por: Daniel Rojas Medellín
Leí en un texto de Luciana Cadahia una descripción muy acertada del rol que han ejercido los líderes del auto denominado “centro“ político tanto en Colombia como en Latinoamérica. El objetivo común de estas expresiones, según Luciana, es el de deslegitimar cualquier expresión progresista para coadyuvar la implementación de un sentido de lo popular totalmente reaccionario, esa pretensión del centro ha contribuído a la aparición de una suerte de fascismo tropical. En concordancia, a los colombianos de centro me atrevo a denominarles: los fachiverdes.
¿Por qué una fuerza que se declara antiuribista busca con desespero oponerse a la constitución de un campo popular donde las ideas progresistas se instalen para lograr cambios estructurales? La respuesta la dio hace ya varios años Margaret Thatcher, la más destacada precursora del neoliberalismo. Cuando se le preguntó por su logro más importante la dama de hierro contestó: Tony Blair y el nuevo laborismo. Es decir, la expresión británica de lo que acá llamamos el “Centro“.
¡Claro!, había logrado que sus ideas se perpetuaran en gobiernos aparentemente distintos, sabía que su proyecto político, social y económico se mantenía vigente en discursos trapaceros, se burlaba de la sociedad británica.
Chantal Mouffe, en un texto maravilloso, nos recuerda que el nuevo laborismo fue presentado como una tercera vía que estaba más allá de la polarización entre la izquierda y la derecha ¿Les suena parecido? la tercera vía celebró un consenso de centro en el cual se suponía superado el antagonismo entre oprimidos y opresores, condición clave para la consolidación de la hegemonía neoliberal de finales del S.XX.
Esa consolidación estuvo por supuesto acompasada por algunos cambios discursivos, mientras el Thatcherismo combinaba posturas abiertamente conservadoras y reaccionarias con prácticas neoliberales, la tercera vía le otorgó al neoliberalismo la posibilidad de alejarse de esas posturas, así la sociedad sentía que había dejado atrás el vergonzoso periodo de ultra derecha para transitar hacia un mundo moderno que permitía ciertas libertades sociales evitando caer en la tentativa monstruosa del comunismo.
Gramsci, según Mouffe, denominó a esta situación “Hegemonía por neutralización“ o “revolución pasiva“ momento en el que el fundamentalismo de mercado se apropia de las demandas que, organizadas bajo un sujeto común pueden poner en riesgo el orden hegemónico para fingir satisfacerlas y así quitarles su poder transformador, para ello requiere aparentar un discurso progresista y barnizar las políticas económicas de sus periodos de gobierno con matices democráticos que neutralicen el descontento social.
Bajo ese engaño la socialdemocracia europea llevó al continente a la peor crisis económica que jamás haya vivido.
Si Tatcher viviera y fuera colombiana estaría orgullosa de los fachiverdes, estos líderes y lideresas de centro que copian al pie de la letra el recetario de la tercera vía con su discurso antipolarizador, montando en sus bicicletas, andando en tenis y construyendo peroratas sobre rentas básicas y reformas tributarias progresivas, engañando a incautos, animando el miedo al castrochavismo al tiempo que fortalecen desde sus roles de gobernantes o de parlamentarios los intereses de poderosos oligopolios asociados al sistema financiero como el Grupo Empresarial Antioqueño.
Basta con escuchar a Claudia López en su periodo parlamentario e incluso, como candidata a la alcaldía de Bogotá presentarse como una luchadora contra la corrupción, alzar una voz feminista o prometer ante la comunidad detener el nocivo negocio de los transmilenios por la avenida 68 y compararla con su periodo como gobernante. En menos de un año no solo introdujo el sistema más perverso que haya conocido ciudad alguna por la avenida 68 sino que lo hizo además endeudándonos; en plena pandemia ha hecho uso de la fuerza pública para desalojar a las familias más pobres y vulnerables, mujeres indígenas han visto pisotear sus derechos e incluso, contrató a una empresa española acusada de corrupción en su país de origen para demoler un hospital público.
Lo anterior es sólo una pequeña descripcion de la ideología que conduce el gobierno de Claudia López, el centro gobernando se ha inclinado tanto hacia la extrema derecha que incluso ante el avance de la inseguridad en la ciudad, la alcaldesa ha hecho declaraciones xenófobas otorgando la calidad de delincuentes a unos ciudadanos expulsados de Venezuela por la crítica situación, del mismo modo que hace Trump con los latinos y que le ha concedido una masa nada despreciable de apoyo entre los norteamericanos coadyuvando a darle un sentido reaccionario a lo popular.
Esa es la razón fundamental por la cual los fachiverdes ponen vetos para enfrentar la próxima campaña presidencial, la figura de Gustavo Petro pone en riesgo al actual orden hegemónico porque su movimiento, la Colombia Humana, plantea un sentido de lo popular profundamente democrático y eso perjudica los intereses corporativos defendidos por el centro, por lo cual, una alternativa como la que representa Petro se convierte en un objetivo a neutralizar, para desactivar su poder transformador.
Así es como la Hegemonía por neutralización resulta ser la estrategia del neoliberalismo para mantenerse en el poder después del fracaso de su versión más reaccionaria, ya nos lo advirtió el filósofo italiano hace 100 años, por lo tanto, no es momento para creer en los fachiverdes, avistadores de ballenas, embaucadores de centro. Si nos decidimos podemos transformar el país en un pacto popular donde las y los excluidos tengan otra oportunidad sobre la tierra; como dijo el primer mártir del neoliberalismo: ¡La historia es nuestra y la hacen los pueblos!