viernes, diciembre 13

Errores calculados del uribismo

Por: Alonso Rodríguez Pachón /Twitter: @Alonrop

Hay quienes olvidan la estrategia del peligroso uribismo para mentir. Eso implica que nos falta recordar su burdo modus operandi para hacer todo a espaldas del país.

Esta pandemia le ha servido al actual Gobierno para ponerse al día con los compromisos contraídos en campaña con sus socios y, por otro lado, le va servir para irse con los bolsillos llenos antes que termine el fatídico cuatrenio que nos va a dejar seguramente en la inopia. Ojalá sirviera de algo recordar, pero ese es ejercicio que peor hace el colombiano promedio. Y tal vez por eso seguimos en las mismas: por la falta de memoria o por la ausencia de interés de unos cuantos para hacer los cambios estructurales que se necesitan. Paradójicamente son los mismos que más tarde se oyen sollozos clamando ayuda.

Hace pocos meses, el Presidente Iván Duque emitió un decreto que buscaba aliviar el pago de servicios públicos a las familias colombianas, según la publicidad del gobierno a través de sus amigos los medios de comunicación tradicionales. Sin embargo, el pasado 23 de julio, la Corte Constitucional, en el control automático de las normas emitidas, declaró inexequible el Decreto Legislativo 580 de 2020, debido a que ésta no cumplía a cabalidad con los requisitos exigidos en el artículo 215 de la Constitución Política, puesto que dos de los ministros, al parecer, olvidaron firmar el documento; a pesar que la Constitución exige expresamente la firma de todos los ministros. Error en el que pudo haber incurrido cualquier estudiante de una facultad de derecho, pero ¿que un presidente y todos sus asesores lo olviden? ¡Por favor!

Esto no es nuevo, por un momento pensé que se trataría de un accidental descuido, a pesar que minutos antes también me había preguntado cómo iba a ser posible con todos los costosos asesores que pagamos con nuestros impuestos. Pero no, no nos llevemos a engaños. Quienes nos mal gobiernan no son simples monjitas de la caridad, así se escuden bajo la solapa de un politiquero con cara de sacristán, como si fueran devotos hijos de Dios; valga mencionarla, otra de las fieles estrategias que han sido curtidas por la secta que, al parecer, desde hace varios años se hizo socia de los narcos que pagaron sus campañas para cogobernar este país, aupados también por una fila de borregos que, ya sea directa o indirectamente, aún apoyan el fracaso del Gobierno que desde antes de llegar la pandemia ya nos estaba enterrando en la miseria.

No hay que retroceder tanto en el pasado para recordar que no hay puntada sin dedal que estas mediocres hienas y su siniestro partido político dejen escapar. De los errores del uribismo, uno de los que tengo más vívidos en mis recuerdos, es aquel 2008 donde la tragedia familiar sacudió al hermano del entonces ministro Fabio Valencia Cossio, cuando cayó en desgracia y se vio sumergido en un escándalo por nexos con el narcotráfico, mientras fungía como director seccional de fiscalías de Medellín y al mismo tiempo favorecía actividades ilícitas de la organización de alias “Don Mario”. Error que le costó ser condenado a 15 años de prisión.

Pero como a casi todos los buenos muchachos del uribismo, el narcotráfico tocó a su puerta, pues mientras el escándalo se multiplicaba, desde el mismo Gobierno se llevaba a cabo una cruzada sin precedentes, usando como cortina de humo el tipo de noticias que pasan todos los días en este país y de las que muy pocas veces los gobiernos y los medios de comunicación le prestan atención –claro, la idea es coadyuvar con la mafia, así sea mediáticamente-, pues estaba relacionada con la desaparición y posterior asesinato de Luis Santiago –tal vez ustedes lo recuerden-, un bebé de 11 meses que inicialmente fue raptado por su padre en el municipio de Chía, asesinato del que los medios tradicionales se valieron para jugar con el dolor de una madre y el recuerdo de su hijo. El teatro inusual, mientras tapaban su ilicitud y aprovechándose de la triste noticia, ocurría durante el mes de septiembre del año 2008, justo el mismo mes en que florecía el escándalo del hermano del ministro Fabio Valencia Cossio.

Otro de los errores ocurrió relativamente hace poco tiempo. Una vez posesionados en la presidencia, se empezó hablar de una reforma tributaria, anuncio que causó revuelo en varios sectores políticos.  Leonina reforma que, escudados en una muy fina estrategia de marketing, más tarde bautizaron Ley de financiamiento. Adefesio que, ante su anunciado fracaso, ya tenía un nuevo reemplazo de desigualdad tributaria, ensombrecido por los medios prepago que trataban de ocultar las reales intenciones del esperpento, al tiempo que varios de los ingenuos académicos, defensores a ultranza de éste régimen y culpables indirectos de sus consecuencias –en cambio de ser críticos activamente objetivos-, iban suavizando y matizando el ambiente para la mal llamada Ley de crecimiento económico.

Como si el cambio de nombre hiciera los esfuerzos para terminar con la pobreza y la desigualdad rampantes, como si el plumazo limpiara de pecado el infame espíritu de la norma, pues el mismo combustible usado para vender humo con la reforma tributaria fue usado como receta para meterle por los ojos a más de un cándido la vacía publicidad del Gobierno sobre los subsidios a los servicios públicos.

El saludo a la bandera en ese y otros escenarios, ha sido una constante en éste y los demás gobiernos del peligroso uribismo, como si contrataran al mismo publicista todas las veces. Desde antes de la pantomima para ocultar los nexos del hermano del entonces ministro de justicia con sus socios narcotraficantes en 2008, pasando por la leonina reforma tributaria de 2019, hasta llegar al fingido decreto que subsidiaría supuestamente los servicios públicos de agua, alcantarillado y aseo en pandemia. Eso, sin contar con el recordado teatro armado por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez en la radio, cuando lloró como una magdalena por sus evidentes vínculos societarios con la mafia, mientras “julito” salía descaradamente en su defensa en W Radio.

Nos mintieron en la cara y una vez más hemos sido idiotas útiles. Nos pegan en una mejilla, pero en seguida ponemos la otra. ¿Será que en esa danza de masoquismo este país aprenderá algo? Tal vez ese proceso tome mucho tiempo, pero si queremos mejoras estructurales o cambios inmediatos para detener la mentira de quien nos gobiernan, por lo menos en el corto tiempo, sólo debemos tener decisión. Y no cualquiera, debemos tener decisión y participación política activa. ¡Así hacemos los cambios!

Todas nuestras desgracias han sido producto de las estrategias con verdades a medias que, nosotros mismos, le compramos a politiqueros mafiosos y a sus arrodillados medios, sin darnos cuenta que el solapado propósito va volviendo más pobre al pobre, mientras la desigualdad va trazando una brecha tan grande como la maldad con la que nos gobiernan, con la perversidad con la que van sembrando los errores calculados de nuestra miseria.

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