domingo, febrero 9

Indígenas trans en Colombia, una vida en fuga entre cafetales

Cuando se decidió a ser mujer, su padre le cortó el pelo. Después fue inmovilizada en el cepo de castigo. La comunidad donde vivió hasta los 13 años, en el oeste de Colombia, nunca aceptó que el adolescente fuera Érika. Entonces esta indígena trans tuvo que huir.

“Llorar” fue su primera reacción. “Iba a morir, yo lo pensé así, yo no me quiero morir, entonces voy a volar”, recuerda Érika, hoy de 18 años, en diálogo con la AFP.

Sin embargo, fugarse de su territorio -un resguardo bajo jurisdicción indígena- no ha sido un poético viaje de liberación.

Fueron dos horas en vehículo hasta Santuario, un municipio del departamento de Risaralda, con unos 15.700 habitantes y de tradición conservadora. Ahí Érika Aisama y otras indígenas trans se refugiaron en los cafetales.

De lunes a sábado son tratadas como cualquier “recolector”.

Aunque en épocas de bonanza las mujeres también trabajaban en los cafetales, la crisis del sector reemplazó la mano de obra tradicional por indígenas esencialmente hombres. Érika debe esperar los fines de semana para sentirse más mujer.

(Photo por Raul Arboleda / AFP)

La Constitución de 1991 reconoce los derechos de la comunidad LGTBI, pero los pueblos indígenas han avanzado a ritmo más lento en su aceptación.

Para los embera chamí (“habitante de montaña”), la etnia a la que pertenece Érika, ser trans “es muy grave”, señala Rubén Darío Guipa, gobernador de esta comunidad cuya mayoría de indígenas se asienta en las riberas del río San Juan, sobre el Pacífico, y en Risaralda.

“Es como (…) un capricho del ser”, explica Guipa. Para este líder “el indígena nunca cambia”, entonces no sabe por qué algunos tratan “de cambiar su imagen”.

Asumirse como trans entre los indígenas -que representan el 3,4% de los colombianos- puede ser doloroso y violento.

Érika lo experimentó en carne propia. Es “muy peligroso”, también reconoce Verónica Tascón, una de sus compañeras en Santuario. La familia las rechaza y las autoridades las castigan incluso con el destierro, si es que antes no han huido.

“Yo aconsejo a las chicas trans de acá que no se vayan para la casa y ellas ya no se van”, agrega Tascón a sus 18 años en una finca cafetera, después de una jornada de trabajo atravesada por la lluvia.

 

Aunque no es un fenómeno exclusivo de las comunidades autóctonas.

La ONG Colombia Diversa explica que existe un “subregistro” de casos de violencia contra mujeres trans debido al miedo a denunciar o a la falta de precisión a la hora de definir el género de las víctimas.

Según cifras preliminares de la organización en 2018 hubo 29 asesinatos de mujeres trans en Colombia.

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