Las encuestas.
Por: Gustavo Bolívar Moreno.
Tercera y última entrega de mi charla con el Presidente Petro
Al caer la noche sobre la península de Manzanillo, se encendió la iluminación de la casa de huéspedes y la belleza del inmueble de 2.890 mil metros cuadrados, exacerbó su belleza. Estar dentro de esa casona, más parecido a un hotel boutique, se convirtió en una experiencia sensorial. Cada espacio cobró más sentido del que ya tenía, con luces indirectas que no dejaban ver las bombillas pero que iluminaban con serenidad, las escaleras, los techos, las paredes y cada rincón del lugar. Y eso que aún no podía disfrutar de las luces de la fachada y de la iluminación de los patios engalanados con buganvilias y un par de frondosos árboles insignes del lugar.
Ese sábado llevábamos tanto tiempo hablando, algo inusual en su agitada agenda, que al irse el sol, por respeto con su día de descanso, acababa de llegar de Europa en la madrugada y el jet lag le debería estar pasando factura, que le dije, presidente lo dejo descansar. Seguramente lo agradeció pero no me dejó ir sin mirar y analizar una encuesta que lo tenía contento.
El interés del Presidente por las encuestas es notorio. Pero no de todas las encuestas.
—Algunas son manipuladas, dice con resignación y agrega: —La mejor encuesta es aquella que uno mismo manda a hacer advirtiéndole al encuestador que uno necesita la verdad y nada más que la verdad. Las demás dan una idea de las cosas pero dependiendo quién las haga y el interés de ese encuestador, los resultados suelen cambiar.
Por ejemplo, para tener una idea de las curules que íbamos a obtener para la Cámara en Bogotá, los candidatos del Pacto encargaron una encuesta que les dijo que obtendrían siete curules. Se obtuvieron siete curules. Hoy podemos decir que fue una encuesta confiable. Las demás no nos ponían más de cinco escaños.
Petro cree mucho en la estadística como ciencia y como herramienta para medir el pulso de lo que él hace y de lo que hacemos quienes lo rodeamos. Ha hecho de Google Trend un medidor imprescindible para investigar las preferencias de los actores y los hechos políticos ante la opinión pública. Gran parte de la culpa de que yo haya encabezado la lista al Senado se debió a que en ese buscador siempre aparecía en primer lugar de búsquedas. Solo me ganaba Margarita Rosa de Francisco. Ella era la llamada a encabezar la lista y hasta yo me ofrecí a viajar a Miami a convencerla pero no fue posible. Recuerdo que me dijo en un restaurante de Winwood al que acudimos con varios amigos, que ella no quería padecer el matoneo constante al que yo vivía sometido. “No sé cómo haces para estar tan tranquilo”, exclamó y terminó su argumento con una frase que ya no tuve cómo contrarrestar: Los respaldo, los apoyo porque creo en Petro pero yo no quiero vivir eso, con qué necesidad.
Mientras hablábamos me mostró la encuesta que lo tenía tranquilo. Fue una encuesta del Centro Nacional de consultoría en la que su popularidad, aunque había bajado, no era tanto como decían Datexco e Invamer. Esas encuestadoras situaban su popularidad (nivel de aceptación) alrededor del 30 por ciento mientras que esta del CNC lo situaba en el 47%. Estaba contento porque en el segmento de las señoras, amas de casa, por lo regular conservadoras y adversas a sus discursos y políticas, su popularidad estaba aumentando.
—Eso es que la inflación se controló y están comprando el mercado más barato, —me dijo.
Es claro en todas las encuestas que su popularidad es inversamente proporcional a la edad de los encuestados. Entre más joven más le creen. En el segmento de 18 a 24 su aceptación supera el 62% y va descendiendo a medida que la edad aumenta. Baja a 54% de los 24 a los 32 años y va bajando hasta por debajo de 30% cuando el encuestador indaga entre personas que superan los 50 años. Hacia los 65 y más, prácticamente lo aborrecen. ¿Por qué este fenómeno?
Porque los jóvenes perdieron el miedo al cambio mientras que a los viejos les da miedo perder lo poco o mucho que con tanto esfuerzo y años de lucha han conseguido. El fantasma de las expropiaciones del vecino país, que fue tema relevante en la campaña contra Petro los asusta. Totalmente comprensible. Con decirles que en ese segmento poblacional está mi madrecita de 87 años a quien nunca pude quitarle el miedo por candidatos de izquierda a pesar de que no tiene propiedades ni riquezas.
Recuerdo mucho a una señora de Cali, tal vez 20 años más joven que mamá, que me dijo que amaba a Petro pero que no iba a votar por él porque le habían dicho que dependiendo los cuartos de habitación que tuviera en su casa, debería compartir, al menos uno de ellos con una gente desplazada de Buenaventura.
De hecho, en las marchas contra el gobierno, las personas de la tercera edad son protagonistas a pesar de que una de las reformas, contra las cuales marchan, la pensional, les garantizará envejecer con un mínimo vital que nunca ningún gobierno les ha proporcionado.
Lo cierto es que no ha habido ni habrá expropiaciones, ni los viejos dejarán de tener miedo al cambio, ni todas las encuestadoras dirán la verdad. Varias de ellas han perdido su credibilidad porque se han politizado o porque sus dueños o fundadores, claramente, tienen una preferencia o un sesgo político. Cómo olvidar, por ejemplo que José Roberto Arango uno de los dueños de Datexco donó a la campaña de Duque 50 millones o que Invamer, de la Familia Londoño, pertenece a un círculo muy cercano al expresidente Uribe y que incluso algunos de sus miembros trabajaron en su gobierno o lo representaron en Juntas directivas como EPM. Pero la más famosa por tergiversar la verdad es Guarumo, la encuestadora que fundara Víctor Muñoz, que hizo pasar a Duque del 1% al 8% y después al 16% y cuyo fundador, obviamente terminó trabajando en la Casa de Nariño como consejero, adivinen de quién: De Duque, obviamente.
De modo que el golpe blando puede incluir una baja de popularidad del presidente más allá de la realidad.
Lo único que nos salva de la manipulación de las encuestadoras es que cuando se les va la mano en tergiversar los resultados, pierden tanto su credibilidad que deben pagar un alto costo/castigo en términos de Good Will (buen nombre) que es un activo fundamental para cualquier compañía. Por eso, después de errar, ya sea a propósito o por baja calidad de la recolección de las muestras y su consiguiente tabulación, ellas se esmeran en acertar un par de veces para no desaparecer.
Es que para manipular una encuesta, ni siquiera hace falta adulterar los resultados. Con manipular el número de muestras basta. Con adulterar la cantidad de muestras por sexo, estrato o población equivalente en uno o varios lugares geográficos, es suficiente. Con solo formular las preguntas de manera inductiva o tendenciosa, lo consiguen. Y es lo que a veces hacen.
Recuerdo, por ejemplo, que cuando Rodolfo Hernández se disparó en popularidad una encuestadora recogió más muestras en Santander, su tierra, que en Bogotá, uno de los bastiones electorales de Petro, cuando, claramente Bogotá tiene tres o cuatro veces más habitantes que ese departamento.
En la más reciente encuesta que midió la impopularidad de la Reforma de la Salud, la muestra no obedece a la realidad. El 46% de los encuestados son hombres y el 54% mujeres, cuando claramente en el hogar la mujer es la que lleva la batuta en el cuidado.
Además, en el segmento que más le cree a Petro, la juventud, solo recogen el 9% de las muestras mientras que a los mayores de 65% los encuestan en un 17%, aun cuando la pirámide poblacional que adjunto, advierte que hay más jóvenes que viejos en Colombia (ver gráfica).
Además, la pregunta principal es perversa: “¿Estaría de acuerdo en eliminar su EPS?”
¿Quién carajos va a estar de acuerdo en que le quiten la EPS que asocia a su salud?
Obviamente el resultado fue 76% no está de acuerdo y 24% sí.
Creen que si la pregunta hubiese sido sensata, por ejemplo: ¿Estaría de acuerdo en cambiar su EPS por un sistema estatal de salud, el resultado habría sido el mismo?. Claramente, no.
Por eso, antes de mirar una encuesta, el presidente Petro mira primero la ficha técnica. Si es una encuesta telefónica tiene menos posibilidades de acertar porque en los territorios olvidados, esos donde su popularidad está por encima del 70%, la gente no tiene teléfono. Observa mucho el número de muestras recolectadas en cada ciudad de acuerdo con la composición poblacional que arrojan las estadísticas del DANE. Ahí está la clave, me dice. Porque si se sabe que Petro es débil en Antioquia, el Eje cafetero y los Santanderes, y de allí proviene una cifra exagerada de muestras, esa encuesta va arrojar un resultado equivocado.
Por eso toma las encuestas con beneficio de inventario. Sabe que las encuestadoras del establecimiento no van a escatimar esfuerzos por sacarle jugo al margen de error, al rango percentil, a la recolección de muestras sin el debido rigor demográfico. Por eso prefiere las encuestas propias. Esas no engañan. Inflarlas, es como ir al médico y pedirle que no te diagnostique nada grave.
Para la encuesta que mida nuestras posibilidades a la alcaldía de Bogotá, contrataremos la misma encuestadora que predijo con exactitud el número de curules que obtuvimos para la Cámara de Representantes por Bogotá.
El presidente me acompañó a la puerta. Después de bajar por una escaleras de iluminación indirecta y pasar por un par de patios, antes de la despedida ya casi a la entrada, nos topamos con un frondoso árbol de caucho mágicamente iluminado. Su melena abarca lo ancho y lo largo de toda la plazoleta y su tronco no se debería poder abrazar entre una docena de personas con los brazos extendidos.
—Por ese árbol me gusta venir acá, —me dijo con un dejo de tristeza y nos despedimos.
Dos días después regresaba a Europa. No a llevarles saludos a los reyes y a los presidentes sino a conseguir inversión extranjera y recursos para que millones de árboles como ese, que habitan la Amazonía y que catalizan el CO2 del planeta, jamás desaparezcan.
Gustavo, gracias infinitas por su columna: una muestra más de su talento para escribir, analizar, contextualizar y enseñar. Se le quiere y admira. 🙂
Excelente columna..Muy descriptiva y cálida
Mis hermanos y yo todos somos mayores de 60 años y votamos y apoyamos el gobierno del cambio. Le creemos a Petro y estamos con el. Aunque desafortunadamente hay mucha gente totalmente desinformada porque se dedican a ver RCN, Caracol, leen el Tiempo y Semana.
Urgente tener una excelente politica de comunicación, por ejemplo: Las Mañaneras de AMLO
Cómo me gusta leerte Gustavo Bolívar, tanto como escuchar a Gustavo Petro! Me encanta que sean amigos entre sí y amantes del pueblo colombiano. Soy mayor de 72 años pero no me ofenden tus afirmaciones sobre el miedo al cambio. Vivo rodeada de esas personas que ni siquiera se animan a escuchar algún argumento, por temor a que los lleguen a convencer.
Lo horrible es que también haya jóvenes con esa mentalidad!
Petro y Bolivar dos personas del pueblo luchadores y honesto, por eso los que siempre han tomado y dilapidado los recursos de los Colombianos los odian y tratan de desprestigiar, pero nosotros los colombianos que hemos luchado por nuestra formación y la de los hijos estamos con ellos
Yo creo en Petro me parece un hombre muy inteligente y soy de los 50 años y más , el problema es el odio que le han puesto a los Colombianos en sus 💓 de adultos.