Por: Felipe Tascón Recio /twitter: @felipetascon57
Tanto el sexto capítulo de Matarife como la hipotética entrevista de Gustavo Bolívar me hicieron aflorar recuerdos de la escritura del libro “Uribe y la derecha trasnacional”, que publicamos al alimón con Iván Cepeda en 2015. De ahí extraigo un elemento poco conocido en Colombia, pero clave para entender la presencia del personaje en Latinoamérica, su rol como “top speaker” o conferencista estrella en foros políticos y empresariales entre 2010 y 2014, el periodo inmediatamente posterior a su salida de la presidencia, paralelo al primer gobierno de Santos.
Los países que más visitó Uribe son de lejos México y la Argentina, también fue recurrente en Chile, Paraguay y Honduras, entre otros. Mientras Panamá casi se convirtió en su segundo hogar. Las visitas al istmo eran más de índole privado, tal vez por los negocios conjuntos que mantenía con el entonces presidente -y luego preso- Martinelli y que convertían a nuestro vecino en la retaguardia estratégica.
De hecho, cuando viajé a recabar información para el libro, me sorprendió aterrizar en la antigua base aérea gringa de Howard, por esto le pregunte al taxista ¿cuando la habían convertido en pista comercial? El conductor sin tener la menor idea de la meta de mi viaje, me respondió: “cuando Uribe se lo pidió a Martinelli”, relatándome que AUV tenia una casa en la ribera occidental del canal, muy cerca al hoy aeropuerto Panamá Pacífico, donde, después, además de vuelos privados, empezó a operar chiva-Colombia, la aerolínea propiedad mayoritaria de la irlandesa Ryan Air, y minoritaria, cuentan los taxistas, de Tom y Jerry.
Del trasiego de Uribe por Latinoamérica vale la pena recordar algunos viajes. Primero el único que se conoció en Colombia, el del teatro Gran Rex de Buenos Aires en diciembre del 2012. El evento trascendió ya que el día previo un conserje del teatro encontró un explosivo preparado para explotar a la hora en que estaba previsto que Uribe participaría del cóctel de lanzamiento del Leadership Symposium.
Inicialmente el Juez Oyarbide manifestó que esta “bomba” podría haber generado muertes, luego la pesquisa policial lo desmintió porque resultó ser “un artefacto pirotécnico” sin poder destructivo, sin capacidad de matar a nadie, pero que hubiera generado gran escándalo, lo que terminó ayudando al marketing del evento.
El carácter de pirotecnia de este falso positivo, explica porque Uribe no canceló su intervención en el simposio, eso sí, lo hizo flanqueado de efectivos de la Policía Federal Argentina y de hombres de civil de los servicios de seguridad colombianos.
Esto último prueba que los contribuyentes colombianos también pagamos -como mínimo en esa ocasión- los viajes internacionales de los escoltas de Uribe, estamos pues ante otro atenido, que nos facturaba los viajes de sus escoltas, mientras como conferencista factura para su bolsillo altísimos honorarios.
Otro episodio para recordar es que en todas las entrevistas y conferencias de Uribe que me vi obligado a leer, reseñadas por los periódicos de los respectivos países, encontré una constante: siempre recomendaba la creación de grupos de civiles informantes, incluso hay una entrevista que concedió al Excélsior de México en abril del 2014, donde tuvo la gentileza de notificarnos que las “redes de apoyo ciudadanas a las fuerzas de seguridad… sumaron 4 millones 600 mil colombianos cuyas principales armas fueron sus celulares y la información que generaban”.
Es ampliamente conocido un ensayo de Javier Giraldo donde prueba que el mecanismo de red de informantes es una “zona gris, de total ambigüedad, en que lo civil y lo militar se confunden”, en esencia, es involucrar civiles en acciones de seguridad que son de responsabilidad y exclusividad del Estado. Esto quiere decir, que la recomendación fundamental de Uribe a las sociedades latinoamericanas, siempre fue la implementación del modelo que el jesuita Giraldo muy bien califica de paramilitar.
Sin embargo, es probable que hayan existido situaciones, donde la recomendación académica pudo trascender a consecuencias practicas. En enero del 2014, cuando Michelle Bachelet era presidenta electa por segunda vez, Uribe permaneció una semana en la Araucanía chilena, hablando con grandes terratenientes y dictando el taller “Política y Guerrilla”.
Vale aclarar que ambas acciones le valieron ser declarado persona non grata por Aucán Huilcamán, el “werkén” del pueblo mapuche, dado que 6 años antes Uribe había intentado relacionar la histórica resistencia indígena con la guerrilla colombiana, algo que lo hacia popular entre los latifundistas, ávidos de ficciones para ocultar que en la exclusión del pueblo originario, está el origen de su conflicto. Un año exacto después, el gobierno Bachelet tuvo que lanzar la campaña “Entrega tu arma”, dirigida a civiles con armas ilegales, que aunque nominalmente tenia cobertura nacional, estuvo focalizada en la Araucanía. Si bien no existe relación aparente entre la catedra uribista y este armamentismo civil: ¿qué supone uno?
Después de 7 meses de solo leer noticias y conferencias del personaje, sentí la necesidad de verlo en vivo y en directo. A mediados de julio del 2015, pude hacerlo en un seminario en la Cámara de Comercio de Bogotá. Como imaginaran, ver al mesías cuesta, tuve que pagar.
La noticia del fin de semana anterior era el segundo escape del Chapo Guzmán, esta vez vía túnel desde la cárcel “Altiplano” en cercanía de Toluca, México. Sin que le temblara la voz, Uribe desde su pulpito, inicio su conferencia tronando que el kilometro y medio de túnel, era obra de “la far”. Mientras el auditorio de acólitos estallaba en aplausos a su rockstar y mi vecino de gallinero -un becario de la Universidad Sergio Arboleda- afirmaba “él siempre es el mejor informado”, yo alucinaba porque solo pocos meses antes el senador Cepeda le había enrostrado en el congreso la relación -que el viernes pasado nos recordó “Matarife”- los nexos de su sobrina, su cuñada y el resto del clan Cifuentes Villa con los narcos de Sinaloa.
Esta fue la cereza para la investigación, comprobar que estamos ante un mentiroso sistémico, alguien que sin ningún empacho, acababa de poner en práctica uno de los 11 principios de la propaganda del ministro nazi Joseph Goebbels, el de la transposición, que consiste en cargarle al adversario los defectos o errores propios, o en este caso, de su familia cercana.