Por Julián Gallo, Senador de la República /twitter: @JGalloComunes
Lo que significa la expresión NINI ya el maestro Eduardo Galeano lo dijo cuándo maravillosamente escribió: “Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean”.
Sin embargo, no fue sino hasta después de la publicación del informe Reducir la brecha: nuevas oportunidades para los jóvenes de 16 a 18 años que no están en la educación, el empleo o la formación, presentado al Parlamento por el Primer Ministro del Reino Unido en 1999 que el término NINI, para identificar a los y las jóvenes que NI estudian NI trabajan, se popularizó, en parte por que resume muy bien la problemática a la que se refiere, pero también porque el número de los NINI crece exorbitantemente en la gran mayoría de los países.
En el caso de Colombia, por ejemplo, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en el año 2019 hubo 2,7 millones de jóvenes NINI. Y como resultado de la pandemia de Covid-19, otros 500.000 se agregarán a la cifra en el 2020. Esto permite inferir que para lo corrido de este año 2021 puede haber alrededor de casi 2,8 millones de jóvenes NINI en el país. Siendo las mujeres jóvenes las más afectadas, pues una de cada tres mujeres, entre 18 y 28 años, es NINI.
Pero los NINI no son una generación espontánea que aparece de la nada y por gusto, muy por el contrario, los y las jóvenes luchan tenazmente por no caer en esa categoría de los que NI estudian NI trabajan, lo que pasa es que la realidad dura los acorrala y los empuja.
En un reciente estudio realizado por el Laboratorio de Economía de la Universidad Javeriana se señala que cerca de 2 millones de colombianos, entre 17 y 21 años, están por fuera de la cobertura de la educación superior, lo anterior responde a dos problemáticas importantes: el problema de acceso a la educación y la dificultad de permanencia en la misma.
En cuanto al acceso existen limitantes derivadas del territorio en el que habitan los y las jóvenes, no siendo igual en las zonas urbanas (ciudades capitales) que en las zonas rurales apartadas de la mirada institucional; entre otros factores, por el estrato socioeconómico, la infraestructura, la conectividad y la oferta institucional limitada en cupos para la educación pública en todos los niveles: básica, secundaria y superior. Para ejemplificar esta situación es relevante mencionar que solo el 10% de los jóvenes de estrato 1 en el país llega a la Universidad.
En relación con la permanencia, las cifras no son más alentadoras, dado que de los y las jóvenes que abandonan sus estudios el 49,3% lo hacen debido a la falta de recursos económicos. Más aun, de acuerdo con el análisis realizado por la Fundación española SM que se dedica a construir y desarrollar proyectos educativos y la Universidad Javeriana, de los y las jóvenes que dejan sus estudios el 19,9% lo hace porque necesita trabajar para costear sus gastos y los de sus familias; es decir, se tiene que escoger entre comer o estudiar.
Nada mejor ocurre con las oportunidades laborales, para la juventud, En Colombia, la tasa de desempleo para el trimestre mayo – julio del 2020 fue de 29,7%, lo que significó un aumento de 12,2 puntos porcentuales frente al mismo trimestre del año 2019. Cifra aún más preocupante para las mujeres cuya tasa de desempleo se ubicó en el 37,7%, estableciéndose una brecha de 13,6 puntos porcentuales con relación a la de los hombres que fue del 24,1%.
A lo anterior habría que agregar que, en cuanto al salario, los y las jóvenes ganan en promedio 390.436 pesos menos que las personas entre los 29 y 54 años. Siendo las ramas donde trabajan aquellas en que la mano de obra no cuenta con las garantías laborales mínimas, por ejemplo, comercio y reparación de vehículos, agricultura, ganadería, caza y pesca y las industrias manufactureras, entre otras.
El estallido social y el malestar de los NINI
Sin duda, la falta de educación pública, gratuita y de calidad, aunada a las casi inexistente alternativas de trabajo digno fueron dos de las causas fundamentales que llevaron a los “NINI” a volcarse masivamente a las calles y protestar en lo que va corrido del mandato de Iván Duque.
Lamentablemente este clamor fue negado y acallado por los partidos de gobierno en el Congreso de la República que hundieron sin reparos proyectos tan importantes como el de matrícula cero, al que calificaron de “costoso” para la economía del país, el de empleo digno, o el de la renta básica. Proyectos todos que de aprobarse hubieran posibilitado el camino para la superación del estado actual de pobreza, exclusión y falta de oportunidades que sufren los NINI y tantos otros millones de colombianos más.
¿Qué hacer frente a esta realidad?
Superar estas realidades de exclusión, segregación, falta de oportunidades y el no reconocimiento de los y las jóvenes NINI como sujetos de derechos requiere de un cambio estructural. Cambio que, por suerte, está en gran medida en las manos de los y las jóvenes: alrededor de 12 millones, entre ellos y ellas –como no- los NINI.
En ese sentido, las elecciones de marzo para elegir nuevo congreso y las de mayo y junio para escoger el próximo presidente de la nación son una oportunidad sin igual para que con nuestro voto retiremos del poder a los sectores que por más de 200 años han gobernado en beneficio únicamente de sus intereses, desconociendo incluso las necesidades básicas de la inmensa mayoría del pueblo colombiano.
El mensaje pues es inscribir la cédula y salir a votar con la misma decisión y alegría con la que los NINI –y los y las jóvenes en general- salieron a inundar las calles del país exigiendo, entre otros, sus legítimos derechos a la educación y el empleo, derechos amparados en la Constitución Nacional y previstos y tratados ampliamente en el Acuerdo de Paz.