Por Germán Navas Talero /@GNavasTalero y Pablo Ceballos Navas /@pceballosnavas
Hemos resuelto escribir en compañía, abuelo y nieto, no para copiarnos de los Danieles o de los Gustavos, sino que en nuestro caso uno tiene la idea y el otro se encarga de transcribirla.
Por allá en la década de los 50, hubo una famosa película de Cantinflas (Mario Moreno) titulada Caballero a la medida. ¿Por qué ese nombre? porque en esa época todas las sastrerías llevaban el letrero “traje a su medida”. Recordemos cómo, en la película de Cantinflas, él llevaba un cartel a la espalda que decía “soy feliz porque me viste Ortíz”.
Parece ahora que el Congreso tendrá que ocuparse de hacer leyes a la medida de todos, pues atérrense ciudadanos, según datos que recibimos, este 20 de julio del 2020 se habían presentado en Secretaría General de Cámara 310 proyectos de ley y 25 de actos legislativos o reformas constitucionales. De otra parte, en el Senado -según chismes de pasillo- había alrededor de 140 proyectos de ley y un número indeterminado de reformas constitucionales (no pudimos constatar el número exacto, ya que la Secretaría se encontraba cerrada). Palabras más palabras menos, nuestros sabios legisladores se ocuparán de tramitar y expedir por lo menos 400 leyes, si es que las estudian y si es que las aprueban.
Realmente los periodistas y los congresistas no han entendido que los Congresos no son exactamente fábricas de leyes o ensambladoras de reformas constitucionales. En Colombia el trabajo del legislador no se mide en la calidad de sus debates políticos sino en la cantidad de proyectos que presenta. De hecho, la primera pregunta que acostumbran a hacer los periodistas al iniciar la legislatura es “¿y qué proyectos de ley tiene usted para presentar?”, como si el número de proyectos le diera categoría al Congreso. Por el contrario, creemos que el número de proyectos que un congresista presenta está ligado a su falta de ocupación, pues primero deberían mirar si eso que proponen ya está en otro proyecto o ley o ha sido derogado previamente. Tan solo el año anterior se ordenó derogar a pupitrazo 10.000 leyes que, según el Ministerio de Justicia, no servían o ya no se usaban. Después nos enteramos que varias de estas tuvieron que ser borradas a la carrera de la propuesta del Ministerio ya que aún se requerían en el ordenamiento, es decir, sobraban 9.999.
Parece que nuestros congresistas olvidaron que las leyes deben responder a una necesidad legítima. Así mismo, tampoco recuerdan que la razón de ser de los Congresos en el mundo ha sido la de controlar políticamente al gobernante para evitar sus desmanes -así apareció en Grecia hace muchos pero muchos años-. Es más importante para una democracia un efectivo control político que una ensambladora de leyes como la que tenemos hoy.
En materia de reformas constitucionales, cuando se tiene oportunidad de conversar con congresistas de otros países estos se impresionan con la facilidad con la cual se ha cambiado la Constitución a partir de 1991. Si nos preguntan ahora ¿cuántas reformas se le han hecho a la carta política en los últimos años?, nuestra respuesta sería “un jurgo”. Por curiosidad averiguamos cuántas reformas ha sufrido la Constitución de Estados Unidos desde su expedición en 1787 hasta la fecha y conocimos que han sido tan solo 27 enmiendas (según consta en la Encyclopædia Britannica). No hay que olvidar también que la Constitución de Colombia es una de las más extensas del mundo, tiene 380 artículos y 67 más de carácter transitorio, lo cual nos da un total de 447 artículos.
En la universidad se nos enseña por parte de nuestros profesores que la razón de ser de una u otra disposición obedece a la “sabiduría del legislador”. Nos hemos puesto a buscar dónde está la sabiduría y no la hemos encontrado, a pesar de que la hemos buscado por todos los rincones del Congreso. La mayoría de las reformas presentadas este 20 de julio son improvisadas, al calor de un debate político o de un titular de prensa. Por ello, le queremos pedir al Congreso que sea serio, que presente proyectos de ley que no sean repetición de otros y que efectivamente sean útiles y proporcionales, y que las reformas a los Códigos -particularmente al Penal- no sean fruto de un traspiés personal, de una inquina contra alguien o simplemente del afán por buscar publicidad.
El profesor les diría “muchachos, ajuíciense, presenten proyectos serios y dejen de aplaudir al gobernante”. Lo último que recomienda el profesor tiene gran sentido, pues produce risa que los partidarios del gobierno le hagan debates de control político al mismo, para ensalzarlo, alabarlo y engañar a la sociedad. Los debates para aplaudir no son debates, son zalamería. Esperemos a ver cuántos de los 400 y tantos proyectos se convierten en leyes y también cómo quedará nuestra Constitución luego de 30 o 40 remiendos más. Como siempre, a sus órdenes para la crítica, porque para eso nos pidieron que escribiéramos esta columna.