Por: Jaime Gómez
Los países nórdicos son mundialmente conocidos por ser Estados que impulsan políticas de paz y asumen una política de diálogo cuando surgen conflictos. Muchas veces hemos oído con gran interés las noticias referentes a la entrega de los premios Nobel, especialmente el de paz que se entrega en Oslo, capital de Noruega. Esta clase de eventos ha acaparado la atención mundial y poco a poco creando una imagen en donde estos países se presentan como hacedores de la paz mundial.
Por eso ha generado sorpresa la actuación de Noruega y Suecia durante el conflicto armado originado por la inaceptable invasión de Rusia a Ucrania. Estos países aceptaron enviar material bélico a Ucrania, como una forma de demostrar su solidaridad a Ucrania y su rechazo a la invasión rusa. En el caso de Suecia, este país aceptó el pasado 28 de febrero, enviar además de cascos y raciones de campaña, 5000 cohetes antitanques conocidos internacionalmente como “Bofors AT-4”. Es una especie de lanza granada portátil de tipo desechable, donde el arma en sí y la granada se fabrican y empaquetan como una unidad que se desecha después de haber sido disparada. El arma está diseñada y fabricada en Suecia por Saab Bofors Dynamics. Esta decisión, ha sido tomada por un gobierno socialdemócrata que se vanagloria de tener una política exterior “feminista”. Históricamente, el movimiento feminista mundial ha luchado por la paz y por el desarme. La conclusión obvia, es que la socialdemocracia sueca hace una utilización grotesca de este movimiento.
¿Pero qué pasó aquí? ¿Acaso los nombres de Suecia y Noruega no se asocian mundialmente al impulso de la paz y a la política de bienestar?
La política exterior y de seguridad de Suecia ha incluido la neutralidad durante dos guerras mundiales y durante los años de la llamada “guerra fría”. Suecia se ha mantenido fuera de la guerra durante más de 200 años. La columna vertebral de la política de seguridad sueca podría sintetizarse como “libertad de alianzas” en tiempos de paz y “neutralidad” en tiempos de guerra. Esa es la razón por la cual Suecia no forma parte de ninguna alianza militar ni toma partido por algún bloque de poder. Para poder llevar a cabo esa política de libertad de alianzas, se desarrolló la industria militar en el país. Suecia debía ser autosuficiente en la producción de material bélico para no depender de algún centro de poder. ¿Pero qué pasó cuando comenzó a existir excedentes importantes en la producción? Se buscaron mercados para ese excedente.
Y aquí comenzamos a ver el problema.
Suecia es un país que fabrica y exporta armas. A pesar de tener teóricamente una legislación que impide la venta de armas a países que se encuentran en un conflicto armado o violan los derechos humanos, tiene los suficientes hoyos jurídicos para que no siempre se respete este principio. Ucrania no es el único caso. El conflicto armado que se desarrolla en Yemen es otro buen ejemplo. La coalición liderada por Arabia Saudita y los rebeldes respaldados por Irán se enfrentan en una guerra mientras el mundo exterior observa. Yemen se enfrenta a una catástrofe humanitaria sin precedentes. A través de la mediación sueca en esta guerra, las fuerzas gubernamentales y los rebeldes se reunieron en Estocolmo y pudieron acordar un alto el fuego parcial. Sin embargo, Arabia Saudita seguía siendo un generoso cliente y las exportaciones suecas de armas a este país continúan. Y para terminar de dibujar el escenario, podríamos agregar que, a una de las traductoras en la importante reunión de Estocolmo, la autoridad de migración sueca le había rechazado su solicitud de asilo. ¡Difícil encontrar un mejor ejemplo de doble moral!
La política de neutralidad de Suecia ha sido cuestionada en diversas ocasiones. Durante la segunda guerra mundial acordó con Alemania el paso de tropas nazis para invadir a Noruega. Todo a nombre de la neutralidad. En la medida que ciertos documentos secretos han sido desclasificados se ha descubierto, por ejemplo, que Suecia colaboraba secretamente con Estados Unidos y sus aliados y espiaba a la entonces llamada Unión Soviética. Y ellos lo sabían también. Por eso, los soviéticos derribaron en 1952 en dos ocasiones diferentes, dosaviones, uno tipo DC-3 y otro un hidroavión PBY-5 Catalina de la Fuerza Aérea Sueca cuando volaban sobre el mar Báltico. El DC-3 no estaba realizando un vuelo de entrenamiento. Tenía instalados equipos tecnológicos secretos y estaba realizando una misión de reconocimiento electrónico de un radar soviético situado cerca de la ciudad de Liepaja, en el oeste de Letonia. Suecia planeaba entregar esta información a la OTAN a cambio de equipo electrónico que necesitaba para fines de defensa.
Este hecho demostró que la neutralidad sueca no era tan neutral.
Suecia, debido a su política de “libertad de alianzas” en tiempos de paz no ha solicitado ser miembro de la OTAN, pero ha desarrollado un plan de acercamiento a esa organización como el “acuerdo de país anfitrión” (Host Nation Support) firmado en el 2014 y ratificado en el parlamento en el 2016. Este acuerdo implica que Suecia podrá apoyar y recibir apoyo de la OTAN más fácilmente en caso de una crisis o una guerra en el país o en un área inmediata. También significa que es más fácil para Suecia presentarse como país anfitrión para actividades militares acordadas mutuamente como, por ejemplo, ejercicios militaresinternacionales. Esto aumentan el militarismo y tiene implicaciones internacionales. La OTAN es una organización de seguridad basada en medios militares, incluidas las armas nucleares. Acercarse a la OTAN no disminuye la amenaza para Suecia, al contrario, la aumentará, al igual que el riesgo de ser arrastrados a la guerra.
Lo paradójico de toda esta trágica situación de la guerra, es que países con tradición de diálogo y diplomacia como Noruega y Suecia hayan enviado armas a Ucrania y gobiernos autoritarios como Turquía estén facilitando el diálogo.
Mientras escribo este texto, anuncia el gobierno sueco que ha aprobado un nuevo envío de otros 5000 cohetes antitanques. Los ingresos de Suecia por exportación de armas ascendieron a dos mil millones de dólares en el 2021. Definitivamente, el ganador indiscutible en todas las guerras es la industria militar.
Jaime Gómez – analista Internacional – Vocero en asuntos de política exterior del partido Iniciativa Feminista de Suecia