sábado, diciembre 7

Nada justifica un genocidio

Jaime Gómez, analista internacional y vocero en asuntos de política exterior del Partido Iniciativa Feminista de Suecia

“No en mi nombre”, gritaron varios manifestantes de la organización “Jewish Voice for Peace” en el Congreso de los Estados Unidos. Docenas de ellos fueron arrestados por la policía. La misma organización destaca que en las últimas dos semanas, el ejército israelí ha matado a más niños palestinos que en todas las operaciones militares anteriores en Gaza de los últimos 17 años juntas.

Lo que está ocurriendo en Gaza no es más que una masacre llevada a cabo por Israel, con el respaldo de Estados Unidos y la Unión Europea, y transmitida en vivo a todo el mundo. Lo que vemos es a los líderes apoyando al gobierno de Israel en su abuso de la violencia militar, mientras que la sociedad civil en estos países se distancia de la masacre y se moviliza para exigir un alto el fuego y el respeto de los derechos del pueblo palestino en Palestina. Esos líderes que exigen que un reducido número de camiones ingrese a Gaza con ayuda humanitaria, deberían demandar más bien, el fin de la ocupación israelí de Palestina.

La historia del conflicto entre Israel y Palestina es compleja y prolongada. Esta no comenzó el 7 de octubre de este año, sino que tiene sus raíces en la ocupación militar de Palestina por Israel, con el consentimiento del mundo occidental. Es un conflicto que se inició cuando el Imperio Británico entregó tierras que no le pertenecían, lo que resultó en el desplazamiento de más de 700,000 palestinos de sus hogares. Comparemos esto con 1 millón de desplazados durante los recientes ataques aéreos israelíes. Es un conflicto marcado por políticas coloniales, violaciones repetidas de los derechos humanos, incumplimiento a resoluciones de la ONU y la creación de un estado de apartheid.

Muchos de nosotros condenamos los ataques de Hamas contra civiles. Sin embargo, lo que resulta llamativo es que solo aquellos de nosotros que abogamos por una Palestina libre nos vemos en la obligación de condenar cada vez que expresamos nuestro apoyo, mientras que aquellos que respaldan a Israel no enfrentan el mismo requisito de condenar los ataques de este pais contra civiles cada vez que expresan su apoyo a Israel. Esto se vuelve aún más sintomático en el contexto de la declaración de Amnistía Internacional, que califica la respuesta de Israel como desproporcionada y señala que existen “pruebas contundentes de crímenes de guerra cometidos durante los ataques israelíes que resultaron en la aniquilación de familias enteras en Gaza“.

Aún podemos escuchar las impactantes palabras del ministro de Defensa del gobierno de extrema derecha de Israel, Yoav Gallant: “Estamos luchando contra bestias y actuamos en consecuencia“. Además, el primer ministro, Netanyahu, ha dicho: “Esto es una lucha entre los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad“. Aquí vemos una visión colonial del gobierno de Israel: las personas colonizadas no son consideradas seres humanos, sino bestias, y, por lo tanto, el estado de Israel cree que tiene derecho a maltratarlas, matarlas y eliminarlas de la faz de la Tierra. Esto crea una narrativa en la que aquellos que se resisten son considerados culpables y necesitan justificar su existencia. Esta degradación es una base importante del fascismo.

La afirmación de Israel de ser la única democracia en la región debe ser objeto de un cuestionamiento enérgico debido a su negación de los derechos humanos y su política discriminatoria de asentamientos ilegales en los territorios ocupados. La verdadera democracia no se limita únicamente a la capacidad del gobierno para mantener instituciones democráticas básicas, sino que también abarca el respeto por los derechos humanos, incluyendo la igualdad y la justicia para todos los individuos.

En lo que respecta a la ocupación de Palestina, Israel ha impuesto controles estrictos, que incluyen restricciones fronterizas y regulaciones de movimiento, lo que ha tenido un impacto significativo en la vida diaria del pueblo palestino. Estas medidas van en contra de los principios democráticos fundamentales de libertad y igualdad de derechos. Además, Israel ha establecido asentamientos en territorio palestino, una acción que contraviene el derecho internacional y agrava la situación. Es igualmente relevante señalar que Israel ha infringido en repetidas ocasiones las resoluciones de las Naciones Unidas que exigen el retorno de los desplazados.

La situación crítica en la Franja de Gaza no es algo nuevo. Más de 2 millones de palestinos están prácticamente atrapados en Gaza, que también se conoce como la prisión al aire libre más grande del mundo, y más del 80 por ciento de ellos dependen de la ayuda humanitaria. Mientras tanto, los asentamientos israelíes siguen proliferando en Cisjordania, y los palestinos son forzados a abandonar Jerusalén Este. En un informe de febrero de 2022, Amnistía Internacional señaló cómo las fuerzas israelíes “han cometido actos en Gaza (así como en Cisjordania e Israel) que están prohibidos por el Estatuto de Roma y la Convención de Apartheid, como parte de un ataque amplio y sistemático contra la población civil con el propósito de mantener un sistema de opresión y dominación sobre los palestinos, constituyendo así un crimen de apartheid contra la humanidad“. La misma perspectiva fué confirmada en una carta de la misma organización a los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea el pasado 20 de octubre: “La crisis actual no surgió del vacío. Israel tiene una larga historia de cometer crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, incluida la imposición de un sistema de apartheid a los palestinos durante décadas, con impunidad”.

Human Rights Watch también ha enfatizado la importancia de cumplir con el derecho internacional humanitario. La obligación de “proteger a los civiles se aplica a todos: no atacar deliberada o indiscriminadamente a civiles, no tomar rehenes, no castigar a civiles por actos individuales, no negar ni retener asistencia humanitaria“. Todo esto ha sido violado ante los ojos del mundo, y es completamente inaceptable.

Es crucial comprender que esta no es una confrontación entre dos partes equitativas, y el desequilibrio de poder entre Israel y Palestina plantea desafíos significativos. Israel, como una potencia de ocupación económica y militar, ejerce un control importante sobre la situación, mientras que Palestina carece de recursos económicos y medios para defender sus derechos y su soberanía. Israel cuenta con el respaldo de líderes mundiales, lo que pone de manifiesto una doble moral colonial: Ucrania recibe apoyo, pero no Palestina. Además, Israel también cuenta con el respaldo de los grandes medios de comunicación, lo que hace que Palestina solo pueda depender de los medios alternativos y de las voces de la sociedad civil. Ha llegado el momento de que Israel, como fuerza ocupante, cumpla con sus obligaciones según el derecho internacional.

Es urgente exigir que Israel detenga de inmediato los bombardeos indiscriminados, ponga fin a la política de apartheid contra los palestinos, cumpla con las resoluciones de las Naciones Unidas que exigen su retirada de los territorios ocupados y detenga los asentamientos en estas áreas.

Cuando un Estado no cumple consistentemente con sus compromisos internacionales, no puede considerarse un socio confiable. Esto es aplicable a Israel bajo el liderazgo del primer ministro de extrema derecha, Benjamín Netanyahu. Por lo tanto, es legítimo considerar medidas de sanción, como la terminación inmediata de todos los acuerdos de cooperación militar entre Colombia e Israel. También es crucial seguir respaldando el reconocimiento del Estado de Palestina y trabajar para que, por ejemplo, la Unión Europea asuma su responsabilidad al poner fin a toda cooperación militar con Israel y a los acuerdos comerciales de productos israelíes procedentes de las áreas ocupadas. Al mismo tiempo, se debe aumentar la cooperación internacional con Palestina en lugar de reducirla, como propone, entre otros, el actual gobierno de derecha en Suecia.

Como fuerza de ocupación, Israel ha cruzado desde hace mucho tiempo la línea roja de lo que se puede considerar como aceptable con respecto al pueblo palestino. Es hora de que la sociedad civil, las organizaciones y los políticos anticolonialistas de todo el mundo proclamen con firmeza, presionen y tomen medidas para detener el genocidio de los palestinos que está siendo llevado a cabo por Israel y sus aliados, y para que Israel ponga fin a la ocupación y finalmente cumpla con la Resolución 194 de las Naciones Unidas, que otorga al pueblo palestino el derecho a regresar a sus territorios actualmente ocupados ilegalmente por Israel.

No podemos permitirnos quedar atrapados en la lógica colonial falsa en la que no podemos oponernos al colonialismo de asentamientos y el apartheid al tiempo que condenamos la violencia y el antisemitismo. En este momento, varios países están atrapados en esta lógica en la que todos los que condenan a Hamas deben apoyar a Israel y donde todos, especialmente los palestinos, que no condenan directamente a Hamas están a favor de esta organización. Es una lógica en la que toda violencia desde el lado palestino es considerada como agresión, mientras que la violencia israelí se considera autodefensa. Es una lógica en la que solo un lado ve reconocida su humanidad. Podemos condenar toda violencia contra civiles y al mismo tiempo reconocer que existe un desequilibrio de poder. Y es responsabilidad de todos equilibrar ese desequilibrio de poder para asegurarnos de que las historias y las voces de los oprimidos, que han perdido su voz, resuenen en todo el mundo.

Jaime Gomez, analista internacional y portavoz de Política Exterior del partido Iniciativa Feminista de Suecia.

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