sábado, diciembre 7

Un juez que discipline al juez que escribe de todo menos una sentencia

Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Editor: Francisco Cristancho R.

No se es maduro políticamente por contestar con altanería o por posar de bravucón. Un político maduro es aquel que tiene capacidad para entender y para hacerlo hasta el cansancio sin salirse de casillas.

No sabe uno en dónde ocurren más maravillas, si en el país de Alicia o en el nuestro. De no creer nos pareció el alegato del juez Jaime Herrera Niño para no dictar sentencia en el caso que por suerte –¿de quién?– le correspondió a su despacho y en el que se debate la responsabilidad penal de Santiago Uribe Vélez por la formación de escuadrones paramilitares. Tras pedir plazo por esto o aquello, ahora resolvió aludir a una falta de personal para seguir con la demora. En su última petición –o epístola, como con gracia la llamó Daniel Coronell por aquello de los Apóstoles–, el juez solicita a la Rama Judicial que disponga de un funcionario con calidades de sustanciador, es decir, alguien que le haga la tarea que por temor, desconocimiento o pereza, a él le quedó grande.

Lindo sería ver que, como consecuencia de estas revelaciones de Daniel Coronell, se iniciara una actuación oficiosa en contra del señor juez por parte de la Comisión Nacional de Disciplina Judicial, al contravenir –en nuestro concepto– los mandatos de decidir sin dilaciones y de no excusarse del caso cuando reconoció su incapacidad para tramitarlo, previstos en los numerales primero y quinto del artículo 139 del Código de Procedimiento Penal. No hay razón ni derecho para ser tan sinvergüenza, señor Herrera. Esta situación debe apenar a todos los abogados y funcionarios judiciales del país por la mora grosera que se ha tornado, de hecho, en una absolución. Esperamos de la Rama Judicial y del juez disciplinario acciones prontas y eficaces para que, tras años de espera, las víctimas –que es el país entero– conozcan la verdad de la avanzada paramilitar que comenzó en la hacienda Guacharacas y alcanzó todos los rincones del poder en Colombia. 

Uniéndose a la banca de incapaces, leíamos por estos días que Iván Duque está dictando clases en una universidad de Florida, posición que pronto ostentará su gran amigo Francisco Barbosa con quien podrá formar una cofradía de los peores titulares de sus pasados cargos en el Estado. Cada tanto, el señor expresidente y su otrora ministro de hacienda, José Manuel Restrepo, cuestionan la política económica del gobierno presidido por Gustavo Petro. Al margen de los detalles y la jeringonza en la que no somos diestros por haber escogido el derecho en lugar de la economía, observamos –en contradicción con la lectura de los exfuncionarios– una mejoría en el estado general de la economía nacional: alza en el crecimiento para el último mes de 2023, reducción acelerada de la inflación –incluso en alimentos, que se resistían a disminuir mientras otros renglones recuperaban las tendencias previas a la pandemia–, baja en el desempleo, tasa de cambio favorable a la inversión, apetito de las compañías por la transición energética y hasta por iniciativas de compensación ambiental, por mencionar algunas buenas nuevas. Desde esta tribuna felicitamos a los ministros Ricardo Bonilla, Germán Umaña y Andrés Camacho por su desempeño y por los resultados que han alcanzado y que mejoran la vida de todos los colombianos. 

Partir, tarde que temprano, a todos nos toca. No nos referimos a partir de un lugar a otro por motivo de un viaje terrenal, hablamos del viaje final del cual nunca regresamos. Nuestra amiga Piedad Córdoba, aquella mujer de risa espontánea y palabra cariñosa, se fue y nos deja un gran vacío. Germán, uno de los columnistas de este espacio, tuvo oportunidad de tenerla como compañera de trabajo cuando ella presidía la Comisión de Derechos Humanos del Senado al tiempo que él detentaba la misma calidad en la Cámara, y recuerda que Piedad jamás se negó a colaborar en algo que tratara de estos asuntos, viajando a todos los confines que requirieran de su presencia. Era Piedad de esas personas que nunca estaba ocupada para ayudar, estaba donde y cuando se le necesitaba. Dedicó su vida a servir y ahora, en muestra mínima de nuestra gratitud y admiración, le rendimos este tributo. Gracias, Piedad, por haber vivido y por habernos permitido estar a tu lado mientras lo hacías.

Hasta la próxima semana…

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