Por: Sandra Pupo
Hace unos días, cuando supe que dos mujeres más habían sido asesinadas por machismo, algo se quebró en mí.
Sus vidas fueron resumidas en una nota que tildaba ‘eso es por zorra’, pero muchas más han sido lapidadas por ser bonitas, inteligentes, madres, ex novias, o incluso por tener voz y hasta por no tenerla.
Lloré Señor Presidente, de la misma forma en la que seguramente lo ha hecho usted. Tan impotente y débil al ver lo rápido que se puede convertir la vida en un número de una larga lista de asesinatos a manos de hombres que se creen Dios, y aun así, estoy segura que no hay Dios que consienta un mundo sin misericordia.
Señor Presidente, aterrada intenté dormir, pero por las calles solo rondaban gritos que alardeaban problemas sin resolver.
No pude dormir. No pude por temor, no pude por miedo, no pude conformarme.
Pensaba en mi madre Señor Presidente, ella quiere que tenga hijos, pero yo no. Me da miedo señor.
Porque aunque logre sembrar en ellos la bondad y la curiosidad, lo cierto es que tendrán que pelear contra la injusticia, la desigualdad, la falta de oportunidades, el acceso a la educación, la utopía del progreso y aun así, se encontrarán con una sociedad trastornada, enferma y revelada.
Depravados, esquizofrénicos, psicópatas, violadores, traficantes, asesinos y gente que simplemente está desesperada por la soledad, el hambre y la sed de justicia.
Presidente, es tiempo para que la ciencia busque la cura de enfermedades que consumen nuestros cuerpos. Y para que usted encuentre aún más rápido un régimen para la salud mental de su sociedad.
Por sus hijos señor, y porque algún día yo tenga tranquilidad para tener los míos.