Por: David Racero, representante a la Cámara por Bogotá.
Hoy fue Luis Pérez, pero cada día se acercan más personas que no hacen parte de nuestros grupos militantes, muchos de ellos exuribistas. ¿Debemos dar explicaciones? Sí, por supuesto, debemos hacerlo. Y no se trata de tragarse sapos, de mirar para otro lado, de aceptarlo de manera estoica porque impera un cálculo electoral. No. En el momento en el que me toque hacer eso, seré el primero en retirarme del Pacto Histórico. No todo vale. Lo tenemos más que claro. Hemos luchado durante décadas y hemos llegado tan lejos, como para votarlo todo a la basura.
Con Pérez, y con los que estamos conversando, no es el caso. Y quiero plantear mis argumentos. Escucharé y leeré sus respuestas.
Hemos concebido el Pacto Histórico como un Pacto para reconstruir el país, no como un pacto electoral. La agenda, como pocas veces pasa en la política colombiana, está de primero. Algunos dirán que el papel aguanta lo que sea, que cualquiera pueda decir que apoya un programa, para después no cumplirlo. Esa es la costumbre en Colombia. Para nosotros no es así. El programa de justicia social, justicia climática, ampliación de derechos, paz total, cambio en las relaciones de poder, redistribución económica, entre otras, no es secundario. Es lo primero. Hemos sido coherentes con ello, tan coherentes que nos ha llevado a perder en el pasado. Pero hoy, nuestra agenda política es la agenda protagonista en la arena social. Lo que planteamos, no solo lo decimos nosotros, sino que es exigencia social, en las calles y en las casas. Por eso estamos tan fuertes. Porque, como muy pocas veces pasa en la historia, hay un plan político que coincide sinceramente con la anhelos de cambio de la mayoría.
Tal vez por esta conexión es que políticos que han estado en otras toldas, varios a los que les hicimos oposición, hoy tengan otra mirada. Han comprendido que el país cambió y ellos deben cambiar también. No soy ingenuo. Ese cambio de mirada no necesariamente es fruto de un cambio sincero, de conversión espiritual. No lo puedo asegurar. Si lo es, bienvenido, y si no, es la agenda la que prevalece, pues al final, los que están llegando se someten a ella.
¿Es una derrota para nosotros el que lleguen de corrientes tan distantes? ¿Vamos a perder el rumbo? ¿Hemos desviado el camino? No, por el contrario, ganamos. Es una victoria el que, hasta los contrincantes del pasado, tengan ahora que asumir la agenda que proponemos. Sería una derrota para nosotros si en la llegada de ellos cediéramos algo de esa agenda, de nuestros principios. Y eso no está ocurriendo.
Tal vez se insistirá en que no dialogar con los que fueron contrarios es un tema de principios, de valores y que va más allá del programa, como si el programa no guardara en su seno una convicción. Pero estos diálogos guardan en sí mismo unos valores, unos principios que se hacen explícitos y que son lo más importante: la convicción genuina de que tenemos que construir un país tan fragmentado, roto, dolido por décadas de violencia y por discursos de odio y miedo, donde nos enseñaron a vernos como enemigos. Y esto se logra a partir del diálogo con los diferentes, justamente con aquellos que no son iguales a nosotros. Y esto conlleva algo mucho más profundo: el cambio del que hablamos, es un cambio que también nos debe interpelar a nosotros. Cuando cambiamos la realidad, nosostos mismos nos vamos cambiando pues de lo contrario sería una imposición. No venimos a imponer una verdad, venimos a construirla. No queremos quedarnos con nuestro “trozo” de verdad que nos contenta para quedarnos como oposición eterna. Hoy venimos a direccionar un país, nuestro proyecto pasa ahora a ser el centro de la agenda política y eso nos exige y nos plantea nuevos retos.
De eso se trata el gran Pacto Histórico que estamos tejiendo. El gran Pacto socioambiental y político que escriba una nueva historia para Colombia, ese acuerdo sobre lo fundamental que es un sueño inconcluso y una promesa incumplida que ha sido frustrado en el pasado.
Nuestros adversarios ven en eso una oportunidad supuestamente para atacarnos, cuando son ellos los campeones en hacer acuerdos sin principios. Pretenden evidenciar una supuesta contradicción que no hay. No hay contradicción cuando nos tomamos en serio dialogar con los demás. ¿Acaso no nos dicen radicales? ¿Polarizadores? ¿Incendiarios? ¿No será que lo que les molesta es que justamente no pueden ubicarnos en donde quieren? Hemos invitado al diálogo a todo el país, solo así podemos salir de la crisis económica y construir una sociedad en paz. Ellos son los que hacen acuerdos sin nosotros, mientras somos nosotros quienes los invitamos una y otra vez.
Por último, a nuestros militantes: me alegra nuestra capacidad autocrítica constante. Estamos ascendiendo una cuesta, pronto hemos de llegar a la meta, y no nos queremos caer. Estamos cerca de lograr aquello para lo cual hemos estudiado, trabajado, luchado. Queremos cuidarnos. Pero cuando tenemos claro nuestros principios, la nueva Colombia que queremos construir, no debe darnos miedo abrir nuestros brazos para acoger a más colombianos que quieren unirse al cambio.
Las grandes revoluciones en la historia no la hicieron solo los revolucionarios, eso es falso. Se hicieron construyendo mayorías con otros sectores, algunos más moderados y en muchos casos, hasta con parte del establecimiento que lograron desarticular y volver funcional para la causa. La historia nos recordará por los cambios que logremos hacer y que vamos a hacer cuando estemos en el Gobierno. No queremos volver a dejar de nuevo otra constancia histórica de la derrota, volver a decir “lo intentamos de nuevo, pero de nuevo no pudimos”. Nuestra gente, nuestro pueblo, por fin, se merece ganar. No vamos a perder esta oportunidad.