Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Por rebusque se entiende usualmente aquel recurso al que llega el ciudadano tratando de hacer cualquier cosa para subsistir. Unos venden aguacates, otros preparan jugos, algunos interpretan música. Ese modus vivendi es lo que llamamos rebusque, pero hay otra clase, propio de arribistas idiomáticos, al que nos referiremos a renglón seguido. El gran jurista, maestro y político Carlos Gaviria Díaz acostumbraba a decir “terminología para confundir” para referirse al lenguaje que empleaban algunos funcionarios del Estado, el cual tenía como objetivo despistar y engañar a la ciudadanía. Para pesar de Carlos y nuestro, años después de su partida la terminología para confundir sigue siendo ampliamente usada en el gobierno, en el Congreso y en la administración de justicia, y con ocasión de la emergencia sanitaria, se ha acrecentado.
Ahora está de moda el término “conectividad” cuando anteriormente le decíamos “conexión” o simplemente “se desenchufó”, pero en el lenguaje cuasi elegante, en cuanto se ha apagado el televisor el petulante de turno dice “hemos perdido conectividad”. En nuestra casa -hogar de periodistas- jamás, ni siquiera por equivocación, se empleó ese odioso terminacho. Y qué decir, lectores, de un término ridículo por no decir estúpido que usan como sinónimo de abrir, en las sesiones en remoto del Congreso se ha escuchado “hay que aperturar la sesión”. Por favor, sean sencillos, hay que abrir la sesión, no se dice “aperturar una cuenta corriente”, se dice abrir una cuenta corriente. Del mismo modo, está equivocado decir “aperturaron investigación”, lo correcto es abrieron investigación.
¿Saben ustedes cuánto sufrirían Cervantes o Lope de Vega si vieran a estos futbolistas del idioma? Y hablando de futbolistas, los locutores deportivos, olvidándose de la trayectoria del maestro Carlos Arturo Rueda, han resuelto acuñar este término: “Lózano se la refiere a Mengano”. Carlos habría dicho “Di Stefano se la pasa a Rossi”, él entendía que referirse era narrar algo o hacer alusión a alguien y no darle una patada a una pelota para pasársela a otro.
Ahora nosotros, quienes esto escribimos, vamos a empoderarnos del computador, porque resulta que el término “empoderar” se usa para todo. Le preguntamos a un estudiante qué entendía por empoderar, ya que lo usaba tanto. La respuesta nos tiene aún riéndonos y fue “eso es como agarrar algo, y como está de moda.” En la misma línea, hace unos días la directora de la Agencia de Desarrollo Rural, en un evento con comunidades campesinas, dijo que los jóvenes de hoy no querían aspirar -como si ella pudiese saberlo- a ser campesinos, sino que buscaban ser “emprendedores del campo”. Como dice Buenaventura de Sousa Santos, “el ‘emprendedurismo’ le da glamour a la precariedad”. La directora no propuso ninguna estrategia, no anunció ningún apoyo, no elaboró en el desarrollo de la agricultura o en cómo dignificar un oficio necesario para el sostenimiento del país, solo se limitó a decirles cómo debían vivir su vida. Pareciera que no les alcanza con despojarles de todas las oportunidades, ahora aspiran a organizarles sus vidas en función de una ilusión: la economía naranja, que no es otra cosa que inseguridad laboral, exenciones tributarias a la agroindustria y destrucción del aparato productivo de las comunidades rurales, a punta de términos como “emprendimiento”.
Toda la vida hemos oído criticar a la industria nacional, porque dicen que es mala, que no sirve, que no es competitiva. Y el lenguaje periodístico nos hace llegar a la conclusión de que es cierto, pues todos los días un periodista o locutor emplea la expresión “bomba de tiempo” para hacer énfasis en la urgencia de un determinado asunto. No entendemos cómo sus bombas de tiempo no explotan nunca, ¿será por qué son industria nacional? Y agreguémosle otra, “se prenden las alarmas”, que, al ser repetida tanto, ya nadie las escucha. Por último, como si fuera una oficina de contabilidad, cuando un combatiente enemigo del Estado fallece en combate, la prensa lo reseña como “dado de baja”.
La comunicación precisa, clara y veraz es uno de los pilares de las democracias funcionales. La información sobre los asuntos que nos competen a todos no puede restringirse ni monopolizarse. A los funcionarios del Estado y a los representantes electos les pedimos que hablen bien el castellano y no lo utilicen con un ánimo de generar confusión o esconderse detrás de las palabras.
Adenda: hoy nos levantamos con la noticia de una nueva masacre en Samaniego, Nariño. Se confirma que ser joven, pobre y vivir en la periferia de los centros urbanos o en las zonas rurales es una maldición. Ojalá seamos capaces de reconocer eso y de elegir mejor.
Adenda 2: para concluir, abuelo y nieto comentamos que los paramilitares no son grupos ilegales sino “medio legales”, en cuanto su actuar en compañía del Estado en algunos casos los convierte en actores “cuasi legales” y por eso terminan cometiendo “crímenes de Estado”.
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