viernes, diciembre 13

La Alemania de 1933 o la Bolivia del 2020

Por: Gustavo Petro

Un 27 de febrero de 1933 en Berlín, se quemaba el parlamento Alemán, por la acción de un individuo que acusaron de comunista: el holandes Marinus. El parlamento no cerró sus sesiones, donde había una mayoría relativa del partido NSDAP, llamado popularmente Nazi, que compartía los debates con el partido socialdemócrata, el liberal y el comunista.

Resultó, luego de décadas de investigación histórica, que el Reichstag no había sido quemado por Marinus, ni que Marinus era comunista, ni que los comunistas, entre ellos Dimitrov, el genial líder búlgaro que se enfrentó a Goering en el juicio durante horas, habían quemado el Reichstag, sino que este había sido quemado por las mismas SS que dirigía Goering. Los Nazis habían quemado el parlamento para destruir y desprestigiar la oposición al régimen que querían implementar.

El 15 de Marzo de 1933 se expidió la “Ley del Poder” aprobada por la inmensa mayoría del parlamento alemán, ya sin la bancada que había sido acusada del incendio, lo que le permitió a Hitler, el canciller, hacer leyes por decreto, sin la oposición. Se limitaron los derechos civiles de la ciudadanía, se retringió la libre expresión, se prohibió el Partido Comunista, que representaba el 16% de la sociedad, y se ilegalizó toda la oposición a Hitler.

Unos días después, decenas de miles de militantes comunistas y socialdemocratas fueron llevados a los primeros campos de concentración que se conocieron. Luego seguiría la comunidad judía, y comenzó una de las épocas más oscuras, bárbaras y violentas de la humanidad.

Esa historia que comenzó con la domesticación del parlamento por la bancada del NSDAP, incluyó su incendio y el silenciamiento violento de las bancadas de la oposición.

Recordé este rincón de la historia para comparar lo que allí sucedió con lo que sucede hoy en Colombia.

En Colombia, también existe el propósito de domesticar el Congreso de la República, disminuir su poder y silenciarlo. Los mismos objetivos de la quema del Reichstag son los que se han colocado como objetivos del Uribismo y el clan Char hoy.

El Congreso de Colombia ha sido literalmente anulado, los derechos de la oposición han sido restringidos, los derechos civiles, han sido recortados a partir de masacres y del crimen aleve de funcionarios del Estado disparando directamente contra manifestantes desarmados.

No es sino observar las miradas y escuchar las palabras de los voceros del uribismo en el Congreso para reencontrar los mismos argumentos, las mismas actitudes, los mismos odios, de la bancada del NSDAP alemán. Es el rencor virulento de la palabra, es el odio en la mirada cuando se dirigen a cualquier representante de la oposición. No pueden comprender las ideas, no puedan examinar los argumentos, solo repiten el mismo discurso pasional e ignorante, del odio. Un discurso que oculta la fata de las ideas con las groserías.

Para la bancada uribista, los miembros de la oposición, asi lo hacen ver, son los aliados del narco, los aliados de la violencia: pero como sucedió con el incendio del Reichstag, cualquier investigación seria mostraría que esas relaciones incestuosas con el narco y la violencia están precisamente del lado de quienes manejan hoy, a su antojo, el Congreso de la República. Dicen que la oposición quema el país pero son ellos los que están quemando el país.

La comparación histórica entre el Reichstag de 1933 y el parlamento colombiano de hoy no es solo un problema de miradas y palabras. Va mucho más allá. En Alemania fue el preludio de una dictadura, en Colombia también.

Cuando Char cierra de nuevo el Congreso, con la excusa del virus, conduciendolo a una silenciosa virtualidad, está repitiendo los pasos que se dieron en el Reichstag y con los mismos objetivos. Alguien nos dirá que no es precisamente un semita el que podría seguir los pasos de un antisemita como Hitler. Pero esas son las paradojas de la historia de Colombia.

Cuando se silencian los parlamentos es porque vienen las dictaduras.

Algunos aún creen que estamos viviendo en democracia. En una democracia no hay masacres sistemáticas. En una democracia no se construye una de las sociedades más desiguales del mundo, en una democracia no se degrada a una sociedad en la ignorancia académica, en una democracia no mueren asesinados centenares de líderes sociales, no se exterminan partidos políticos completos, ni se descuartizan miles de seres humanos en fosas comunes, ni se asesina miles de jovencitos para ser presentados falsamente como guerrilleros dados de baja. Eso solo se produce en regímenes como los que se gestaron desde el engaño en la Alemania de 1933.

No solo no vivimos en una democracia, sino que hay que defender lo poco que queda de ella, la constitución de 1991, y volverla una realidad. La lucha de hoy es una lucha por la democracia.

A nosotros nos sindican de extremistas por plantear construir una democracia real en Colombia. Quienes nos califican como los Marinus de 1933, son los que instrumentan una acusación para legitimar el oscuro camino de Colombia hacia una dictadura real y bárbara.

Quienes creen que la idea de dividir el campo democrático para construir un centro que no se contamine de lucha popular, frente al crecimiento de la dictadura en Colombia, es un camino válido, ético y puro, se equivocan profundamente. Con su ingenuidad permiten que se llenen de sangre los caminos del país.

En esa Alemania de 1933, el lider socialdemócrata en el parlamento Hermann Müller, al frente de 121 parlamentarios, señaló que el partido comunista con 100 parlamentarios eran iguales a los nazis y selló una división suicida, la unidad la encontraron luego pero en los campos de concentración y en las cámaras de gas.

También en esa Alemania, un liberalismo planteaba que se podía votar contra la izquierda e ilegalizarla, para que la República de Weimar fuera de centro, y ni más ni menos votaron así al lado de los Nazis, y también lo hiceron decenas de socialdemócratas antes de ser ellos mismos ilegalizados y conducidos a los campos de concentracion. Antes de su exterminio, el partido en donde Rosa luxemburgo había militado, declaró a los socialdemócratas, socialfascistas, y los consideró su principal enemigo, cuando ya los escuadrones de asesinos nazis asolaban las calles.

Así la barbarie se apoderó de Alemania.

Ante las dictaduras, hay que construir el más amplio frente de fuerzas políticas y sociales diversas pero unidas, en el propósito de la defensa de la democracia y la paz.

Hoy la defensa de la democracia es el eje fundamental de la lucha política.

Ya vimos como a Robledo le cerraron su derecho constitucional a desarrollar una moción de censura contra el ministro de defensa. Salimos sin pena, a defenderlo. Lo que acontecía con la moción de censura presentada por Robledo, es lo que acontecía en los dramáticos momentos en donde el NSDAP se apoderó del Reichstag y silenció a la oposición.

El uribismo se centró a defender a ultranza a un ministro de defensa surgido de sus filas. No era para menos, ni más ni menos, el ministro de defensa recoge la esencia de lo que queda de ese proyecto, representa la opción de la violencia desde el Estado y la permanencia de la doctrina, de la cual se enorgullece Jose Obdulio Gaviria, que no es más, que los mismos discursos repetidos desde “Mein Kampf”, Mi lucha de Hitler: el discurso del enemigo interno.

“ Mi lucha” de Hitler es la política vista como una confrontación amigo/enemigo, trasladada no solo al mundo de la política partidista, sino al campo social y étnico. La política que concibe la diferencia como un enemigo y por tanto prescribe la eliminación física de la diferencia.

El ministro de defensa es precisamente el causante por omisión de un proceso profundo de degradación de la fuerza pública que ha llegado a matar 312 niños y niñas bombardeados desde el 2004, que ha llegado en su facción policial a lesionar a 11.037 personas desde el 2018 en Bogotá y allí mismo a abusar sexualmente de 42 personas.

Un ministro que siguiendo la tradición de una clase política corrupta, coloca como adiestradores y profesores de la fuerza pública a exponentes del pensamiento fascista, el de Goering, el de Goebbels, el de Franco, el de Pinochet.

Sin tapujos han consolidado la doctrina del enemigo interno, que fue la que apareció en la historia con la “ley del Poder” aprobada por el Reichstag, ya con las bancadas de la oposición anuladas y exterminadas, para empoderar a Hitler, el Führer.

La teoría del enemigo interno que construyó Hitlter contra los comunistas, los socialistas y el pueblo judío, se enseña todos los días en las escuelas de la policía y el ejército, en los centros de entrenamiento. Pero esa, que llaman doctrina, no es construida ni por los militares ni por los policías, sino por políticos de corbata y escritorio, creyentes en los escritos de Hitler y del general Franco.

Por eso por la escuela de guerra han paseado profesores como Jose Miguel Narvaez, el asesino de Jaime Garzón, como Pedro Juan Moreno que hacía tocar el himno nazi en su hacienda, como Londoño Hoyos. Como José Miguel Narvaez, que purga su condena en un batallón militar, hay decenas degradando la mente militar y policial, porque como en 1933 en Alemania, se pretende tener un ejército y una policía transformados en fuerza política armada, adoctrinada para la extrema derecha.

Quieren un ejército y una policía que deje de ser de la Nación, del pueblo, y pase a ser propiedad de la extrema derecha, quieren una fuerza pública que extermine el enemigo interno, que en Colombia no es sino el pensamiento diferente al poder, los campesinos, el pueblo trabajador, la juventud.

El uribismo pretende expropiarle el ejército y la policía a Colombia y a su sociedad, para convertirlo en un escuadrón armado a su servicio político. El general ya no sabe que su jefe es el pueblo, sino que cree que su jefe, su líder, es Uribe.

Así llevan a la fuerza pública a su propia destrucción moral.

La teoría del enemigo interno es profusamente y diariamente defendida por la bancada parlamentaria mayoritaria en el Congreso. Repiten las ideas de Hitler sin saber si quiera que son de Hitler, las palabras de odio que repiten, creyendo así que el ministro que los observa conservará sus privilegios, sus cuotas, sus contratos, son las mismas palabras de una doctrina explicita, la del NSDAP.

Como antaño los liberales alemanes que terminaron votando por las propuestas del NASDAP, antes de ser exterminados, los liberales colombianos en el parlamento, votan por las propuestas antiliberales del uribismo, solo porque este les ha entregado tres calaos.

La teoría del enemigo interno es el eje de la ley del Poder, que le aprobaron a Hitler en el Reichstag, aún humeante, en 1933. Y es la misma que se defiende desde el Poder en Colombia.

La historia nunca se repite y si lo hace, decía el pensador alemán, lo hará como comedia.

Se ha iniciado una tragicomedia en Colombia, con un gobierno incapaz, con la doctrina del enemigo interno al interior de la mayoría de las instituciones del Estado, con la complicididad de las mayorias del Congreso, con toda la barbarie en potencia desplegada, pero con un defecto. Es una tragicomedia sin historia, sin capacidad.

Es realmente el estertor degradado de una élite que quiere como sea, mantener sus privilegios, sus exclusiones sociales, pero que ya no es capaz de gobernar. Que ha perdido su hegemonía social, cultural e ideológica.

Este es el momento en que el pueblo podría emerger como protagonista, como hacedor verdadero de la historia. Provocar una victoria, que para que no se la roben, tendría que ser tan contundente como la del MAS en Bolivia.

La contundencia en la movilización, la contundencia electoral, es la respuesta. Pero para que la ciudadanía siga escribiendo estériles páginas de la tragicomedia, al igual que el gobierno incapaz, aparecen las individualidades que quieren acabar con la posibilidad de la contundencia. Los que fracturan el campo social y político, como en esa Alemania de 1933, para que la barbarie siga siendo poder.

Nosotros, la Colombia Humana, proponemos un gran Frente social y político para defender la Democracia y la Paz, y a través de un gran acuerdo programático. Creemos que ese es el camino que permite un triunfo contundente de la movilizacion social y electoral de la inmensa mayoría de la población.

No es el camino de la Alemania de 1933 el que debemos seguir, es el camino de la Bolivia del 2020.

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