Por: Daniel Rojas Medellín
Después de la Gran Depresión de la década de los Treinta, 44 países acordaron el diseño de una arquitectura financiera global para tramitar y gestionar desequilibrios de tal forma que se pudiera evitar la repetición de los traumas económicos que sufrió el mundo en aquella crisis. El acuerdo fue bautizado “Bretton Woods“ evocando el nombre del hotel donde se realizó la conferencia monetaria en la que se establecieron las reglas.
En los 70, el desmantelamiento del acuerdo por parte de los EEUU produjo que en lugar de oro, la deuda pública de ese país se respaldara con reservas monetarias de los demás países, el efecto de la consecuente pérdida de valor del dólar tuvo repercusiones en los productores de petróleo, que en la misma década, aprovechando el poder monopolítistco de la OPEP incidieron para elevar el precio del crudo mediante el embargo a los países que apoyaron a Israel en la guerra del Yom Kippur. Los excesos de liquidez llenaron las arcas de decenas de bancos ávidos de inversiones, entre estas, deuda pública gringa como lo hiciera Arabia Saudita o deuda latinoamericana como bien lo expone Rafael Correa en su gran libro.
Desde entonces, la dolarización de los combustibles fósiles transformó y adquirió un rol ponderante en el sistema financiero global, se acompasó con la desregulación de los mercados locales que fue vendida por organismos multilaterales como sinónimo de buenas prácticas y se popularizó incentivando la creación de dinero por parte de los bancos privados. De este modo se le otorgó a la banca el poder de incidir en la oferta monetaria; la lógica antiinflacionaria para cuadrar la curvatura provocó la fijación de tasas altas por parte de los bancos centrales, dirigiendo los recursos hacia la financiación de inversiones intensivas en capital con tasas de rendimiento igualmente altas y en aumento incensante: Rentas petroleras y financieras.
Resumiendo, de un tiempo para acá los bancos obtuvieron la capacidad de obtener liquidez de manera desregulada y a un precio relativamente alto respaldado en la actividad petrolera que ha redundado en una terrible política monetaria para la sociedad y para el planeta pues, los banqueros han dirigido el crédito sobre todo, hacia activos preexistentes como la tierra y hacia modalidades frenéticas de consumo sobre el que pueden fijar altas tasas de interés, como las tarjetas de crédito; invito a observar el aumento para el mes de agosto en la usura al crédito de consumo. ¡En plena Pandemia y con el Banco de la República recortando tasas, un abuso!
Algunos discursos ambientalistas se centran en la idea de creer que la crisis climática se mengua unívocamente mediante la modificación en algunos hábitos de consumo obviando que un sistema financiero que estimula actividades rentísticas derivadas de los combustibles fósiles resulta ser, sino la principal, una causa fundamental del calentamiento global, por lo que la regulación bancaria debe ser un principio lógico en los diversos intentos de las sociedades para reducir drásticamente las emisiones de gases efecto invernadero.
Una propuesta que maseamos un grupo de desparchados es la restricción en la capacidad de los banqueros de prestar dinero a altas tasas de interés para actividades que no proporcionan un aumento proporcional en la creación de empleos, de riqueza y produzcan cambios en los hábitos de producción y consumo, actividades que al mismo tiempo reducen los ingresos tributarios.
Dirigirse hacia una economía que deja atrás los combustibles fósiles requiere de voluntad política, de la desición mayoritaria de las sociedades para decidirse a transformar su destino, pero ante todo de mucha financiación, se requiere transformar los sistemas de transportes, establecer sistemas de adaptación y mitigación de los territorios frente a los efectos del cambio climático, rediseñar lo diseñado, propender por ciudades más eficientes respecto al consumo energético y muchas inversiones más.
Un Banco verde y público generará empleo e impulsará la economía en un círculo virtuoso, mediante el abaratamiento y direccionamiento del crédito generará ingresos con que reembolsarlo, el hecho es que el crédito público privado gestionado y regulado adecuadamente favorecerá las actividades necesarias para atender a la descarbonización, una política monetaria como la dominante, sólo favorece a las capturas de rentas mediante monedas petrolizadas y nos condenará a la extinción.