Por Malka Orozco Agudelo
Desde que tengo uso de razón –y de esto van más de seis lustros– no registro en mis recuerdos que “el feminismo” haya sido tema de preocupación mediática más allá del sensacionalismo, ni mucho menos centro de discusión política entre los partidos de Colombia; comportamiento que volvió a evidenciarse tras la renuncia de Ángela María Robledo a la Colombia Humana, quien aludió a expresiones machistas dentro del movimiento que le impedían continuar representándolo.
Este argumento esgrimido por la excandidata a vicepresidenta, fue usufructuado hasta el cansancio por los partidos políticos que se oponen a la Colombia Humana, convirtiéndolo en centro de debate político y moral en todos los medios de comunicación, explotándolo prolíficamente con emisiones de tuits, titulares, opiniones y señalamientos suspicaces contra el movimiento –al que le han impedido constituirse como partido– instrumentalizando la discusión sobre los feminismos para fisurarlo.
Sin embargo, causa curiosidad cómo nunca suscita igual atención la aterradora cifra de 519 mujeres asesinadas en pandemia; ni el espeluznante incremento en un 116% de las llamadas hechas a la línea 155 por violencia intrafamiliar, de las cuales 94% de ellas fueron hechas por mujeres. Tampoco hay un despliegue mediático, debate político o análisis profundo sobre el origen de la desgarradora estadística de 8.252 mujeres, adolescentes y niñas, víctimas de violencia sexual, de las cuales el 85% eran adolescentes y niñas de entre 0 y 17 años[1]; ni mucho menos las resistencias que ante tal catástrofe social adelantan las mujeres en los territorios.
No, sin duda estos no son temas de preocupación para la actual clase dirigente y sus pantallas, pues los femicidios, violaciones, golpes, abuso, acoso, intimidación y matoneo moral, son apenas la punta visible de un iceberg que se cimienta en lo profundo de una historia patriarcal, clasista y racista, sobre la que se han construido juicios inquisidores, prejuicios señaladores y ortodoxias funcionales a los grandes capitales transnacionales, donde el cuerpo de las mujeres, su sexualidad y trabajo es usurpado y utilizado como ficha indispensable para la acumulación y apropiación de territorios. Vemos así también como pretenden apropiarse de nuestros discursos para darles vuelta a través de convenientes alocuciones mediáticas.
No obstante, lejos de dividir al movimiento, éste salió fortalecido, pues sus bases se sintieron interpeladas y llamadas discutir en profundidad las implicancias de llevar adelante en la agenda programática de la Colombia Humana un proyecto feminista de gobierno, instalando en la discusión política popular el feminismo de cara a las elecciones del 2022, un término que parecía circundar espacios sociales privilegiados, pero que demostró contar con un frente popular, antiracial y decolonial, que sí tiene representación en los territorios, y permitió visibilizar el liderazgo que muchas mujeres llevan hace muchos años.
Un gran ejemplo de lucha agenciada por mujeres, y que tiene lugar en el seno popular de la sociedad colombiana, es la que han liderado las Madres de Falsos Positivos de Soacha y Bogotá (MAFAPO), quienes tras sus más de trece incansables años de denuncia y exigencia por la verdad, justicia, reparación y no repetición, recuperaron un poco de aliento cuando el pasado 18 de Febrero la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) revelara que las cifras del Caso 03 sobre “Muertes ilegítimamente presentadas como bajas en combate por agentes del Estado” no eran las que la Fiscalía había promulgado y defendido como verdad última (2.248), sino que éstas representaban el triple, ascendiendo a la escabrosa suma de 6.402 casos, sin que estos sean la cuenta final.
A estas mujeres, madres, hermanas, tías y esposas, no les han prestado el micrófono ni la cámara cada vez que han debido salir a defender la memoria de sus hijos, sino que se han hecho escuchar con megáfonos en plazas y calles de Colombia, y aunque por ello hayan sufrido atentados, amenazas, estén en permanente estado de zozobra por su seguridad y sean constantemente revictimizadas e invisibilizadas por un Estado con una tradición de impunidad, no han desistido de su noble tarea. Ellas son el surgimiento de una maternidad politizada como revelación ante la objetivación del cuerpo femenino para la reproducción de mano de obra para el capital, y la negación a la imposición de parir hijos para la guerra. Ellas representan la defensa de la dignidad y la vida, y a ellas debemos reconocer la oportunidad que tenemos hoy como nación para acceder a una verdad histórica. Ellas son el feminismo detrás de la pantalla.
Sin duda ellas son ejemplo de lucha e inspiración para las mujeres de la Colombia Humana y como ellas también hay muchas dentro del movimiento construyendo dinámicamente lo que queremos sea nuestro feminismo. Sin duda es un proyecto en construcción, pues su discusión a nivel político en Colombia es apenas incipiente, donde los discursos, sentires y comportamientos son aún profundamente machistas, pues somos producto de una herencia conservadora, patriarcal y heteronormada, donde las violencias de género están tan naturalizadas y aceptadas que nisiquiera las percibimos, no nos damos cuenta, son pan de cada día y calan hondo en las formas de relacionarnos.
Así, la discusión sobre feminismos dentro de la Colombia Humana, se adelanta colorida, plural y popular, como ha demostrado ser desde su génesis este movimiento que poco a poco se dibuja a sí mismo con millones de manos participando, como un impulso contenido de una tarea que veníamos postergando, pero que ya no podemos evadir más. Se aproxima el 8 de marzo y con él la posibilidad de mostrar en las calles nuestra fuerza colectiva que clama por la paz, la vida, el cuidado y la política del amor.
- Boletín de Prensa No. 960 de 2020 del Ministerio de salud y protección social. 25 de Noviembre del 2020. Todos podemos poner fin a la violencia contra la mujer. Recuperado el 01 de Marzo de 2021, de: https://www.minsalud.gov.co/Paginas/Todos-podemos-poner-fin-a-la-violencia-contra-la-mujer.aspx ↑