo nuevo, entre el pasado y el presente; es una obligación transformar y revolucionar y, debe existir el derecho de hacerlo en democracia. De la crisis de la democracia nacen las revoluciones y de ellas las nuevas democracias. Sin lugar a duda, la perspectiva democrática constituye un cuestionamiento permanente que cobra valor, no solamente para atender los cambios estructurales del Estado y la sociedad, sino también, para fortalecer la acción política de las izquierdas y la consolidación de cualquier proyecto transformador, lo cual requiere ubicar la atención en las reivindicaciones populares, sectoriales, territoriales y locales, de la mano de correcciones políticos de las fuerzas ubicadas en la izquierda.

El entendimiento ideológico y práctico sobre las formas de dominación, el horizonte emancipador y la comprensión conjunta de la acción política para superar la crisis social, hoy debe evaluarse críticamente para ubicar con precisión la responsabilidad política de transformar y en las manos de qué tipo de izquierda quiere construir. Por lo tanto, la generación emergente debe atreverse decididamente a pisar terrenos inexplorados para innovar, crear y movilizar; debe garantizar hacer una síntesis adecuada entre las experiencias del pasado y el presente, porque se enfrenta a la tensión entre el futuro y la solidez de los cimientos del pasado, lo cual tiende siempre a sobreponerse. Es a partir de este pulso, que debe surgir la reinvención de las izquierdas.

Esta generación que está naciendo tiene el reto más grande, que es el de la unidad y la articulación entre las izquierdas, por su importancia histórica y el papel que han desarrollado en la disputa por la paz, contra la crisis social y por una propuesta alternativa a un modelo de muerte. Es relevante establecer acuerdos y estrategias comunes a corto, mediano y largo plazo, bajo procedimientos claros, amplios y transparentes. Así las cosas, las izquierdas en el país están llamadas a transformarse, a proponer y, sobre todo, a ganar; no dejar de ser lo que se ha sido y ser lo que no se ha logrado ser, pasa por abrirle paso a una nueva generación política, que tenga la capacidad de proponer un entendimiento práctico en torno a un proyecto común, el cual radicalice la convicción fundamental por la igualdad, la democracia y la justicia social.

¡Esta generación debe ser la alternativa!

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