miércoles, octubre 4

Generar Riqueza, Comentarios a Gustavo Petro

Por: John Jairo Cárdenas, Representante a la Cámara.

Debe decirse, en justicia, que Gustavo Petro, en su condición de dirigente político, mueve ideas que enriquecen notoriamente el debate presidencial. Eso le hace bien a nuestra democracia. En esta dirección ha hecho público un breve texto, Generar riqueza, que fuera publicado en Cuarto de hora (Abril de 2021) y que invita a una reflexión acerca del desarrollo de América Latina. Esencialmente se trata de un comentario a una presentación realizada por el economista chileno José Gabriel Palma. Allí destaca que, según Palma, existirían tres modelos de desarrollo en el mundo de hoy, a saber, el neoliberal, el socialdemócrata y, finalmente, el de algunos países del sudeste asiático, tales como Corea. La diferencia esencial entre los dos primeros y el último estaría en que, desde la economía de mercado, es decir, antes de impuestos y de cualquier afán redistributivo, el modelo asiático es más equitativo, menos desigual, al tiempo que es más productivo. Esto le otorgaría un carácter más progresivo y sostenible a este último respecto de los dos anteriores. Sin duda ello es así.

Ya de su propia cosecha Petro argumenta que, en América Latina, en vez de haber hecho esto, nos entregamos a un modelo extractivista que sería el verdadero responsable de nuestro atraso. “Es hora de dejar la estupidez del extractivismo, de pensarnos como un país petrolero o carbonero, tal cual Venezuela, y pasar a construir la compleja tarea histórica de industrializarnos desde la equidad”, sentencia Gustavo. Pero a mi parecer el asunto tiene un poco de más complejidad.

A este propósito, empero, me gustaría retomar los análisis del propio Palma porque a mi juicio son de una riqueza mayor y nos arrojan otras luces en lo que tiene que ver con el diagnóstico de la situación de América Latina. Hacemos referencia, en particular, a la entrevista realizada por Cristina Ruiz del Ferrier y Horacio Rovelli 1. Allí señala, de entrada, la carencia de ideas para enfrentar los desafíos del presente, el hecho de permanecer aferrados a fórmulas de hace treinta años, cuando estamos enfrentando una realidad de características nuevas y que demanda respuestas ajustadas a estas condiciones. Esto es muy importante ya que pone en evidencia la obsolescencia de las viejas recetas puestas en boga hace treinta años y lo imperioso que resulta avanzar en la construcción de nuevos paradigmas. De otro lado, agrega, en nuestra región, “se conforman con enviar a China el petróleo en crudo, el cobre como concentrado, el hierro en bruto, la madera como astilla y la soja en poroto; hasta la nuez va con cáscara. Total, en la economía interna han construido toda una maraña de mecanismos compensatorios a su falta de dinamismo, como el poder extraer a gusto todo tipo de rentas que le subsidian −y ayudan a perpetuar− sus inhibiciones productivas. Y el mayor subsidio de todos, por supuesto, es nuestra gran desigualdad −el poder sacar un pedazo grande de una torta chica−”. Lo que destaca con mayor fuerza Palma es que las elites económicas son ineptas, que se han concentrado en aprovechar y crear fallas de mercado para convertirse en rentistas, que no realizan procesos de transformación ni introducen valor agregado a las exportaciones de bienes primarios y que, para rematar y pese a su ineptitud se apropian de modo creciente de una parte mayor de la riqueza social, generando una de las sociedades más desiguales del mundo.


1
Entrevista a José Gabriel Palma, Revista Estado y Políticas Públicas Nº 8. Mayo-Septiembre 2017. ISSN 2310-550X pp. 167-184.

En mi criterio esto es fundamental porque no se trata, simplemente, de cambiar unos productos por otros y así insertarnos al mercado mundial, sino de crear unas nuevas elites que sean capaces de provocar las grandes transformaciones que, por supuesto, no solo son económicas, sino sociales, culturales y políticas. Esta nueva élite no brotará de la nada, no surgirá espontáneamente. Será preciso una transformación consensuada con, al menos, la mayoría de la actual, incluyendo el sector financiero. No se trata de hacer tabula rasa con todo lo existente. El asunto, en síntesis, no es sustituir simplemente, la exportación de bienes primarios por bienes intermedios y de capital, sino de tener una economía diversificada y soportada en adelantos significativos en materia de ciencia, tecnología e innovación y liderada por una nueva élite. Pero lamentablemente esto no es claro en el planteamiento de Petro y aún nos quedan dudas respecto a las formas especificas en que el propone la transición energética. Al otro día de ser Petro presidente cerrará, por ejemplo,

¿Ecopetrol? ¿Va a rescindir todos los contratos de exploración y explotación? ¿Por qué tipo de bienes propone sustituirlos?

Pero hay algo que, en mi opinión no se destaca en la experiencia de los países del sudeste asiático, a saber, la existencia de un estado fuertemente intervencionista, que tuvo la capacidad de liderar procesos de desarrollo económico de corto, mediano y largo plazo, a diferencia de América Latina donde se renunció hace varias décadas a jugar un rol de promotor activo del desarrollo económico para dejar el mismo al arbitrio de las fuerzas espontaneas del mercado. Este, quizás, ha sido el efecto más dramático del neoliberalismo, luego de las experiencias valiosas del modelo cepalino tras la segunda guerra mundial. No se trata, por supuesto, de un estatismo centralizador, sino de un modelo que lidera y estimula la iniciativa privada, promueve la inversión y desata nuevas dinámicas productivas, articulado a políticas salariales y fiscales equitativas, al retorno, en materia de política monetaria y cambiaria, a la promoción del empleo y no solo de lucha contra la inflación, que promueve y reduce las desigualdades salariales. Todo esto supone grandes apuestas en materia de educación, de planes estratégicos en ciencia, tecnología e innovación, además de la provisión de bienes públicos que aseguren externalidades positivas para el desarrollo económico.

Y, claro, en este camino resulta imperativo superar la trampa según la cual es posible hacer coexistir una política económica neoliberal con una política social progresiva mediante la expansión del gasto público, financiado con las exportaciones de bienes primarios. Este fue el peor error de todos los llamados socialismos del siglo XXI, y el desaprovechamiento del boom de los comodities para hacer las verdaderas transformaciones en el aparato productivo.

Finalmente quisiera agregar otro factor en mi criterio es decisivo para lograr todo esto: La existencia de un consenso con los más amplios sectores de la sociedad para lograr dicho propósito. Es menester entender que un proceso de transformación como el que se está sugiriendo requiere un esfuerzo sostenido de al menos una década y que ello excede ampliamente un periodo presidencial. Será un esfuerzo sostenido de mucha gente, de varias fuerzas políticas y sociales. Y esto quizás es lo más difícil de conseguir en una sociedad altamente polarizada, donde cualquier cambio, por pequeño que sea, es percibido como una amenaza y como una fuente de inestabilidad.

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