viernes, diciembre 6

EL TERRIBLE 2020 EN CIFRAS

Por: Gustavo Bolívar Moreno

El año que termina pasará a la historia por ser uno de los más trágicos para la humanidad, más no para el planeta. Ya veremos por qué.

Las cifras que se han desencadenado a raíz de la pérdida de vidas humanas y de productividad de casi todos los países del mundo, oscilan según la eficacia del gobernante, o el modelo económico que impera en esa nación. De modo que haré un paralelo, por diferentes temas para que se hagan a una idea, lo más objetiva posible, de lo que está sucediendo en Colombia con respecto al resto del mundo.

COVID-19

Hasta ayer, habían muerto en el mundo por el coronavirus, 1.620.000 personas, principalmente en 12 países, entre los que se encuentra Colombia, aportando a la estadística 39 mil muertos, sin contar un subregistro que podría ser del 10%, soportado en el aumento considerable de muertes por neumonía y otras infecciones pulmonares, cuyo aumento no se compadece con el de años anteriores.

A este lamentable ritmo, en los próximos 18 días morirán, aproximadamente, otros 3.000 compatriotas por lo que cerraremos este nefasto 2020 con la espantosa cifra de 42 mil fallecidos por Covid-19, algo así como la caída de 500 aviones con 84 personas abordo cada uno y sin sobrevivientes. Toda una tragedia de la que, sin embargo, este gobierno autista y descarado saca pecho todos los días en un reality show que además de costoso y ridículo ha resultado ineficiente e ineficaz para combatir la pandemia. Tanto, que nuestro país será de los últimos del mundo en recibir una de las tres vacunas ya en producción.

Llama la atención que de los 39 mil fallecidos en Colombia por el Covid hasta hoy, el 90% de ellos pertenecen a los estratos 1, 2 y 3 de la población. Es decir, los estratos 4, 5 y 6 importaron el virus en avión y los empleados de aquellos lo esparcieron a través del transporte público hacia los sectores pobres de la población que no tienen acceso a las pruebas para cercar el virus, gracias a un sistema de salud privatizado, ineficaz y michicato a la hora de invertir los recursos que le giró, generosamente el gobierno al inicio de la pandemia, algo más de 6 billones de pesos. “El negocio, socio”

Son verdades concluyentes de quienes han puesto los muertos, por sus altos niveles de desorden social, sus bajos niveles de escolaridad y también por sus necesidades básicas insatisfechas, son los sectores más vulnerables de la población. En un debate que realicé en el mes de septiembre en la Comisión Tercera sobre la desigualdad en Colombia, enseñé una gráfica en la que demostrábamos cómo, a menor estrato socioeconómico mayor la necesidad de la gente de salir de su casa, posiblemente a rebuscar el sustento para su familia, ante la negativa del Gobierno y del Congreso a aprobar una renta básica que hubiera podido mantener a la mayoría de la población confinada por un corto período, sin la presión del hambre o de los gastos.

La baja escolaridad, también está asociada a la alta mortalidad por coronavirus ya que el 42.4% de los fallecidos solo tenían estudios de primaria o ninguna escolaridad. Aquí faltaron campañas educativas efectivas, distintas a las mentiras que a diario lanzaba Duque en televisión en el sentido peligroso de hacer relajar a la gente asegurándoles que el virus estaba controlado, que su ministro de Salud era un héroe y que Colombia era uno de los países que mejor estaba manejando la pandemia. Mentiras. En vez de decir mentiras que tranquilizaron a las masas, debió actuar en el territorio, en barrios pobres, en pueblos y veredas con miles de médicos y enfermeras visitando hogares, haciendo pruebas, haciendo prevención, como durante la Bogotá Humana.

Los pésimos resultados de la pandemia, comparados con el 90% de los países del mundo, no son raro si observamos que el gasto público orientado a la atención de la pandemia fue solo del 2,2% del PIB, uno de los más bajos del mundo si se le compara con los 11,9% que invirtió Australia, el 12,6% de Canadá o el nada despreciable 9,8 de Reino Unido. Pero para tener un paralelo más cercano miremos los 8,2% de su PIB que gastó Brasil mitigando los desastres sociales y económicos de la pandemia, el 6,3% de Perú o el 4,5% que gastó Bolivia. Un desastre por donde se le mire. Incluso, mientras las familias que ingieren 3 comidas diarias se reducen dramáticamente, ya son solo el 62%, y mientras más de 160 mil empresas se quebraron por falta de ayudas y de crédito, el gobierno cicatero de Duque guarda 24 millones del FOME, seguramente para hacer populismo y repartir ayudas durante la campaña que se avecina.

POBREZA Y DESIGUALDAD

Al final de la pandemia las cifras de pobreza serán las más tristes. Hay un retroceso de 20 años en la lucha contra la pobreza. Al final de 2020 Colombia tendrá 21.6 millones de personas pobres y 6.8 millones más en pobreza extrema. Estas cifras se agravan al leer el documento de la OCDE “How´s life 2020” en el que se afirma que el 11% de estas personas no tienen amigos o familiares a quienes acudir en caso de emergencia o necesidad.

En cuanto a nuestros preocupantes niveles de desigualdad, estos también aumentarán. El de concentración de la riqueza pasará del 0.52 al 0.57 al final de la pandemia, lo que nos mantendrá en el deshonroso cuarto lugar entre los países más desiguales de la Tierra. Entre tanto, el índice de concentración de la Tierra, que es más vergonzoso, se mantendrá en el 0,88. Es decir, el 1% de los colombianos, en su mayoría hombres, es dueño del 81% de los grandes latifundios en Colombia. No sobra recordar que la mayoría de las tierras en manos de terratenientes, políticos y narcotraficantes son improductivos como se constata al comprobar que nuestro país importa 14 millones de toneladas de alimentos cada año.

VIOLENCIA

Masacres. Sin culminar el año, 2020 ya se constituye en el más violento de esta década que termina hablando en términos de violencia política. A falta de 18 días para acabar el año, se han registrado 82 masacres que, comparadas con las 7 de 2017, las 9 de 2018 y las 36 de 2019, ya constituyen un incremento de más del 500 por ciento con respecto al promedio anual.

Excombatientes asesinados: 62 firmantes de Paz fueron asesinados en 2020. Ya son 246 los excombatientes de las FARC asesinados desde la firma del Acuerdo convirtiéndose este en uno de los factores más decisivos para el retorno de los exguerrilleros a las armas. Si la tendencia se mantiene en 2025 habrán sido asesinados 800 excombatientes, casi el 10% de los desmovilizados.

Líderes sociales asesinados: Esta estadística también es la más alta desde la firma del Acuerdo. En 2017 mataron 185, en 2018 la cifra descendió a 177, para 2019 volvió a subir a 251 y en 2020, según Indepaz, ya son 291 los líderes y lideresas asesinados por ejercer liderazgo social, ambiental, sindical, territorial, de derechos humanos, reclamantes de tierras y activistas contras los cultivos ilícitos. De esta cifra, 91 corresponde a líderes indígenas.

Feminicidios: Según datos del observatorio Feminicidios Colombia 2020 el feminicidio es otra pandemia que azota al mundo. A Octubre de este año, se registraron 508 feminicidios en Colombia, siendo septiembre el mes más violento para las mujeres con 85 asesinatos. Como en diciembre las cifras de feminicidios suelen incrementarse, es posible que terminemos el año con más de 600 crímenes cometidos contra mujeres.

Sin embargo, en el global de muertes violentas, Medicina Legal reporta una disminución con respecto de 2019 que es perfectamente entendible por la disminución de riñas y accidentes de tránsito derivados de los largos períodos de confinamientos a los que estuvimos sometidos.

NARCOTRÁFICO

Ante el fracaso del prohibicionismo, el narcotráfico sigue más vivo que nunca en Colombia y en el mundo. Ya vimos en una columna pasada cómo este negocio que tiene 280 millones de clientes en el mundo, mueve 650 mil millones de dólares anualmente. Colombia aporta el 80% de toda la cocaína que se consume en el planeta y esta se produce, mayoritariamente en los departamentos de Nariño, Cauca, Putumayo, Antioquia y Norte de Santander.

Antes del Plan Colombia, cuyo fracaso los mismos Estados Unidos ya reconocieron, en Colombia se producían 700 toneladas de Cocaína. Hoy se producen entre 1.100 y 1.200 toneladas del alcaloide. Las razones son múltiples pero principalmente tres. En primer lugar, la complicidad de un sector de la política y de las Fuerzas Militares con los narcotraficantes. En segundo lugar, el alto precio internacional de la droga que convierten este negocio en uno de los de más rentabilidad y tercero, la desfinanciación de la implementación del Acuerdo de Paz, sobre todo en su punto 4, donde quedó consignado el desmonte del narcotráfico.

Uno de los pilares de este punto es el Programa Nacional de Sustitución de cultivos conocido con el nombre de PNIS. En virtud de este programa, 99.097 familias campesinas que cultivaban coca, amapola o marihuana, se inscribieron al programa de sustitución manual y voluntaria a cambio de recibir un millón de pesos mensuales, durante 12 meses y dos cuotas anuales de 9 millones de pesos. Esto no se ha cumplido. Según un derecho de petición que obtuvimos, solo el 2,1% de estas casi 100 mil familias tienen actualmente un proyecto productivo, a pesar de ser esta la única alternativa para no depender de la siembra de cultivos ilícitos. Para financiar el PNIS se requieren 4.8 billones. No obstante, cada año, desde la implementación del Acuerdo, este programa ha sufrido recortes. En 2017 recibió 510 mil millones y en 2020 solo 191 mil millones cuando los requerimientos para este año eran de 1.3 billones de pesos. Como consecuencia de este incumplimiento, por parte del gobierno, los campesinos se mantienen en la ilegalidad y por su vulnerabilidad y pobreza son el blanco perfecto de las bandas criminales, las disidencias de las FARC y los carteles mexicanos de las drogas que ya extendieron sus tentáculos hasta nuestro territorio.

En este tema pasan de agache, casi siempre, los importadores de precursores químicos necesarios para la conversión de la hoja de coca, primero en pasta y después en cocaína.
Es imposible el narcotráfico sin amigos en la legalidad. Por eso llama la atención un dato que expondremos con mayor detalle en un debate que sobre el narcotráfico estamos preparando. Y es el del número de estaciones de gasolina en los lugares donde se fabrica la cocaína. Por ejemplo, es muy extraño que el departamento de Nariño con una población de 1.6 millones de habitantes tenga 532 bombas de gasolina mientras el departamento del Valle del Cauca, con una población de 4.5 millones de habitantes tenga 485 estaciones. Sabiendo que la gasolina es uno de los insumos principales para la fabricación de la cocaína, se puede concluir, sin temor a demandas, que el mismo Estado, que es quien otorga las licencias de importación de precursores químicos y el mismo Estado que concede licencias a estas estaciones de gasolina, es partícipe y cómplice del negocio del narcotráfico.

CRECIMIENTO

La economía se ha contraído 7,25% hasta el tercer trimestre. El Covid hará perder a Colombia el equivalente a 4 años de crecimiento económico. De modo que el PIB será para 2020 equivalente a unos 815 billones , mientras en 2019 fue de 881 billones de pesos. Como referencia tenemos que el decrecimiento promedio para Latinoamérica está presupuestado en -7,2%, el de la zona Euro en menos -9% mientras que los únicos países que mostrarán un crecimiento positivo serán China y Vietnam con +1 y +2.8% respectivamente.

DESEMPLEO

Según el DANE, el desempleo que en abril llegó a ser de 24,2%, el más alto de América Latina, empezó su recuperación en mayo de 2020 con un dato preocupante. Se recuperó primero el desempleo masculino, mientras que el femenino empezó su recuperación en Julio, consiguiendo aumentar la brecha de género en el acceso al trabajo. La tasa de desempleo se ubica hoy en Colombia en el 14,7%, no obstante la apertura de casi todos los sectores y preocupa que esta misma tasa entre los jóvenes sea del 23,5%, siete puntos por encima del promedio.

Más preocupante aún que entre los mismos jóvenes se presenta hoy una brecha de género inaceptable para cualquier sociedad. En Hombres de 18 a 24 años, el desempleo es del orden del 17,3%, mientras que en mujeres del mismo rango de edad ( 18 a 24 años) el desempleo llega a la cifra histórica y escandalosa de 32.1%, es decir, dos de cada tres jóvenes en edad de trabajar, están desempleadas hoy en Colombia. Esto las hace más vulnerables al abuso de poder y las empuja sin piedad hacia trabajos degradantes y pauperizados.

CAMBIO CLIMÁTICO

No obstante, todas estas penosas cifras, hay una que devolvió la esperanza al planeta y por eso al inicio de esta columna dije que la pandemia no era del todo mala. La emisión de gases con efecto invernadero disminuyó un 7% durante este 2020. Esto supone enderezar el rumbo frente al reto de conseguir economías descarbonizadas para 2050 a fin de impedir un crecimiento de dos grados en la temperatura promedio del planeta que nos exponga al cambio climático. Ya Inglaterra, Alemania y Japón preparan medidas para adelantarse a esa fecha. El Reino Unido, por ejemplo, prohibió a partir de 2030, los vehículos a base de gasolina y diésel. Colombia anunció que reducirá en un 51% las emisiones en el año 2030. Joe Biden, presidente electo de los Estados Unidos, anunció, luego de su triunfo en las elecciones del 3 de noviembre, que entre sus primeros actos de gobierno estaría el de hacer que su país regrese al Acuerdo de París.

Es un hecho que, a raíz de la pandemia el mundo está adquiriendo mayor conciencia ambiental. Los negacionistas del cambio climático cada vez son menos y los que persisten en su absurda idea de negarlo, cada día se quedan más solos. Cada vez las ciudadanías se involucran más, desde la protesta, para impedir que sus recursos naturales sean feriados por sus gobernantes. Por ejemplo, es un hecho que las contundentes manifestaciones en Santander fueron determinantes a la hora de hundir el proyecto de MINESA en Santurbán. Un proyecto que pretendía extraer 411 mil onzas de oro, que a pesar de la cantidad y dada las bajas tasas de tributación de esta explotación (4%) nos iba a dejar muy pocas divisas a los colombianos pero sí unos enormes pasivos ambientales y la contaminación de los acuíferos que abastecen a dos millones de personas. Hoy que el agua empieza a cotizarse en Wall Street, toman más valor estos triunfos ciudadanos en pro de proteger el agua y la biodiversidad.

POSNEOLIBERALISMO

A estas alentadoras noticia podemos sumar otra. El neoliberalismo fracasó como modelo económico para afrontar retos de magnitud para la salud pública como el coronavirus. Los países con sistemas de salud privatizados como el nuestro fueron más afectados por la pandemia que aquellos que contaban con redes hospitalarias públicas. En una columna del mes de junio escribí que al terminarse la pandemia asistiríamos a un nuevo período económico que se podría llamar el postneoliberalismo.

Ya hay voces que niegan esta posibilidad pero me mantengo en ella por dos razones: Uno, la pandemia nos devolvió el sentido de la humanidad y lo íntimamente humano es incompatible con un sistema como el capitalismo salvaje que privilegia la desigualdad y acrecienta los fenómenos de pobreza y miseria. Dos, porque la pandemia desnudó los sistemas de salud privatizados y nos advirtió que la salud en manos de negociantes no brinda garantías para afrontar retos de esta magnitud. Lo vimos en las pocas unidades de cuidados intensivos que tenían para atender a los millones de pacientes que fueron apareciendo y en la poca capacidad para realizar las millones de pruebas que se requieren para generar el cerco epidemiológico del que tanto hablan los expertos.

Corresponde a las ciudadanías libres de los distintos países, decidir en las urnas, durante las elecciones de los próximos años, si recuperan el derecho a la salud, el derecho a la paz, el derecho a tener un empleo digno, el derecho a tener un ambiente sano, el derecho al conocimiento de manera gratuita, votando por políticas humanas, que les devuelvan la seguridad perdida a manos de mercaderes o seguir bajo un sistema que vende y convierte sus derechos en negocios privados.

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