lunes, noviembre 4

Falsos monumentos con los que se roban el dinero público

Falsos monumentos con los que se roban el dinero público: la caída del soldado maniquí: por ciudadano palmirano.

Hace un cuarto de siglo, durante la alcaldía de Mauricio Guzmán, Cali se llenó de estatuas plásticas que imitan el bronce, de este cálao son, por ejemplo: los monumentos a la Solidaridad en la avenida de Las Américas; al Deporte en la avenida 1ª; y a la Infancia en la avenida 6ª norte.

En la página institucional “orgullo de Cali”  para justificar que el material no es el metal tradicional de las estatuas se informa: “elaborado en cuarzo y pizarra, materiales importados de Italia y que en la actualidad reemplazan al bronce por su economía”.

Estatuas que por lo demás hacían parte de contratos millonarios firmados por Guzmán con un personaje de apellido Salcedo que usufructuaba el nombre de su hermano escultor -quien para la época de los contratos estaba guardado por narcotráfico en una cárcel gringa-.

Hace unos meses la ciudadanía caleña recordó este despropósito cuando y en plena pandemia de Covid-19 un habitante de la calle, haciendo las veces de curador de arte, con martillo en mano, rompió una de las figuras del monumento a la Infancia poniendo al descubierto que en vez de los supuestos “materiales importados de Italia” la estructura estaba hecha de una simple resina epóxica sostenida por dentro con varillas.

La historia hoy no pasaría de ser un simple recuento histórico de hechos de corrupción sino fuera porque la noche del viernes 25 de septiembre, en medio de la protesta social, esta manera tramposa de robarse los dineros públicos a través de “construir monumentos públicos” quedó al descubierto en otra ciudad vallecaucana: Palmira.

Resulta que Indignado por el asesinato de la ciudadana Juliana Giraldo un joven perteneciente a la comunidad LGTBI que protestaba frente al Batallón de Ingenieros Agustín Codazzi se subió al pedestal de la estatua del soldado que desde hace cinco años engalanaba la entrada del batallón. Ante la sorpresa de todos los presentes con solo tocar el “monumento” se vino al suelo evidenciando que no era de bronce como aparentaba, sino apenas un maniquí de aquellos con en los que se expone ropa en los almacenes, y que en cualquier ciudad colombiana no cuesta más de 50 mil pesos.

 

Pes bien, el imitador palmirano de Salcedo vistió su maniquí con uniforme militar, le puso botas y morral, todo esto lo recubrió con resina epóxica, mezclada con endurecedor y pintura de bronce, una solución que de acuerdo con un tutorial de Internet se seca en 24 horas.

Como comentó uno de los testigos de este desenlace de la protesta palmirana, lo que más valía en la “estatua” era la pala de soldado ingeniero que si era real.

La diferencia con los “monumentos” plásticos de Cali es que el soldado maniquí de Palmira no tenía ninguna estructura de hierro que lo sostuviera, simplemente estaba pegado con bóxer al pedestal.

De esta historia surgen varios interrogantes: entre los económicos están los siguientes:

Si bien el maniquí con su vestimenta y su solución epóxica no alcanza los 300 mil pesos vale la pena preguntarse: ¿cuánto facturaron por esta “estatua”?  ¿Quién pagó la factura? La placa que casi es más grande que la estatua y que aún se conserva en el pedestal  reza textualmente que la obra fue entregada el 27 de noviembre del 2015 por el entonces alcalde de Palmira José Ritter López Peña, y por el entonces comandante del batallón, teniente coronel Rodrigo Andrés Gamba Rojas.

Aumenta la suspicacia y las dudas un mensaje de la época que circulo en las redes sociales en el que el actual senador Ritter lamentaba el fallecimiento de Guillermo Ospina Carvalho autor de “la obra” y hermano de un diputado a la asamblea del Valle. Muy al estilo de los mensajes de dolor que los políticos hoy en el gobierno le dedicaban al narcotraficante “Neñe” Hernández unos días después que fuera asesinado en Brasil y en extrañas circunstancias.

Interrogante ético:

En la placa referida advierte que la motivación del monumento es “recordar a nuestros soldados que entregaron lo más sagrado que cobija todo ser humano, su vida, y a quienes las balas asesinas de los enemigos de la patria no permitieron a estos hombres honestos, sacrificados, y humildes, cumplir su deseo de tener un mejor país para los colombianos. Paz en sus tumbas”.  Sin embargo, todo indica que para los políticos y oficiales militares involucrados en esta obra la vida de los “héroes de la patria” que se pretende exaltar vale lo que vale este monumento de pacotilla: un maniquí baratamente convertido en estatua.

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