viernes, septiembre 13

Las mujeres más allá del cuidado

Por: Heidy Sánchez Barreto/ @heidy_up

Históricamente las mujeres han sido las principales proveedoras del bienestar en la sociedad, puesto que se les ha impuesto de manera exclusiva la realización de las tareas del cuidado y el trabajo doméstico no remunerado, las cuales son necesarias para garantizar la reproducción social, siendo estas la base de la pirámide económica que soporta el trabajo formal e informal.

Esto ha restringido a las mujeres a desenvolverse únicamente al espacio privado, reduciendo su participación en la sociedad, limitando la autonomía económica y siendo condicionadas a desarrollar un tipo de actividades para generar recursos tales como el trabajo doméstico remunerado. Con relación a este trabajo, vale destacar que a pesar de la aprobación del Convenio 189 de la OIT del trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos, en la realidad las mujeres no cuentan con garantías laborales, el pago no es justo, las cargas excesivas, entre otras.

En ese sentido, la lucha de las mujeres avanza en promover los cambios estructurales de la sociedad que, entre otras cosas, les permita acceder a trabajos remunerados en condiciones dignas y con garantías de derechos en equidad de género, permitiendo su autonomía económica, la reducción de la feminización de la pobreza y la eliminación de cualquier tipo de violencias.

¿Madre o trabajo remunerado? Regla excluyente del capitalismo

A las mujeres de forma intrínseca se les ha llevado a elegir entre asumir las maternidades o avanzar en los proyectos personales e incursionar y mantenerse en el mercado laboral porque existe casi que un veto sobre estas para asumir ambas cosas al tiempo. Lo cual se da porque no hay garantías para todas las mujeres por parte del Estado y la empresa privada (quienes hacen parte del diamante de bienestar para la sociedad) sobre el cuidado en la primera infancia.

Del mismo modo, se relaciona con la afectación sobre el capital de las empresas al contratar personal femenino, pues existe la probabilidad de embarazarse, lo que supone un incremento de costos por la licencia de maternidad[1] y, posteriormente, implicará el tiempo obligatorio de lactancia, atenciones que requiera aquel hijo o hija en salud y/o educación, entre otras. Lo anterior se resume en exclusión laboral por condición de género y esto representa uno de los impedimentos para el acceso al trabajo formal.

¿Emprendimiento o exclusión económica?

Muchas mujeres ante la imposibilidad de su vinculación a un trabajo formal se ven obligadas a generar ingresos de cualquier forma para subsistir y, de este modo, comienzan a hacer parte del alto porcentaje de informalidad que ya existe en el país (49,1%[2] para mujeres a febrero de 2021) en ocupaciones tales como la venta ambulante de bienes o alimentos, o las ventas por catálogo, siendo estas las más comunes.

En medio de la búsqueda de oportunidades y presionadas por la necesidad, algunas mujeres encontraron en el trabajo doméstico remunerado la posibilidad de solventar sus principales gastos y subsistir, de este modo, son más de 540.000 a nivel nacional que representan el 94% de quienes desarrollan esta actividad. A propósito, según resultados de una investigación realizada por la Fundación Bien Humano y la Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico (Utrasd), en el marco del proyecto Mujeres, Dignidad y Trabajo sobre el cumplimiento de los derechos humanos y laborales de las trabajadoras remuneradas del hogar, reveló entre otros resultados que:

  • Tienen en promedio entre 40 y 45 años.
  • El 90 % de las trabajadoras domésticas vive en estratos 1 y 2.
  • El 99 % de las trabajadoras domésticas no recibe pago de horas extras.
  • Solo 1 de cada 4 se encuentra afiliada a salud por régimen contributivo.
  • Solo el 18 % se encuentra afiliada a riesgos profesionales a pesar de la elevada accidentalidad laboral.
  • 2 de cada 3 no recibe vacaciones pagas al año.
  • 1 de cada 3 ha sido despedida sin recibir el pago de indemnización o liquidación.
  • 1 de cada 6 trabajadoras reportaron ser víctimas de violencia (física, sicológica o sexual) en su lugar de trabajo[3].

Lo anterior deja en evidencia que en estos trabajos que desempeñan las mujeres día a día, se encuentran vulnerados sus derechos y reproducen la desigualdad en relación con el género.

Los impactos de la pandemia no son indiferentes al género

Colombia se ubica entre los primeros países más desiguales y con mayores brechas de género en el mundo, lo cual se recrudeció en el marco de la pandemia. En este contexto, “las mujeres ocupadas pasaron de 9,2 millones en el segundo trimestre de 2019 a 6,7 en el mismo trimestre de 2020, es decir, más de 2,5 millones de mujeres perdieron su trabajo”[4]. Esto responde principalmente a dos factores: primero, las mujeres usualmente desempeñan actividades en los sectores más golpeados como el comercio, turismo y servicios, los cuales redujeron drásticamente su funcionamiento y tuvieron que recortar personal por la crisis; segundo, las mujeres se enfrentan con la virtualidad de las clases de sus hijos e hijas, y al no tener con quien dejarlos, se ven casi que obligadas a renunciar y volver a sus casas.

Por cualquiera de los dos motivos, más de 2 millones de mujeres han quedado sin empleo ni garantías para resolver sus necesidades. Por el contrario, volvieron a asumir de manera exclusiva las tareas del cuidado no remunerado, e incluso en algunos casos verse sometidas a violencias basadas en género y afectaciones en su salud mental.

Por otro lado, de acuerdo con el DANE para el caso bogotano, en el trimestre móvil comprendido entre diciembre de 2020 y febrero de 2021, las mujeres presentaron una tasa de desempleo de 23.3%, es decir, una brecha laboral de 7% frente a los hombres que tuvieron en el mismo periodo una tasa de desempleo de 16,3%. Asimismo, con relación a la ocupación las mujeres, hubo una tasa del 45,1% frente al 63,5% presentando una brecha de ocupación del 18,5%[5].

Del mismo modo, con base en la última Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT) del DANE, se identificó que “para el periodo entre septiembre y diciembre de 2020 el tiempo diario promedio dedicado a actividades de trabajo remunerado es de 8 horas y 59 minutos para los hombres, y de 7 horas y 49 minutos para las mujeres. En relación con las actividades de trabajo no remunerado, las mujeres dedican al día en promedio 8 horas, mientras que los hombres dedican en promedio 3 horas y 7 minutos en el día”[6]. Esto deja en evidencia la desigualdad de cargas entre hombres y mujeres, pues mientras ambos cumplen tiempos similares en el trabajo remunerado, ellas ocupan el doble y hasta triple en lo que respecta al trabajo no remunerado.

Igualmente, se consultó a la población nacional acerca del impacto sobre los ingresos de los hogares como consecuencia de la emergencia sanitaria según sexo entre septiembre y diciembre de 2020, donde se evidenció que “el 20,1% hombres, y el 30,7% de las mujeres ya no tienen estos ingresos en comparación con el mismo mes del año anterior”[7]. Esto representa otra prueba de la brecha entre hombres y mujeres, y de cómo la pandemia golpeó principalmente a las mujeres.

En conclusión, se puede observar cómo el gobierno nacional y la administración distrital hoy prestan servicios limitados para garantizar el cubrimiento de por lo menos las principales tareas del cuidado y así liberar tiempo de las mujeres, para que puedan dedicarse a actividades relacionadas con el trabajo remunerado. En este sentido, la empresa privada también tiene que asumir responsabilidades sobre las garantías de bienestar de la sociedad con respecto a la distribución de las tareas del cuidado, principalmente en lo correspondiente a brindar espacios de cuidado para las hijas e hijos de sus trabajadoras y trabajadores.

Todo lo anterior en perspectiva de promover el cierre de brechas y desigualdades de género, la inclusión social y económica de las mujeres al garantizar su autonomía económica y, de este modo, reducir la feminización de la pobreza y las violencias basadas en genero relacionadas con la dependencia económica.

[1] Ley 1822 de 2017

[2] Boletín Técnico Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) Diciembre 2020 – febrero 2021. Medición de empleo informal y seguridad social Trimestre móvil diciembre 2020 – febrero 2021. DANE. Página 4.

[3] https://www.elespectador.com/noticias/economia/solo-18-de-las-trabajadoras-domesticas-estan-afiliadas-a-riesgos-profesionales/.

[4] INFORME SOBRE CIFRAS DE EMPLEO Y BRECHAS DE GÉNERO Cambios en el empleo en actividades de cuidado remunerado a raíz del COVID-19. Octubre de 2020. DANE. Página 2

[5] Boletín Técnico Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH). Febrero 2021. Principales indicadores del mercado laboral

[6] Boletín Técnico Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) Septiembre a diciembre de 2020. DANE. Página 8

[7] Boletín Técnico Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) Septiembre a diciembre de 2020. DANE. Página 22

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