viernes, diciembre 13

Médicos cubanos nos invaden parte III

Crónica escrita a cuatro manos por: Urías Velásquez /twitter: @UriasV y Nicolás Maldonado /twitter: @DrNickolaz

Médicos Cubanos nos Invaden (Parte III de III)

Al finalizar el curso premédico de tres meses, dos circunstancias importantes sucedieron: primero, me otorgaron una visa de residencia temporal que me hacía prácticamente cubano y me permitía ir a donde quisiera sin restricción o supervisión y, lo mejor, disfrutando de todos los descuentos que se aplica a los estudiantes. De tal manera que, a partir de ese momento, los atractivos turísticos estaban a mi alcance y pagando precios verdaderamente módicos: en ocasiones hasta cuarenta veces menos que lo que pagan los turistas, para que se hagan una idea: por entrar al Museo del Capitolio, un cubano o un estudiante visado paga cinco pesos cubanos (unos quinientos pesos colombianos), mientras que un turista paga cinco dólares (unos veinte mil pesos colombianos).

La primera salida sin supervisión fue muy emocionante, yo todavía la recuerdo, no estaba solo sino que iba con otros compañeros estudiantes: Camilo de Bogotá, Yudith Liseth y Tania González de Manizales con quien el gusto por la música nos unió desde el comienzo y por los siguientes cinco años.

Tan pronto nos dejó el bus en la calle obispo de la Habana caminamos derecho hasta llegar al corazón de la plaza de armas. Una vez ahí, directo a la primera pastelería que vimos abierta: a comer los famosos brazos de reina del lugar. Después de estar satisfechos, reanudamos la caminata, esta vez hacia el malecón y allí buscar un bar: el calor nos hacía desear intensamente una cerveza Bucanero helada mientras probábamos un tabaco popular de esos que consumen rutinariamente los cubanos de verdad y que no cuestan más de un peso. ¡Ah que maravilla! Todavía puedo ver y oir el murmullo de bienvenida que nos tributó el mar que feliz arremetía contra la arena y las turistas desprevenidas.

La segunda circunstancia importante después del premédico fue la definición de la facultad donde estudiaría la carrera. Me asignaron la provincia de Cienfuegos. Nada menos y nada más que la hermosa Perla del Sur, un verdadero paraíso tropical al que los turistas, tanto nacionales como extranjeros, siempre deseaban ir. Además, la ciudad de Los Elefantes, el mejor equipo de beisbol del país donde el beisbol es el deporte nacional. (Jajajaja, ¡Ojalá que no me estén leyendo los seguidores de Los Industriales).

En Cienfuegos llegamos a una escuela rural modificada, que como todas las escuelas cubanas tiene nombres de héroes bien sean nacionales o latinoamericanos, llamada Federico Fernández Cavada en homenaje al prócer revolucionario de esa ciudad que luchó en la Guerra Grande o Guerra de los Diez Años entre 1868-1878 y que fue la primera de las tres guerras cubanas de independencia contra las fuerzas coloniales españolas.

El lugar básicamente constaba de dos edificios de dormitorios, un comedor central, un área deportiva, una biblioteca siete por veinticuatro y varias aulas, todas con aire acondicionado, infraestructura de video conferencia y quince computadoras en red conectadas a las bases de datos académicos tanto de Cuba como del resto del mundo. También había un servidor dedicado para el correo institucional. Y mucho, mucho, mucho café que bebíamos no por tazas sino por litros y el que poco a poco aprendí a consumir al estilo cubano: con chicharos.

En Cuba las carreras de salud son reglamentadas por el ministerio de salud, mientras que el resto de los estudios se rigen por el ministerio de educación. Esto garantiza, por un lado, que la salud no se convierta en un negocio y, por otro lado, que exista coordinación de los estudios con las necesidades de salud de la población. Así que, además de los dos bloques académicos es mandatorio hacer prácticas comunitarias que varían según el tema que se esté afrontando. Por ejemplo, si se está estudiando las visitas domiciliarias entonces se deben realizar visitas a las comunidades. Eso sí, todos los costos, entre esos los de trasporte, están cubiertos por el programa. Por supuesto, el volumen de estudio y trabajo por momentos se convierte en algo abrumador.

En todo caso el trabajo con las comunidades me permitió conocer al cubano de verdad, a ese que los noticieros y los periodistas colombianos al servicio del régimen que nos tiene sumidos en la pobreza y en la falta de oportunidades no bajan de indigente, resentido, comunista, y desesperado limosnero que noche y día espera en las costas de la isla a que “el gobierno de los barbudos” se descuide para emigrar a la Florida amontonados en una balsa que sí o sí naufragará exactamente a cien metros de la costa estadounidense.

Pero no hay tal, los cubanos, en general, son:

—un pueblo muy instruido pues todos, absolutamente todos, por lo menos han terminado el bachillerato que incluye en los últimos tres años una formación vocacional que de no querer seguir estudiando les alcanza para ejercer tareas técnicas y tecnológicas.

—un pueblo con valores, conocedor de su historia, orgulloso de su raza, y sumamente digno, “Cuba no se vende”, te dicen.

—un pueblo al extremo hospitalario, conversador, creativo y, por sobre todo, sumamente solidario: lo comparten todo, en su ADN está implícita el respeto y el bienestar del otro: llegas a una casa cuando están comiendo y literalmente se sacan el bocado de la boca y redistribuyen los alimentos entre todos los presentes.

—un pueblo sumamente alegre que es capaz de “ponerle cara amable al pan duro”

En el tercer año de la carrera nos trasladaron a la ciudad de Las Tunas, a una escuela más grande, diez minutos a pie del Hospital Universitario “Ernesto Guevara”. A partir de este punto la educación se administró por completo en el hospital. En las mañanas se participaba de los pases de visita en las rotaciones que se fueran teniendo, y en las tardes se recibían conferencias. Además de eso, se tenía asignado tiempo en los servicios de urgencias una vez por semana, de 4 pm a 8 am. Y, adicional a esta actividad académica, cada quien se podía ofrecer como voluntario para estudiar con mayor profundidad la especialidad que deseara. Yo, por ejemplo, hice ayudantías en cirugía durante todo mi ciclo clínico de pregrado.

Aparte de la vida académica, las facultades de medicina fomentan mucho que los estudiantes se vinculen en actividades extraacadémicas. Fue por eso que junto con mis amigos formamos una banda de thrash/death metal. Y tuvimos tanto éxito que con la ayuda un amigo cubano y la AHS –Asociación Hermanos Saiz- llegamos a presentarnos en el festival nacional 🤘😈🎸: El Rock de La Loma, en la ciudad de Bayamo, provincia de Granma.

Gracias a mi abundancia de escasez económica la mayoría de las vacaciones académicas no pude retornar a Colombia así que las pasé en Cuba. Pero fueron fructíferas en extremo pues aproveché para conocer todos y cada uno de los rincones de la isla. Y eso me ayudó meterme en las entrañas del cubano, de su historia, de su vida, de su manera de concebir al mundo:

Los cubanos –como ya dije- son solidarios así que mochila al hombro me fui a “pedir botella” –así le dicen allá a pedir un aventón, a “echar dedo”. Y tuve tanta suerte que en los diversos y abundantes eventos culturales que se hacen a diario pude ver en concierto en vivo a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Mercedes Sosa, Piero, la Charanga Habanera, incontables reggaetoneros y además algunos grupos internacionales como Sepultura y Audioslave.

Fue durante estos periplos que muchas cosas sobre Cuba se me metieron en el alma y me marcaron profundamente:

—La educación universal y gratuita en todos los niveles, léase bien, en todos los niveles, así que quien quiere estudiar hasta ser profesional, tener postgrados o doctorados los puede hacer con un adicional: los estudios universitarios se hacen en instituciones  que cuentan con residencias estudiantiles. Y el gobierno provee todo lo necesario. Una educación que, por lo demás, busca el desarrollo individual y al mismo tiempo la productividad. El estudio secundario se divide en diferentes preparatorias según las aptitudes de los estudiantes: Hay pre de arte, de medicina, de matemáticas, de educación, de servicios, etc. Esto permite que los profesionales no solo tengan vocación, sino que ya tengan una base de conocimiento sobre su profesión. Excelencia en la formación garantiza profesionales competentes.

—El sistema de salud está diseñado para mantener la salud y prevenir la enfermedad, lo que permite una distribución eficiente de los recursos para la atención de niveles más complejos. Todos los médicos son especializados. Los médicos que atienden en la comunidad son familiares, y hay un consultorio en cada barrio. En los barrios grandes hay varios consultorios. La idea es tener un médico por cada dos mil personas. Hay consultorios más densamente poblados y otros con menos, según su distribución geográfica. Estos consultorios en la comunidad están dirigidos por un policlínico, que es un puesto de salud con lo mínimo para atender una urgencia vital y estabilizarla si necesita atención de mayor complejidad. Algunos tienen salas de parto. Los policlínicos le rinden cuentas a la dirección municipal de salud pública, que puede o no tener un hospital de primer nivel, según el tamaño del municipio. Todo está diseñado para tener una respuesta rápida y eficiente.

—la renta básica universal. A todos los ciudadanos cubanos y a los extranjeros residentes se les entrega mensualmente un mínimo de abastos para su casa: arroz, aceite, sal, granos, carnes, leche, y según la composición familiar algunos adicionales como lo necesario para la dieta de diabéticos y demás. Los salarios son muy bajos si los comparamos con los colombianos, pero las cosas son absurdamente baratas y el estudio y la salud –como ya se dijo- son gratis y los medicamentos que no se entregan de forma gratuita tienen unos precios risibles.

Ahora bien, no voy a negar que vi cosas feas en Cuba. Abusos policiales –claro, cientos de veces en menor grado que los que suceden en Colombia-, corrupción política –millones de veces menor que hay en Colombia-, contrabando, prostitución –mucho menos caótica y relacionada con el narcotráfico como la que tenemos en Colombia- , delincuencia común –en un grado ínfimo comparado con el que se da en Colombia-, gente que abusa del estado, en ocasiones viví desabastecimiento de alimentos, de ropa, de aseo –claro, jamás al nivel de morir de hambre o tener que andar desnudo como si sucede a millones de compatriotas en Colombia-, hasta viví escasez de cerveza –esa sí nunca se da en Colombia-. Pero a pesar de las dificultades en el transporte, o que se fuera la luz a veces, la impresión general que me llevé es que su vida es mucho mejor que la nuestra, a pesar de toda la propaganda negativa que sobre ellos nos hacen los RCN, CARACOL, RED+, BluRadio, Semana, El Tiempo, entre otros.

Sí amigos, Cuba es un país pobre pero no por sus gentes o su gobierno sino por el bloqueo gringo a su economía y su espectro electromagnético que ya sobrepasa los 60 años, un bloqueo inhumano que les provoca infinitas dificultades, un bloqueo que tiene un origen claro y cierto: el que los cubanos se hubieran opuesto a que los norteamericanos: republicanos y demócratas, convirtieran a la isla en el prostíbulo más grande sobre la tierra.

Un bloqueo frente al cual Cuba se las ingenia para salir adelante, creando las industrias que los autoabastecen, desarrollando soluciones tecnológicas propias, cultivando la tierra con sus propios métodos, exportando tecnologías en salud y, finalmente, compartiendo con otros necesitados del mundo sus ya muy famosos y reputados profesionales médicos.

El 20 de julio de 2012 en ceremonia oficial número 6 de las promociones de la ELAM, yo, un humilde colombiano con sueños, me convertí en médico y en mientras caminaba a recibir el diploma en mi lo profundo de mi alma recordé a todas y cada uno de las personas que hicieron posible semejante milagro: a mi mamá primero, claro, a su persistencia, a sus ganas de que algún día pudiéramos mejorar nuestras condiciones de vida, a mi hermano que me permitió vender sus artesanías en las calles de la costa caribe colombiana, a mi hermana Sarita que no podía hablar de la emoción que le producía el hecho de ver a su hermano progresando, a su exnovio y su señora madre que me llevaron los formularios de la convocatoria, a Colombina que corría y despertaba al barrio con lágrimas en los ojos por la alegría que sentía por la beca que me habían otorgado, a las gentes de Turbaco y en especial a los vecinos del barrio Bellavista, a los funcionarios de la embajada de Cuba en Colombia que hicieron posible la oportunidad, a mis amigos José Daniel y Jenny Angélica que estuvieron siempre a mi lado, y a mis otros compañeros de estudio que tanto me ayudaron y soportaron en las madrugadas los lamentos de heavy metal de una guitarra desenfrenada que al contacto con mis dedos enloquecía, al gobierno cubano que estableció las becas, pero, por sobre todo, al pueblo cubano que me acogió, me amó, me alimentó y me dio la formación que hoy me permite en un barrio pobre bogotano cuidar de la salud de esas personas que aquel día, en ese baño, imagine que abrazaría en mis manos y les diría al oído: de esta salimos, de esta nos curamos, porque hay un mundo más allá, un mundo de hermanos y de solidaridad donde todos, absolutamente todos podremos desarrollar nuestros sueños.

Fin.

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