Por Sebastian Sora / Twitter: @Sorajuan
¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Isaías 58: 6-7
Llega navidad, en medio de una crisis social sumamente preocupante para nuestro país. No solo por la pandemia que deja un poco más de cuarenta mil muertes, sino por la guerra que se vive en Nariño, Putumayo, Cauca, Bajo Cauca Antioqueño, Arauca, Caldas, Chocó y otros departamentos, en donde grupos armados de todas las posiciones hacen presencia y se disputan el territorio, las rutas del narcotráfico y la minería, dejando el vacío en sus territorios de más de 280 líderes sociales asesinados y de otros 240 firmantes de la paz. Además, según expertos[1] un 50% de la población podría haber caído en la pobreza, aumentó el desempleo y la desigualdad y que al contrario el 20% más rico acrecentaron su ganancia.[2] Como si no fuera poco, la violencia intrafamiliar creció revelando un sistema cultural, llamado patriarcado, que asesina y roba vida digna, principalmente, de las mujeres.
En medio de todo esto, llega navidad, la festividad más importante de occidente y por supuesto, de la cristiandad. Navidad significa la llegada del mesías, la salvación encarnada, las promesas de Dios sobre paz y cuidado hechas realidad. Sin duda, navidad llega en un momento oportuno, en el que más lo necesitamos, permitiéndonos renovar la esperanza, pensar de nuevo en lo bueno de la vida, y en la posibilidad de un futuro mejor.
Llega navidad, y con ella las reflexiones familiares e individuales alrededor de Jesús, su mensaje y enseñanza. Más allá de si fue un personaje histórico, una metáfora, un mito, o un movimiento, estas festividades nos permiten cavilar sobre lo que significa Emanuel, es decir, tener a Dios con nosotros. Es pertinente traer a estos pensamientos, un diálogo familiar sobre lo que significa la salvación para nuestro país.
Algunos pensaran que eso es traer política a una cena navideña, por supuesto, tienen razón. Se trata de politizar la navidad, pues la política no es un asunto de los políticos, sino de cómo construir un buen vivir para las mayorías, para nosotros, esa es la política de la gente. Por el contrario, aquella que solo busca contratos y ganancias monetarias es la política de los corruptos, de los señores de la muerte. La política nuestra, es la que construye alternativas para que las promesas de paz, cuidado y prosperidad nazcan en este pesebre llamado Colombia.
Llega navidad y aún con pandemia las familias suelen encontrarse, así sea de manera virtual, y entablar un diálogo. La propuesta es sencilla: aprovechemos el diálogo navideño, alrededor de la esperanza y paz para entablar una conversación sobre lo que se requiere para construir una alternativa, dicho en términos más políticos, sirvámonos de la cena navideña para hablar del programa, que retomando la tradición cristiana de la navidad tiene asiento en las promesas mesiánicas, expresadas en textos como el de Isaías 58.
En la poética del profeta Isaías la cristiandad ha encontrado la promesa de salvación, la utopía de un mundo en el que “Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan. Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar”.[3] Sin embargo, dicha promesa se cumple solo al resarcir los daños causados por la injusticia social, la cual en nuestros días se ve expresada en el desempleo, las violencias contra las mujeres, la desigualdad, la guerra, el asesinato a líderes sociales y firmantes de la paz, entre otras muchas expresiones de la iniquidad social.
La denuncia del profeta en aquel entonces era contra el maltrato a los trabajadores “He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores.”[4] Por lo tanto la promesa de paz para nuestro país solo llegará el día en que el salario mínimo alcance para la canasta familiar, la salud sea digna y de acceso universal, los hijos de los trabajadores puedan acceder a educación de calidad; para ello es necesario una reforma laboral que propicie la formalización del empleo dando garantías de vida digna, en tal sentido el Estado debe dar ejemplo y renunciar a tanta OPS, en otras palabras abandonar el modelo estatal del neoliberalismo o nueva gestión pública, que no es otra cosa que una planta de personal paralela que se usa con fines politiqueros y corruptos. Trabajo formal bajo la modalidad de carrera administrativa sería un gran paso en la liberación de la opresión que sufren por culpa del Estado los trabajadores en Colombia.
Este es solo uno de los temas que se pueden proponer en ese diálogo familiar —y como no quiero extenderme más dejo la idea propuesta— pero hay muchos más y que son necesarios hacerlos. Se habla mucho de retornar al sentido de la navidad, pues bien, el Dios humanado vino a “traer buenas nuevas a los afligidos; para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros”[5], y no hay más espíritu original navideño que construir una alternativa que nos permita como país vivir en paz, con justicia social y vida digna.
Llega navidad, y muchas familias alrededor de la cena, los regalos, la música y sobre todo del diálogo, hacemos una oración llegadas las doce, les propongo hacerla para que las promesas de paz y buen vivir se hagan carne en nuestro país, por lo que invito hagamos esta oración menonita:
“Gracias Señor por el pan
y da pan a los que tienen hambre
y hambre de justicia a los que tenemos pan”
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- https://www.semana.com/economia/articulo/pobreza-en-colombia-estos-son-los-departamentos-mas-afectados/202026/ ↑
- Isaías 58:11,12 (RV1960) ↑
- Isaías 58: 3 (RV1960) ↑
- Isaías 61:1 ↑