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Por: Álvaro Moisés Ninco Daza / @MoisesAlvaro_
El jueves de esta semana se cumplieron seis meses desde aquella jornada histórica del pasado 21 de noviembre, que deslumbró a los medios de comunicación y a todo el país. Así mismo, se cumplieron también seis meses desde aquel fatídico 23N donde las juventudes de Colombia recibimos un duro golpe con el asesinato de Dylan Cruz, quien cayó al recibir el fogonazo de una escopeta del ESMAD en la cabeza en el centro de Bogotá, y el suicidio del joven soldado Brandon Cely el 24N, luego del acoso que sufrió por parte de sus superiores al demostrar su apoyo a las movilizaciones. Sería terrible dejar que este tiempo pase en vano, y no mirar hacia atrás para ubicar elementos que permitan a nuestra generación empujar los cambios en un momento tan difícil como este, en plena crisis sociosanitaria global. En este texto subrayaré algunos de esos elementos.
Para enero de este año, FENALCO estimaba que en los 533 días que lleva el régimen de Duque, 258 han sido de marchas y paros. En promedio, cada dos días se organizó una protesta. Sin embargo, es claro que no todas las jornadas han tenido el mismo carácter y convocatoria: si bien se mantuvo la movilización de manera continua, durante el Paro Nacional -desde el 21 de noviembre hasta el 22 de enero- se convocaron en total 32 días de marchas, plantones, cacerolazos, ollas comunitarias y manifestaciones en general que contaron con toda una variedad de actores convocantes y convocados.
En un principio, destacó el carácter cívico, artístico y popular de la movilización. La jornada del 21N fue histórica en la medida en que las juventudes populares y las trabajadoras efectivamente pararon, salieron de los barrios y encabezaron las jornadas en los 525 municipios que se movieron según Diógenes Orjuela, Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores -CUT-y miembro del Comité Nacional de Paro. Así mismo, colombianas y colombianos migrantes convocaron coloridas jornadas en ciudades como Ámsterdam, Londres, Berlín y Sydney, entre otras. La minga indígena llegó a Bogotá el 29 de noviembre, en el marco de la convocatoria a Asambleas Populares en los barrios de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali. Este Paro Nacional convocó a actores que normalmente no se movilizan en Colombia, pero que se mantuvieron durante varios días al frente de las protestas: todo un avance del movimiento popular.
Los aciertos:
El estallido de imaginación popular que caracterizó los primeros días del Paro Nacional es inolvidable: ollas comunitarias, cacerolazos barriales, bloqueos y marchas espontáneas de todo tipo se mezclaron con asambleas populares y espacios cívicos de deliberación y decisión que permitieron construir el andamiaje de la primera etapa de movilización. Luego de la arremetida represiva del régimen de Duque, estudiantes y juventudes trabajadoras organizaron las primeras líneas de defensa de las movilizaciones para garantizar la seguridad de las y los manifestantes. Las ciudadanías se activaron en red para discutir, decidir y moverse en contra de un viejo modelo de país que la crisis actual demuestra es obsoleto y contrario al cuidado de la vida.
Además, resultó muy importante la participación de la enorme diversidad de artistas que se organizaron para apoyar las protestas y llenarlas de color. Personalidades y bandas destacadas como Adriana Lucía, Bomba Estéreo, Los Petit Fellas, Totó La Momposina, Robinson Díaz y Alejandro Riaño, entre otros, se sumaron al activismo permanente de las escenas culturales populares que convocaron a la movilización desde mucho antes del 21 de noviembre, y que destacan entre la gente por su constante apoyo a las luchas por la transformación social. Especialmente, la escena del punk y el metal bogotano se activó en las jornadas a través de bandas como Polikarpa y sus Viciosas, Terminal War, Corpus Calvary, Geminizidio, La Vieja Trampa y Olekranon, entre otras, organizando conciertos itinerantes en distintas partes de la ciudad que llenaron de moral, mensajes profundamente críticos y energía a las y los manifestantes. Incluso, en el seno de las manifestaciones, se conformó una Filarmónica Popular que el 5 de diciembre rindió un conmovedor homenaje a las y los indígenas en el Parque de los Hippies.
La organicidad de todas estas convocatorias cívicas, contestatarias y llenas de elementos fundantes de una nueva voluntad colectiva permitirán que estos días sean inolvidables para toda una generación.
Los errores:
En el marco de esto, el régimen jugó al desgaste a través de los tiempos para instalar una eventual mesa de negociación, y a promover la división en la movilización social. Las dilaciones y el acaparamiento del Comité Nacional de Paro por parte de la agenda de los aparatos gremiales de algunas organizaciones políticas como el MOIR -Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario- o el Partido Alianza Verde, hicieron que, a pesar de la llegada de cada vez más procesos y activistas al Comité Nacional de Paro, existiera una fragmentación enorme y disputas internas en la que muchos exigían una democratización del espacio. Agendas y plataformas de luchas fundamentales como los ecologismos, los antimilitarismos y los feminismos, determinantes para las movilizaciones, quedaron relegados a un segundo plano. La bandera del desmonte del ESMAD, abanderada por juventudes de todo tipo, también fue bajada de zopetón por las burocracias más tradicionales.
Por otro lado, la instalación de lo que Duque llamó una gran Conversación Nacional, a la cual convocó separadamente a diversas organizaciones y procesos que participaron de las primeras jornadas de movilización, hizo ver a algunos activistas la oportunidad de destacar en una instancia de diálogo directo con Duque y abandonar al Comité Nacional de Paro.
Gracias al empuje producido por la demanda desde diversas plataformas para ampliar el Comité Nacional de Paro, las organizaciones políticas que desde una perspectiva vanguardista coptaron el espacio finalmente accedieron a permitir y convocar una Asamblea Nacional, Popular y Convergente, en la que procesos y organizaciones de todo el país vinieron hasta la Universidad Nacional Sede Bogotá a presenciar un bochornoso espectáculo: los activistas del MOIR planteando en las mesas de trabajo que instituciones populares de defensa de las movilizaciones como las primeras líneas, las guardias indígenas, campesinas y cimarronas generaban una confrontación innecesaria con el régimen y por ende golpeaban la movilización. No contentos con eso, lograron manipular el espacio al publicar apresuradamente un comunicado con conclusiones finales que no recogían al conjunto de las y los asistentes. El resultado: pliego de peticiones con 104 puntos que, a modo de una lista de mercado, intentó fallidamente reunir el conjunto de las demandas ciudadanas que se impulsaron en las protestas.
Esta fragmentación intentó corregirse con la convocatoria a un Encuentro Nacional de Organizaciones convocado para el 30 y 31 de enero, cuya realización finalmente fue impedida por estas mismas organizaciones que buscaron imponerle al conjunto de los actores su forma organizativa, su agenda y sus prioridades. Finalmente se hicieron dos encuentros, dividiendo al movimiento popular fue fragmentado. El Gobierno Nacional aprovechó esto para, silenciosamente, desactivar la protesta sin instalar ningún espacio de negociación con el movimiento.
¿Y ahora?
En medio del escenario de la cuarentena y la crisis sociosanitaria global se han transparentado de una manera brutal las enormes desigualdades en medio de las cuales vivimos. La hambruna, la desesperación, la normalización de la esclavitud en casos como el de la vigilante Edy Fonseca, la precipitación de la violencia machista en los hogares y la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajos caracterizan de manera gráfica y alarmante la actualidad en la que nos encontramos.
Es urgente que desde el campo popular se active el próximo escenario de movilización, rescatando elementos importantes del 21N tales como la diversidad, la organización en red, la horizontalidad y la conjunción de las demandas revocatorias, tanto de los pilares fundacionales del modelo neoliberal que pareciera ser rebasado en medio de la pandemia, como del régimen de Duque. Las arengas que proclamaban la destitución del viejo orden y de un gobierno débil no pueden seguir siendo meras arengas, y las organizaciones políticas y sindicales no pueden seguir siendo ajenas a este llamado que perdura, aunque de manera más silenciosa, en las calles y los barrios de Colombia. Las asambleas cívicas y populares deben reactivarse alrededor de demandas concretas tales como la renta básica universal, una reforma tributaria verdaderamente progresiva, la suspensión del pago de la deuda externa, una transición socioecológica y la creación de un sistema nacional de cuidados que permita afrontar, precisamente, esta gran crisis de los cuidados en todo el mundo.
Nuestra generación no puede quedarse impávida ante todo esto, es momento de reactivar el Paro Nacional. Podemos encontrar la forma de sacudir de nuevo la sociedad colombiana sin exponer innecesariamente la salud y la integridad de los manifestantes ante el virus. Las herramientas, las experiencias y la identidad colectiva han sido construidas. No dejemos que las fuerzas del régimen apaguen la imaginación que necesitamos para construir una Colombia diferente.