Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
La semana que terminó estuvo más concurrida en televisión que la final de un mundial de fútbol, pues nadie apartó sus pupilas de la pantalla para ver el final de la elección en EE.UU., no faltaron los colombianos embutidos en su camiseta de la Selección Colombia gritando ¡viva Trump! en las calles de Miami. El partido terminó con un 10-0 en favor de los lagartos que hicieron todo lo posible por aparecer como trumpistas y después todo lo contrario -como reinas de belleza-. ¡Qué mano de lagartos, por no decir qué descarados! Miércoles, jueves, viernes, haciéndole campaña a Trump, al extremo que los gringos les dijeron quiten de aquí y vayan a hacer su política en Envigado o en la casa de Uribe.
Para gran pesar de nuestro embajador en Estados Unidos, Facho Santos, y del presidente Duque, ganó Biden. Sus reacciones no se hicieron esperar: Duque felicitó a la fórmula Biden-Harris y señaló cuales son, en su criterio, las prioridades de la relación bilateral, dejando de lado –como era de esperarse– el proceso de paz. Por su parte, Pacho Santos, a quien sin importarle la majestad de su representación le hizo campaña a Trump repartiendo volantes en las avenues de Miami como comentan algunos, hizo lo propio y dijo “seguiremos trabajando con entusiasmo por nuestra agenda común, tal y como lo hemos hecho siempre”. Tan notoria fue la lagarteada de Facho y su combo de uribistas que en CNN –en tres oportunidades– les recordaron la prohibición a los colombianos de introducirse en la política de Estados Unidos. ¿Se imaginan ustedes la escandola que se habría armado en Colombia si a algún venezolano se le hubiese ocurrido hacerle campaña a un político de la oposición en la última contienda electoral?
Hemos estado pensando mientras redactamos este artículo en la posibilidad de conseguirle un puesto a la senadora Cabal en alguna granja del Lejano Oeste, para ver si allí le dejan arriar las vacas como lo hace con algunos de sus copartidarios. Suponemos que habrá acabado con cuanto pañuelo desechable ha encontrado, llorando por la derrota de su amadísimo Trump. Nos acaban de contar, y no es infidencia, que quien está buscando puesto como asesor espiritual de Biden es “pantallita” Vélez, pues está algo dolido de que el presidente electo no le haya aceptado su consejo de pedirle cacao a Trump y entregarle la Casa Blanca antes de que acabase el conteo. Convencido estaba Vélez de que salir de la Casa Blanca después de tenerla ganada es tan fácil como cambiar de cadena radial cuando en alguna lo ponen de patitas en la calle. Muy seguramente a Vélez el dueño de la Casa de Nariño le pueda dar una condecoración por su excelencia como lagarto y también un puestico en la agencia de noticias Rapi Casa de Nariño. Dicen que el que está parado en las pestañas de la piedra es el señor Carlos Felipe Mejía, quien aspiraba a que Trump le designara como asesor jurídico de la Casa Blanca. Igual decepción tuvo el señor Ernesto Macías, quien ya se sentía como jefe de la diplomacia en tierras del Tío Sam y pidiendo una oportunidad para estar en la Corte de St. James buscando al mago Merlín para que este le enseñara a hacer una que otra jugadita tramposa.
Por último, pero no menos importante, el Representante de los colombianos en el exterior –que en la práctica solo representa los intereses de Uribe en Miami– Juan David Vélez, cuyo único triunfo es haber logrado que el concejo de Miami-Dade le pusiera el nombre de su hacedor en una calle de la ciudad. El caso de Vélez es el más penoso, el señor que se precia de ser ciudadano estadounidense reconoció que apoyaba la campaña de Trump y que lo hacía en ejercicio del derecho que le asistía a la libre expresión, olvidó él que, así como es ciudadano gringo, es Representante en el Congreso de la República de Colombia y, por tanto, sus opiniones y compromisos revisten una gravedad mayor que la de un ciudadano particular. Sin embargo, comprendemos por qué a Vélez se le pasó este detalle, al considerar sus inobservables resultados en el Legislativo.
Algo que llama la atención de esa manera de ser lamberica de los colombianos es que cuando veían un micrófono de algún canal de televisión corrían a hacerse entrevistar y cada uno le atribuía el éxito de la campaña al “voto colombiano”. Ese ingenio de los colombianos para salir triunfantes, pierda quien pierda o gane quien gane, ellos siempre resultan victoriosos. Las expresiones venían de parte de los trumpistas, como también de algunos que respaldaban a Biden, y nos daba risa escucharlos decir “estamos dando todo de nosotros para que gane (ponga el nombre del candidato)”.
Miramos con curiosidad que, después de que se proyectó el resultado, todos los colombianos a los que entrevistaron juraban haber votado por Biden y afirmaron algunos que “sin el voto colombiano, Biden habría perdido”. Lo que nos preocupa aquí entre tecla y tecla después de la victoria de Biden es la suerte de Melania, aquí en Colombia estamos dispuestos a recibirla. Ahora los habladores, que no faltan, están haciendo apuestas de cuándo terminará el matrimonio por conveniencia que mantenían Melania y Donald, pues según los abogados chismosos de la televisión, ellos habían reescrito su acuerdo económico prematrimonial a fin de garantizarle estabilidad económica a Melania, pero nosotros prometemos proteger sus intereses y no permitiremos que el señor Trump la vaya a abandonar sin un centavo y le toque cantar rock en un TransMilenio.
Para terminar, estamos aterrados de la tranquilidad de nuestro presidente y nuestro embajador al atreverse a felicitar al castrochavista, ateo y comunista Biden, como lo calificaban en la estrategia publicitaria, evidentemente mentirosa, que pusieron en marcha en Florida, la cual habría sido planeada con el apoyo de políticos colombianos. ¡Cojan oficio! A ustedes no les pagan por inmiscuirse en asuntos de otros países sino para gobernar en Colombia y representar sus intereses en el exterior, lo cual han hecho muy pobremente. Le ha llegado la hora al embajador Santos de renunciar.
Las sastrerías de alquiler harán su agosto en enero alquilando fracs sobre medidas ajenas (como aquel que en una oportunidad vimos) para asistir a la posesión de Joe -como en confianza le decimos sus amigos-; como el ex ministro de defensa Juan Carlos Pinzón, quien en televisión contó que eran “íntimos”, al igual que lo es Andrés Pastrana. Seguro que el Ñeñe Hernández si estuviera vivo ya tendría el frac y la invitación.
Ñapa: le pedimos comedidamente al presidente electo Biden que, como regalo de Navidad a los colombianos, nos regrese a María Claudia ‘Caya’ Daza y a Luis Carlos Restrepo, si es que este aún se encuentra allí. Esta petición obedece a la necesidad de que participen en el gran premio nacional de canto organizado por la JEP, con el patrocinio de Amigos de la Verdad; y así, entre bajos y contrabajos, falsetes y falsificadores, nos cuenten por cuenta de quién y a órdenes de quién hicieron todas las bellezas que se dice hacían en beneficio de terceros. El concurso es muy fácil: solo canten y digan lo que todos sabemos pero que ustedes no quieren contar por miedo a los fantasmas que a veces de noche rondan y quitan el sueño a los niños mentirosos.
Ñapa 2: ¿Qué piensa el nuevo gobierno Biden sobre la intención de Duque de acabar con la JEP?
Si le interesa, puede hacer clic en este enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=T8Kgt_ThSGQ&feature=youtu.be