domingo, noviembre 3

La Corte no sabe para dónde coger

Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Editor: Francisco Cristancho R.

No siempre quien habla mucho sabe de qué habla. Hay quienes anteponen el sonido de su voz al contenido de sus expresiones. 

En la mayoría de cuentos infantiles y en algunas malas novelas el relato comienza con la expresión “había una vez”. Hoy nos hemos propuesto, valiéndonos de dicha fórmula, hacer una descripción somera de nuestro estado de cosas en materia política. Sin más preámbulo, comencemos:

Había una vez un país en el que se probó imposible consolidar un estado democrático.Un país en el que se adoptó una Constitución moderna que precavió las dificultades en el ejercicio del poder público y dispuso procedimientos y responsabilidades para cada rama, y en el que, a la primera oportunidad, se consintió por un amplio sector de la opinión que los llamados a hacer cumplir la ley se separaran de esta y eludieran así una de sus funciones constitucionalmente establecidas, todo por tratarse del primer presidente de izquierda. Existió un país en el que una mayoría ha expresado sentirse insatisfecha, desprotegida o ignorada por el establecimiento político de derecha que rigió sin descanso hasta 2022, pero que ante la opción real y tangible de avanzar cambios profundos por vía de reformas prefirió asumir la postura de su otrora verdugo. En un rincón no muy lejano hubo un país en el que, con el concierto de los magistrados más letrados, se erigió como titular de la acción penal del Estado a una persona sindicada de favorecer, auxiliar y librar de procesos judiciales a contrabandistas y narcotraficantes, circunstancia que solo pudo ocurrir por la inercia de quienes prefieren vestir la toga para negociar puestos en lugar de para cumplir sus obligaciones. 

En ese mismo país hubo un presidente que no podía deletrear correctamente el nombre de la nación que gobernaba y que a la fecha se presenta –y algunos así lo perciben– como ‘conocedor del poder’ y ‘voz autorizada’ en los asuntos de Estado. Fue él quien nominó e hizo elegir en el cargo de fiscal general a su compañero de pupitre:un perfecto desconocido que había descollado en la medianía y cuyo perfil fue de todo el agrado para los magistrados de la Corte Suprema. Ese fiscal, admirado a la fecha por los togados, hizo y deshizo con el presupuesto de la entidad a su cargo: puso a disposición de sus perros a un par de sus casi cien escoltas, para lo cual también asignó un vehículo oficial; se llevó a una trabajadora de servicios generales de la Fiscalía a su casa; vació una sala de evidencias para guardar los zapatos de su señora esposa; ordenó encender los motores del avión destinado a asuntos propios del cargo para turistear con su familia en pleno confinamiento por el COVID y, como si fuera poco, a su salida se aseguró de no dejar peso sin gastar y ejecutó más de quinientos millones de pesos en el blindaje de unas cuantas ventanas de su domicilio particular, monto que a juicio del contralor general en funciones corresponde al valor ‘de mercado’, aunque no aclaró en cuál. ¿Mereció algún pronunciamiento de los señores magistrados de la Corte Suprema estos desfases? Ninguno. Pues, por lo visto, lo reprochable para algunos togados es la probidad. 

Cambiando de prosa, asistimos en diferido —mediante un video que así lo acredita— a la vagabundería del año por cuenta de un funcionario de la Fiscalía General de la Nación, quien presentándose en calidad de tal ingresa al despacho de la superintendente Cielo Rusinque y pretende de ella que firme un documento denominado “constancia”, en cuyo contenido se leía que se daba por enterada de una citación a diligencia de ampliación de denuncia en fecha previa a la del momento de su firma. Recordemos que la doctora Rusinque desmintió uno de los pronunciamientos de la Fiscalía, según el cual ella no se había presentado a la cita para extender su denuncia, de modo que, si hubiera sido una persona menos perspicaz, con su firma habría constituido prueba de la falsedad promovida por el ex fiscal Barbosa. Este es el más reciente entrampamiento del ente acusador que se resiste a abandonar las mañas del temible Néstor Humberto, aunque sí es cierto que la calidad en su ejecución desmejoró mucho durante el periodo de su sucesor. A todo señor todo honor.

Adenda: conocimos que le fue aceptada la renuncia a la ministra del Deporte por la pérdida de los Juegos Panamericanos a ser celebrados en Barranquilla. Al margen de la discusión sobre cronogramas, cumplimientos o incumplimientos, nos reconforta saber que por lo pronto no habrá material para un segundo tomo de La Costa Nostra

Adenda dos: para mal-gobernar no se precisa posgrado, bien de universidad colombiana o en alguna con nombre difícil de pronunciar. Al que le caiga el guante que se lo chante.

Qué tal esto: sorprendidos nos declaramos tras leer y constatar la información presentada por Alejo Vergel (@YoAlejoV) en su cuenta de X, que nos permitimos transcribir: “Felipe Zuleta Lleras, periodista de Blu Radio y columnista de El Espectador, exigió a los militares de Colombia que se levanten contra Petro y lleven a cabo un golpe de Estado”. 

La columna de Zuleta se titula “¿Cuál paz total?” y aún puede leerse en la página web de El Espectador. El extracto que llama a la insurrección se (mal) lee así: “los colombianos tenemos que hacer algo para detener a este exguerrillero amnistiado que 11 millones de insensatos llevaron a la Presidencia, y muy rápidamente, antes de que sea demasiado tarde. Las FF. MM. no pueden seguir arrodilladas, deben actuar conforme se los ordena la Constitución, que no contempló que el comandante en jefe fuera un demente, con desvaríos y desórdenes mentales. Es la hora de actuar y proteger la vida, honra y bienes de los colombianos, independientemente de las órdenes que den el enajenado presidente y el ministro de Defensa.”

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