Por: Jaime Gómez, analista internacional y vocero en asuntos de política internacional del partido “Iniciativa Feminista” de Suecia.
¿Es posible que, en medio de una pandemia, algunas personas logren incrementar su ya abultada fortuna mientras que la gran mayoría ve aumentada su ya abultada pobreza? El más reciente reporte de la organización no gubernamental Oxfam nos da una respuesta. Si es posible.
Durante los dos primeros años de la pandemia, el 99% de la humanidad vio deteriorada sus ingresos – y en muchos casos, gravemente deteriorados- mientras que los diez hombres más ricos del mundo veían duplicada su fortuna a un ritmo de 15.000 dólares por segundo!
Una de las cosas más graves constatada en el reporte, es que las desigualdades matan al menos a 21.000 personas cada día, es decir, ¡una persona cada cuatro segundos! Se habla de desigualdades en plural, porque se trata no solamente del nivel económico sino también de la falta de acceso a servicios de salud, la violencia de género, la desigualdad entre los países, el colonialismo, el hambre y la crisis climática.
El informe señala como una de las principales razones para la desigualdad, el ejercicio de la violencia económica, asumiéndola como “las decisiones políticas a nivel estructural diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de una manera directa al conjunto de la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza, las mujeres y las niñas, y las personas racializadas”.
Hay quienes argumentan que no debería ser una sorpresa que la pandemia esté arrojando este terrible resultado de desigualdad. Ante ello, se podría constatar que la desigualdad no es una realidad que haya nacido de la mano de la pandemia. Lo que ha ocurrido es que la pandemia la ha profundizado y la ha desnudado en toda su crudeza. El hecho que una gran mayoría de los fallecidos como consecuencia del Covid-19, pertenezcan a grupos sociales de bajos ingresos es consecuencia de que son precisamente estas personas quienes han tenido menos acceso a las vacunas, al sistema de salud y al agua, elemento fundamental en la prevención de la epidemia. Las cifras muestran también, nuevamente, que las desigualdades de género son abismales. Según Oxfam, 252 hombres poseen más riqueza que los mil millones de mujeres y niñas de África, América Latina y el Caribe.
Colombia no es la excepción. Según el DANE, la pobreza aumentó en el 2020 al 42,5% de la población y otro 30% de la población se encuentra en situación de vulnerabilidad económica. Es decir, casi el 75% de la población colombiana se encuentra en esta situación que no les permite vivir con dignidad!
El problema que analiza este reporte es de tipo estructural. Son estructuras sociales de tipo patriarcal en combinación con sistemas económicos excluyentes que asumen la acumulación, como la prioridad mas importante, sin importar las consecuencias sobre los seres humanos, sobre las estructuras sociales o sobre la naturaleza y el medio ambiente. Son esas estructuras las que permiten que las personas de más altos ingresos del mundo emitan hasta 8.000 veces más carbono que mil millones de personas con mas bajos ingresos.
Esas estructuras son las que impiden el desarrollo sostenible de la sociedad y frenan la construcción de estructuras no patriarcales, de carácter democrático y participativo. ¿Qué democrático puede ser que unes acumulen riqueza mientras que a otres se les niega la posibilidad de una vida digna? Hoy en día, es absolutamente claro que es un mito y una mentira que los mercados “libres” puedan garantizar el bienestar sanitario para todos, que el trabajo de cuidado no remunerado no sea considerado un trabajo y que el colonialismo con su contenido racista siga actuando en el mundo.
La ausencia de voluntad política para cambiar esta situación por parte de sectores empoderados y con inmensos intereses económicos, hace necesario que los sectores excluidos sean el factor dinámico del cambio a través de la movilización, la organización y una decisiva participación en la vida política. Un dato de Oxfam ejemplariza esta falta de voluntad política: “La fortuna acumulada por los 10 milmillonarios más ricos del mundo desde el inicio de la crisis es más que suficiente para evitar que ninguna persona del mundo se vea sumida en la pobreza a causa del virus, así como para financiar la vacunación contra la COVID-19 de toda la población mundial”. Derrotar la pandemia es un asunto de voluntad política de los países de altos ingresos económicos.
El rumbo hay que cambiarlo. Requerimos que se detenga y se revierta la privatización de las instituciones financieras, de los servicios públicos básicos, del conocimiento, y de ese bien común que pertenece a toda la humanidad, como es la naturaleza. Pero también, necesitamos políticas que impongan una mayor carga fiscal a las personas de más altos ingresos y a las multinacionales y se requieren políticas de carácter internacional que acaben con los paraísos fiscales. Paralelamente, se deberá revertir las desigualdades estructurales por motivo de género, raza, etc. que alimentan las grandes brechas económicas y se debe construir un tipo de economía que respete los derechos de la naturaleza y los derechos sociales, políticos, culturales y económicos de los pueblos garantizando la igualdad de género. Pero, sobre todo, requerimos que el poder decisorio regrese a todes quienes hoy son excluides en la sociedad, las mujeres de los sectores populares que por siglos han sido marginadas, los miembros de las comunidades LGBTQI+, las comunidades ancestrales y de afrodescendientes, en una verdadera democracia participativa que permita derribar los muros del patriarcado.